El lord del Excel puso a un lado a Abel Caballero y al otro a los pírricos nueve pasajeros que cada mañana cogen el tren en Puebla de Sanabria ... . Y claro, dónde va a parar. Caballero fue presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, pero ya no. Igual por eso le importan un bledo los municipios y las provincias que no se llamen Vigo y Pontevedra. Caballero es, además, alcalde del PSOE. Uno de los 12, entre las 50 mayores ciudades, que le quedaron al PSOE después de la masacre electoral de mayo de 2023, cuando los regidores socialistas se llevaron en sus respectivos culos la patada de castigo a Pedro Sánchez, antes de medio redimirle porque lo de Vox asociado con el PP daba yuyu –y quizá aún dé ese yuyu, ya veremos–.
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Vigo necesita, al parecer, más frecuencias, más horarios, más viajes directos. Y no hay trenes para tanta demanda, porque este Gobierno –no los anteriores, que esa es otra– ha renovado máquinas, que falta hacía, pero eso es complejo y lento. Pero también los nueve sanabreses necesitan su tren. O los zamoranos que reclaman una y otra vez servicios desde Madrid, a ver si las decenas de miles de paisanos que tuvieron que buscarse la vida en la capital acaban tentados por volver al terruño aunque trabajen en la megaurbe. O los segovianos o los medinenses.
El afán de conectar las grandes ciudades un pelín más rápido es lógico. Pero con el tren, como con las rutas de autobús, a veces hay que echar pie a tierra y comprobar que esos tres pasajeros que se quedan sin parada de bus en Soria la necesitan porque les queda más cerca Calahorra, en La Rioja, para ir al banco, al mercado o al gestor. Y que ellos, aunque sean menos, deberían tener el mismo derecho a poder utilizar los servicios que también contribuyen a sufragar.
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