El coste real
Entre la calidad del análisis y los anuncios de apocalipsis económico, al ciudadano medio solo le queda pedir perdón por querer un salario digno
Un diputado de Vox jovencito se puso a hacer las cuentas del IRPF en el Congreso y lo que le salió fue la cuenta de ... la vieja mal echada. Luego el jefe de la patronal –¡de la patronal!– dijo que lo mejor, para que los trabajadores entiendan el sacrificio que supone pagar una nómina, es que sean ellos, los curritos, los que cobren todo su salario íntegro y luego apoquinen las cotizaciones correspondientes.
Con ese nivel de análisis, y con los continuos anuncios del apocalipsis macroeconómico que iba a desencadenar la subida del salario mínimo, cualquiera diría que la única salida del ciudadano medio es pedir perdón por pretender cobrar un salario digno o aceptar la esclavitud.
Una nómina incluye ya el salario bruto, las deducciones por retención del IRPF y las cotizaciones a la Seguridad Social de empresa y currante. Todo ello conforma el coste que se afronta a cambio de la destreza, la experiencia y el tiempo del trabajador, que contribuye a generar –si todo va bien– unos beneficios para la empresa. Beneficios que, vaya, no figuran en la nómina. No estaría mal. «Este trabajador, con sus 140 horas de jornada y sus 8 horas extras, más el festivo trabajado, ha generado 314,57 euros de beneficios empresariales este mes. Gracias».
En cuanto a los impuestos demonizados por algunos, quizá deberíamos empezar a explicar, desde la Primaria hasta el Congreso, el modo en que se aplica el IRPF de modo progresivo, para que paguen más quienes más ganan. Y cuánto nos costaría, a cambio de no pagar impuestos, tratarse un cáncer, hacer una carrera universitaria o que un trabajador social evalúe la discapacidad de nuestros mayores.
Como diría Garamendi, por saber el coste real de las cosas, ya que estamos.
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