El alma herida de los animales
«Ninguna civilización ha maltratado más a la naturaleza, somos los primeros que desde el principio de los tiempos históricos nos hemos propuesto destruirla conscientemente»
Si postulamos los derechos humanos, tenemos que defender los derechos de la naturaleza y los derechos de los animales, todos ellos son los derechos que ... les asisten a la vida. La Humanidad no será plena mientras no apruebe la Declaración Universal de los Derechos de Todos los Seres Vivos. Es imperativo acabar con el maltrato animal en todas sus formas, y reconocer que los animales son seres vivos sintientes y, por tanto, merecedores de igual respeto que los humanos.
No hemos comprendido que el alma de los animales se extingue en la evolución humana por culpa de esta, porque no entendemos la naturaleza ni la vida. Ninguna civilización ha maltratado más a la naturaleza, somos los primeros que desde el principio de los tiempos históricos nos hemos propuesto destruirla conscientemente.
Las diversas especies animales sencillamente son los diferentes nombres que damos al hecho viviente; los rostros interminables de la Gran Máscara de la Vida. Acabaremos con innúmeras especies animales, entre ellas posiblemente la nuestra, pero tras nuestro funeral la vida seguirá en el planeta que fue azul. Tal sea probablemente el objeto final de la única política que somos capaces de realizar.
La cruda realidad de la existencia nos ofrece, a diario, la política correcta: volver a la Naturaleza, la única amiga leal, para vivirla, y la naturalidad de dejarse morir en ella. El animal solo aspira a sobrevivir, el humano mata por placer, o si no es capaz de hallar otra solución. En la naturaleza las cosas que suceden son necesarias, en la naturaleza humana son además caprichosas y superfluas.
En las catacumbas de nuestra especie habita un monstruo con apariencia humana que ya no evoluciona y tampoco quiere admitir que se extingue sin punto de retorno. La naturaleza es inmisericorde, cumple su oficio de supervivencia por encima incluso de las especies, incluida la nuestra. El mecanismo de la vida es indestructible.
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