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Efe

El bofetón

«Estoy hasta el serenísimo colodrillo de los jovenzuelos (azuzados por sesudos adultos, no se engañen) que deciden llamar la atención de la sociedad lanzando pintura a obras artísticas que llevan ahí seiscientos años»

Alfonso Niño

Valladolid

Martes, 7 de noviembre 2023

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Si desde el título del artículo están ustedes buscando mi número de teléfono para mandarme un escuadrón de policías armados hasta los dientes, pidanselo al ... director del periódico. Voy a mantener mi postura aunque una pléyade de concienzudos asesores defensores de la buena (nueva) educación, la moral y la virtud me lapiden públicamente. Pero esto no se puede aguantar. Entre todos la mataron, ella sola se murió y el velatorio lleno de gente diciendo que les da mucha pena. Hemos creado una generación de remilgados, hipócritas y empoderaditos que se han creído varios cuentos chinos; el de que pueden ser lo que quieran, la nana de que su destino es vivir felices por encima de todo y todos y, quizá, el relato más peligroso para su crecimiento como personas: que tienen derecho a denunciar agresivamente aquello que, según su particular conciencia, esté mal. Viene al caso esta introducción porque estoy hasta el serenísimo colodrillo de los jovenzuelos (azuzados por sesudos adultos, no se engañen) que deciden llamar la atención de la sociedad lanzando pintura a obras artísticas que llevan ahí seiscientos años y necesitaron del talento que jamás tendrán dos mil peleles con camisetas reivindicativas juntos. Otros camaradas de idiotez, benditos ellos y sus motivadores papás, se lían a martillazos contra cuadros o se pegan las manos al suelo en congresos internacionales para llamar la atención sobre diversos temas. Y una cosa es manifestarse con respeto y voz (muy) alta, pero otra es coartar la libertad del resto del mundo para opinar lo contrario. Aquí es donde vienen los de las banderitas y dicen que habrase visto semejante oda a la violencia. Y no, es al contrario. Usted viene buscando gresca y cabrea al calmado. Y luego llora si le dan vueltas las orejas. Me pregunto qué pasaría si un osobuco de dos por dos, según ve acercarse a estos alegres muchachos a la Victoria de Samotracia con aviesas intenciones, les soltase una guantada digna del Casius Clay más enfervorizado. Al fin y al cabo, está defendiendo una obra indefensa de un ataque indiscriminado en el que, a colación, alzan el grito para defender la causa de las ovejas lanudas de las Islas Feroe o que en las Delicias se recicla poco. Si ante lo del bofetón ponen mal ojo las adoratrices de la paz mundial (aunque los de enfrente te apedreen, den patadas o llamen de mameluco para arriba cuando les parezca oportuno), un placaje estilo Nueva Zelanda tampoco estaría de más.

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