Alcaldes sin vocación
«Ya se han cansado de nosotros, por pelmazos, en la Sociedad Valladolid Alta Velocidad. Ahora, nuestro proyecto estrella como ciudad, a medio plazo, es el anquilosamiento»
Tres millones de puntos led y quinientos cuarenta y un arcos iluminan ya nuestra Navidad. Me entristece ser testigo de esta competición tan absurda que ... han emprendido algunas ciudades (con Vigo a la cabeza) por ver quién hace fotografiable desde el espacio su infantilismo. Yo preferiría que, en lugar de tanta bombilla, barrieran la resbaladiza hojarasca de las aceras, pero debo de ser un bicho raro.
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Todos sabemos que el encendido de las luces navideñas, entre otros objetivos, busca desviar nuestra atención. Resulta irónico que, en medio del resplandor de los adornos, nos hayamos adentrado en uno de los capítulos más tenebrosos de la reciente historia de la ciudad: ya se han cansado de nosotros, por pelmazos, en la Sociedad Valladolid Alta Velocidad y nos han enseñado la puerta de salida. Ahora, nuestro proyecto estrella como ciudad, a medio plazo, es el anquilosamiento.
Ser alcalde no es fácil, pero a nadie le obligan a aceptar el cargo. En los pueblos pequeños, ni siquiera es un trabajo remunerado y la gente se presenta por vocación, por echar una mano o, como en las comunidades de vecinos, por evitar que coja las riendas colectivas el tonto del ático. En las ciudades grandes, los alcaldes se dan mucha importancia y algunos se ponen sueldos superiores al del presidente del Gobierno, lo cual es un disparate.
Un alcalde no tiene desconexión ni tregua. Va por la calle y los vecinos le abordan para quejarse de la anarquía de los patinetes o del ruido que hace el camión que viene a vaciar el contenedor del vidrio; en la sala de espera del dentista, le asaltan con dudas sobre los trámites del IBI. Lo diré más brevemente: o tienes vocación de alcalde o ese cargo no hay quien lo aguante.
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Que no se interprete esto como una crítica política, porque yo no he votado en las pasadas elecciones municipales ni voy a votar en las próximas. Soy de esos idealistas ingenuos que espera que, en el futuro, la política española se regenere y se presenten candidatos con más sustancia. Pero yo veía a León de la Riva o a Óscar Puente responder en la tele local a las preguntas y a las inquietudes de los ciudadanos y transmitían entusiasmo y un conocimiento profundo del tema.
Nuestro actual alcalde es otra cosa. Su prioridad no ha sido nunca Valladolid y ha preferido, desde el primer momento, el partidismo de trinchera al pragmatismo. Lo está haciendo tan mal que el año que viene igual le fichan para entrenar a nuestro melancólico equipo de fútbol.
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