Atormentados por los tres tenores
Carta del director ·
«Quienes hoy todo lo amortiguan en su cabeza con tal de evitar el mal mayor, tendrán que aceptar que, cuando cambie la suerte, que cambiará, sus adversarios se afanen en la misma mecánica»Recordaba Montaigne que «los hombres se atormentan por las opiniones que se forman de las cosas, no por las cosas mismas». El pensador francés, gran ... jurista y una mente privilegiada, era, a pesar de todo, un machista redomado. Como lo eran Karl Marx y Engels. O como lo son Íñigo Errejón, el penúltimo secretario de organización del PSOE y el que le sucedió en el cargo justo después, número tres del partido hasta hace un par de semanas. Criaturas. La reflexión de Montaigne, que atribuye a los clásicos griegos en uno de sus ensayos, explica la disonancia habitual entre las crudas realidades concretas y ciertas que somos capaces de aceptar sin conmovernos y, por otro lado, ese discurso afectado y compungido que predomina en los debates cuando se analizan exactamente esas mismas realidades: la del machismo, la de la ultraderecha, la de la corrupción… Son unos pocos ejemplos que nos brinda la actualidad. Hay muchos.
Por eso no espanta tanto la propia corrupción como, pongamos, imaginarla detrás de la mirada babosa de dos tipos con barriguilla y papada sentados en el asiento de atrás de un Peugeot, que se remangan el pantalón por la cintura nada más bajarse del coche oficial, que se lo llevan crudo y gastan gafas de espejo como las del top manta pero de 300 pavos. Es mucho más escandaloso lo que cualquiera imagina en su cabeza que podría ser una cena servida en el reservado de un restaurante con Ábalos, Cerdán y Koldo (Tito Berni era un amateur), que los ilícitos concretos por los que realmente se les pudiera llegar a condenar en su momento a los tres tenores del golferío presente. A Carlos Mazón le juzgó todo el mundo mucho antes por su famosa comida en el Ventorro que por su tardía llegada al CECOPI el día de la dana. Ventorro es una palabra que entiende cualquiera; CECOPI suena a tienda de reprografía. Nos atormentan La Tierra Baldía de T.S. Elliot, el grito de Munch, las Valkirias de Wagner. Sin embargo, un papel que incluya en la misma frase los conceptos sarcoma y estadio 4 nos deja fríos.
Hechos y pensamientos se relacionan en nuestro ánimo angustiado lo mismo que la moral y el pragmatismo se disputan nuestros argumentos. Son dos caras del mismo acontecimiento, el que sea que debamos valorar: su faceta ética y su lógica posibilista. O juzgamos por lo que se debe o por lo que se puede. Usemos para el caso lo que estas semanas tenemos entre manos: la profunda crisis política que ha desatado en el PSOE y el Gobierno de Pedro Sánchez lo desvelado por la Guardia Civil en un informe de 500 páginas que, cosa insólita, ha circulado como un meme de Paquirrín por los grupos de WhatsApp que comparten decenas de miles de personas. El del equipo de fútbol sala, el de 3°A, el del cumpleaños de Carlota… Supongo que nunca tanta gente había leído algo escrito por alguien que firma con su tarjeta de identidad profesional: Q14969J y C87609B en este expediente.
El gran dilema de la autodefensa ha recaído esta vez en el lado de los que defienden al Gobierno. ¿Aplicamos ética y valores o aritmética y números?, es la pregunta. Si aplicamos lo primero, se pide perdón, lágrimas, pesadumbre y luego tiramos de los clásicos: no volverá a pasar. También, de la madre de todos los argumentarios: «No sé, lo único que no me gustaría que pasara es que esta crisis allanara el camino a la ultraderecha». Palabras de Carles Francino en la Ser. El juicio ideológico asociado en esa lógica de una formación, Vox, tanto o más legítima que Bildu, por cierto, aunque con más diputados en el Congreso, conduce irremediablemente a una conclusión: hay que poner por delante de todo el deber, la ética, la validez de los medios hacia la obtención de un fin. ¡No todo vale! Pero entonces el deber primero de este Gobierno, después de los hechos conocidos, sería dimitir. ¿O no? Pues no. Porque ahí le hacemos un regate a los principios, echamos mano de la praxis y le rompemos el menisco cruzado a nuestras convicciones. Se empieza por las comparaciones (y tú más; o por lo menos igual) y se plantea un reto numérico: presenten una moción si tienen lo que hay que tener, o sea, más de la mitad de los escaños. Como no se puede, entonces parece que tampoco se debe. Magia. Lo que conduce automáticamente a otra paradójica conclusión: como lo decisivo es que dé la suma, no importa ya de quiénes ni con qué propósitos ni dignidad, en este caso para evitar a la ultraderecha (o para emprender una agenda feminista, que manda narices), sería tan válido y natural el gobierno actual, atrincherado, acorralado, numantino pero gobierno al fin y al cabo, que cualquier otro en el que esté precisamente la ultraderecha de Vox. O los filoetarras de Bildu. Si es legal y posible, es bueno. Vale, pero si empleamos esa raya, ¿por qué tanto tormento con la idea de que la derechota valiente se haga con el poder, aunque sea vía coalición de derechas? ¿Qué reprocharle al PP si pacta con Vox como hizo en Castilla y León? ¿Da la suma? ¿Es legal? Es bueno. De hecho, pensemos que quienes hoy todo lo amortiguan en su cabeza con tal de evitar el mal mayor, así sea cruzando fronteras retóricas, éticas o ideológicas de todo pelaje, tendrán que aceptar que, cuando cambie la suerte, que cambiará, sus adversarios se afanen en la misma mecánica.
Hoy el oprobio y la elasticidad táctica son tan dominantes que estimar, con lejana aproximación, un discurrir mínimamente sensato, respetable y verosímil de la actividad institucional y política es impracticable. Porque todo es posible e imposible a la vez. Porque no hay certezas ni hechos ni verdades ni criterios, sino solo oportunismo y remoloneo. Lo más terrible, querido Michel de Montaigne, es que hay algo en nuestras mentes que nos atormenta más que las ideas y las emociones o las propias cosas que suceden: los otros.
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