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Pedro Sánchez. Susana Vera (Reuters)

Pedro Sánchez evitará reunirse con los disidentes en su visita relámpago a Cuba

El jefe del Ejecutivo dice que hablará con Díaz-Canel de «todo» enel que es el primer viaje oficial de un presidente español a la isla en 32 años

Paula De las Heras

Enviada especial a La Habana (Cuba)

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Jueves, 22 de noviembre 2018, 06:26

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«Lo que queremos no es tanto ponernos una medalla sino que el presidente conozca la realidad cubana». En la Moncloa llevan días poniéndose la venda en previsión de la herida que, saben, tratarán de infligir el PP y Ciudadanos por el hecho de que Pedro Sánchez no tenga programado ningún encuentro específico con la disidencia en la visita de apenas 24 horas que inicia este jueves en Cuba. El presidente del Gobierno decidió embarcarse en el primer viaje oficial de un jefe del Ejecutivo a la isla en 32 años el pasado septiembre, tras entrevistarse en Nueva York, en los márgenes de la Asamblea de ONU, con el sucesor de Raúl Castro, Miguel Díaz-Canel. «No queremos hacer gestos, lo que queremos es normalizar la relación», insisten sus colaboradores.

El Gobierno hace hincapié en que no se trata de crear vínculos nuevos sino de reforzar los que nunca han dejado de existir entre dos sociedades con enormes lazos históricos. Y circunscribe el viaje dentro de una cierta política de continuidad respecto a lo que venía haciendo el Ejecutivo de Mariano Rajoy, que ya emprendió un sustancial acercamiento político a la Isla después de que el régimen se embarcara en 2014 un proceso apertura que no termina de despegar en lo económico y menos aún existe en lo político («no habrá lugar en Cuba para quienes luchan por la restauración del capitalismo», dijo Díaz-Canel en su discurso inaugural como presidente, el pasado abril).

Con cierta sorna, los colaboradores de Sánchez recuerdan incluso que el PP llegó a condonar hace un par de años en torno a 1.900 millones de euros y a reestructurar a largo plazo otros 720 millones de la deuda que Cuba mantenía con España. Y añaden que ni Alfonso Dastis ni José Manuel García Margallo, los dos últimos ministros de Exteriores, se reunieron tampoco con la disidencia durante sus visitas a la mayor de las Antillas. Ni lo hicieron, dicen, otros mandatarios que han visitado Cuba desde 2015 como el presidente francés François Hollande, el primer ministro italiano Matteo Renzi, el presidente portugués Marcelo Rebelo Sousa, el estadounidense Barack Obama, la alta representante de la UE Federica Mogherini, o los tres últimos papas. «Entiendo que el listón para nosotros querrá estar más alto pero no hacemos nada extraño», remarca uno de los más estrechos asesores del presidente.

Apenas 24 horas

Sánchez llegará a La Habana hacia las 16:00 horas (22:00 hora española) para iniciar la primera fase de su visita, la política, que se centra en una entrevista con Díaz-Canel. El Ejecutivo no adelanta si aprovechará la ocasión para negociar, como hizo Felipe González en su encuentro con Fidel Castro en 1986, la liberación de presos políticos. Recuerda que este tipo de asuntos tampoco se pregonan a los cuatro vientos, pero aseguran, en cualquier caso, que su intención es hablar «de todo» y mantener un «diálogo franco» con el presidente cubano, con el que, por cierto, no está previsto mantener una comparecencia conjunta ante la prensa, como suele ser habitual en política internacional cuando se celebra una reunión bilateral de esta índole.

La segunda fase del viaje, ya el viernes, tiene un inminente calado económico y comercial. El jefe del Ejecutivo ha invitado a viajar con él a representantes del mundo empresarial -no solo de empresas del Ibex sino también pymes- para participar en un foro que pretende analizar inversiones y contratos en infraestructuras y desarrollo turístico. En total, está prevista la participación de unas 200 empresas. Recientemente, tras la condonación anteriormente mencionada, Cuba ha incurrido en el impago de deudas con el ICO y con el Cesce, la compañía de gestión de crédito integral, que compromete las inversiones previstas y decisiones como las que el pasado mayo tomó esta entidad, de titularidad fundamentalmente estatal, de ampliar su cobertura para proyectos de empresas españolas en Cuba con un techo de 30 millones de euros. «Será uno de los temas que tratemos», aseguran en el Ejecutivo.

La tercera pata es la cultural. En 2003, Fidel Castro ordenó por las bravas el cierre del Centro Cultural de España en La Habana, creado en 1995 y situado en un majestuoso palacio en pleno malecón a cuya rehabilitación se habían dedicado 3,8 millones de dólares, como represalia por la declaración de condena que emitió la UE a las penas de cárcel impuestas a 75 disidentes y la ejecución de tres secuestradores de una lancha. El Gobierno no tiene intención de hacer 'casus belli' de su recuperación. «No se trata de pedir la devolución de un patrimonio, de las paredes, sino de lo que ocurría dentro de esas paredes; lo importante es que la cultura española se pueda proyectar», dicen. Ese es el objetivo declarado. Como «gesto de amistad y recuerdo de la historia en común», Sánchez hará entrega de la silla del general Mafeo, uno de los líderes de la independencia, que fue arrebatada como botín de guerra por el mallorquín Valeriano Weyler. Se trata, en realidad, de un préstamo temporal de dos años.

El broche al viaje será una recepción en la embajada con representantes de la sociedad civil, cuentapropistas, periodistas independientes, artistas e intelectuales entre los que se espera al escritor Leonardo Padura, al actor Jorge Perugorría o al restaurador Enrique Núñez. Es en ese acto en el que quizá haya cabida para personas poco afines al régimen, según esgrimen como de pasada en la Moncloa. «¿Qué es exactamente un disidente?», cuestionan.

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