Abrazos y riesgos
Pues no sé qué le diga ·
Se trata de que los riesgos previsibles disminuyan en la medida de lo posible y de que los pasos a dar sean creíbles para que resulten fiablesPasan los días y sigue dando que hablar el abrazo. En otros tiempos se hubiera podido pensar en el abrazo de Vergara, que puso fin ... a una guerra carlista, en el que simbolizó el perdón del Papa a quien había disparado contra él, o en el de Maradona y Pelé. Porque abrazos famosos ha habido muchos a lo largo de la historia. Pero, hora mismo, el abrazo es el abrazo, el de Pedro y Pablo; o, siendo más preciso, el de Pablo a Pedro. Un amigo mío, lleno de finura, me dijo: «Míralo bien; es un abrazo posesivo; seguro que está pensando: ya ves, has hecho todo lo que se podía hacer para librarte de mí y aquí te tengo, y no voy a soltarte». Y todavía añadía el pícaro: «Ahora falta otro abrazo, con Rufián, y estoy ansioso por compararlos». Malvado él.
Vale que el rápido reencuentro postelectoral esté dando mucho juego y la subsiguiente negociación de apoyos o abstenciones complementarias genere inquietud. Si uno lo pretende, nada escapa al buen humor y a la ironía. Pero la cosa es seria. Pasan los días, se están ventilando aspectos esenciales para la gobernabilidad del país y para el enfoque de los problemas principales que colectivamente nos afectan, y sería bueno ofrecer algo más de claridad, alguna explicación más detallada que los principios generales que se han enunciado, alguna precisión sobre los contenidos y los límites, salvando los niveles de discreción y prudencia que negociaciones de este tipo sin duda requieren y necesitan.
Porque los riesgos son evidentes, y no desdeñables. Durante todo el intervalo de tiempo que transcurrió entre la investidura fallida en julio y la repetición electoral de noviembre, se alegó con todos los argumentos posibles la insalvable dificultad para formar un gobierno de coalición con Podemos, por parte del PSOE. Falta de confianza recíproca, tentación evidente de configurar dos gobiernos en uno, quiebra de la unidad de acción y de discurso. Y algo más de fondo: dos concepciones en importantes materias, dos culturas históricas divergentes, dos visiones de la sociedad y de la política. Es de suponer que inconvenientes de tal calado no se esfuman ni con un apretón electoral, ni con una declaración genérica, ni con un abrazo. Y hasta es comprensible, y más sincero, pensar que permanecen y que cada uno es cada uno, con su respectivo planteamiento, legítimo y respetable, y con su representatividad. Pero es exactamente eso lo que hace más necesaria la transparencia para que la fórmula, si ha de nacer, nazca con suficiente credibilidad, y cada uno sepa a qué atenerse, y se declare partidario, contrario o indiferente con conocimiento de causa.
El otro flanco imprescindible para que se ponga en marcha la formación de gobierno, el de ERC, no está menos necesitado de luz, y quizá con mayor urgencia aún. Una mesa de diálogo es sólo un instrumento; que sea de gobiernos genera alguna duda más por lo que pueda interpretarse de bilateralidad entre iguales. Pero que simultáneamente se invoquen el derecho a la autodeterminación y la amnistía de los presos ya condenados como materias de negociación, llama más la atención, por decirlo delicadamente. Ocurre, además, que un previsible proceso electoral a corto plazo en Cataluña, con la lógica intensificación de la competencia política allí para ganar espacio, presiona sobre todos los actores, que se mueven en un escenario particularmente complejo. Y así se explica que, otra vez, esté en discusión la frontera entre el concepto constitucional de nacionalidad, de alcance histórico-cultural, y el reconocimiento de la multinacionalidad, susceptible de entenderse como agregación de naciones con pretensión de soberanía diferenciada y de derecho a decidir.
Así que los riesgos son ciertos, precisamente porque los problemas son complejos, y las posiciones confusas. En este momento hay señales fundadas de turbulencias económicas (véanse las previsiones recientes de la Unión Europea, el Fondo Monetario, o la OCDE) y evidencias reiteradas de conflicto territorial. Sin duda, los dos desafíos de país, en el más pleno sentido del término. No tendría nada de extraño que, en cualquier momento, resulten convenientes, o sean necesarias, decisiones complicadas en un ámbito y en el otro; sea para restablecer el equilibrio financiero del Estado, sea para abordar mejoras en el modelo territorial, sea para estimular el crecimiento económico postergando temporalmente otros objetivos, sea para atajar nuevos intentos soberanistas. Todo es posible, tal como está el panorama. Y no sería de recibo plantarse a posteriori, invocando el 'por aquí no paso', cuando se trata de situaciones que pueden y deben estar previstas y que no se pueden dejar a la improvisación del 'ya veremos cuando llegue'.
Obviamente, la exigencia de clarificación en este delicado momento alcanza a todos. A los que están en el trajín de formar gobierno, y a los que no. Vista la experiencia de bloqueo que arrastramos desde 2015, las causas y culpas, las idas y venidas, ya sabemos lo que da de sí. Nadie está libre y cada uno ha pagado su prenda. Claro que, en abstracto, hubieran sido posibles otras opciones transversales de desbloqueo, pero ya no es momento de entregarse a la melancolía. Se cultivarán dos discursos contrapuestos: el del PSOE, justificando la inclinación a Podemos y ERC, porque era la única salida y porque ninguna expectativa se ofreció desde el otro lado; el del PP y Ciudadanos, alegando que las posiciones estaban tomadas de antemano y que, más allá de las proclamas, no hubo en ningún momento el más mínimo intento serio de enlazar. Y lo curioso es que cada uno en su trinchera tiene parte de razón en su alegato.
Lo dicho. Se trata de que los riesgos previsibles disminuyan en la medida de lo posible y de que los pasos a dar sean creíbles para que resulten fiables. Y, para eso, seguramente las explicaciones son más útiles que los abrazos.
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