Primavera al cuadrado
«En apenas 48 horas se te juntan dos clases y una visita al vivero. Que, aunque no lo parezca, tienen algo en común»
Te coincide esta primavera desincronizada, prematura, con las primeras clases a la chavalada que recién ha entrado en las aulas de Periodismo de la UVA. ... Y en apenas 48 horas se te juntan una clase de Teorías a los ceroseis, que dicen los de su generación, otra de Historia del Periodismo Español a los cerocuatros y una visita al vivero para empezar a preparar el huerto del verano. Que parecen dos asuntos diferentes pero que tienen en común un punto sorprendente. Porque se me antoja un milagro que de media docena de castañas de supermercado que aparecieron a medio brotar en el fondo de la malla hayan podido salir seis amagos de castaños que –ellos aún no lo saben– repoblarán un cachico de la Sierra de la Culebra. Y también es milagroso que esos chavales preocupados por cómo será el examen, por cómo será el trabajo de grupo o por cuánto penalizan las faltas de ortografía sean, en realidad, proyectos de periodista que se convertirán en realidad a todo vértigo.
Las dos cosas tienen su pizca de oasis. Las clases te permiten re-apasionarte con tu oficio para poder transmitirlo. Los castañitos te ofrecen un poco de tranquilidad y apaciguan la ansiedad continua en la que vivimos.
Y las dos cosas ofrecen una recompensa. La de pensar que algún día esos castaños darán sombra a una charla de amigos en verano y procurarán un buen magosto en otoño. Y el orgullo de, un día, encontrarte a esos chavales micrófono en ristre, dispuestos a preguntar lo que haya que preguntar y a molestar a quien haga falta para informar a sus ciudadanos. Incluso a aquellos que creen que con dos tuits y un eslogan ya están suficientemente informados para salir a la vida. A esos últimos quizá les falte un riego.
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