el deporte por bandera
Ángel maría de pablos
Martes, 21 de abril 2015, 12:23
Desde los años cuarenta del pasado siglo, la gente del deporte en Valladolid conocía a Benito Sanz de la Rica tanto por su nombre de pila o por sus apellidos naturales como por su seudónimo deportivo en El Norte de Castilla: Madrazo. Y pienso que no habrá ningún deportista veterano, capaz de recordar siquiera al vuelo de la memoria aquellos años, que ignore los artículos que firmaba Madrazo-Sanz de la Rica o, si lo prefieren mejor, Sanz de la Rica-Madrazo.
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Nuestra ciudad no fue de las capitales más castigadas durante la Guerra Civil ni en su arquitectura ni en su urbanismo. Pero una guerra vale para descolocar todo lo que llevase un impulso hacia delante, hacia el futuro, hacia su porvenir, y la muy limitada organización de la sociedad deportiva vallisoletana andaba, como se suele decir, manga por hombro. Permitiendo que el deporte se mantuviese por espíritu de supervivencia o estuviese en manos de quienes individualmente, y movidos tan solo por su afición, se preocupaban de promover aquello que les atraía.
Benito era un hombre del deporte en general, del deporte como tal, y no tenía, o no sentía preferencia por una o por otra actividad. Y desde su despacho en el edificio de los Sindicatos (aquellos sindicatos verticales que no todo lo hicieron mal), desde su puesto como secretario general se fijó como obligación la de reestructurar, organizar y dar vida al deporte creciente de una ciudad como la nuestra, que acabó siendo una capital deportiva por excelencia. Y fue él quien sentó los cimientos básicos sobre los que luego se apoyaron todos los que veían en el deporte no solo una necesidad física sino, sobre todo, una obligación social.
No existía en aquel panorama posbélico ninguna institución provincial con la fuerza y la exigencia de trabajar en el entorno de cada especialidad deportiva. Y él las fue creando, poco a poco, paso a paso, sin prisas pero, también, sin ninguna pausa. Benito Sanz de la Rica creaba las federaciones y en ellas trabajaba hasta que cada organismo federativo conseguía el ritmo adecuado, el movimiento necesario para hacer más sencillo su trabajo. Entonces, en ese momento, Benito se retiraba, dejaba la federación en manos de personas competentes y, que yo recuerde, en no pocos casos dejaba la federación en manos de quienes los deportistas o los clubes decidían.
Y él, Benito, se marchaba a buscar otro hueco vacío, otro ente federativo sin crear para ir perfilando de forma trabajada, ilusionada y entusiasta ese futuro que, aún ahora mismo, necesita nuestro deporte para prosperar. Así fueron naciendo las federaciones de natación (su deporte sin duda alguna, en el que llegó a ocupar un cargo internacional desde el Colegio de Árbitros), también la de baloncesto, la de balonmano, la de atletismo, la de los deportes autóctonos, la federación de hockey sobre patines, la de tenis y otras muchas También empujó la actividad de la hípica que pensó, y pensó bien por entonces, que serían los militares de caballería quienes la podrían dar vida. También sentó las bases de la federación de boxeo y, con una muy numerosas lista de corredores, la de ciclismo, que puso en manos de un loco de la bicicleta como David Redondo, el pintor, el deportista, el hombre de la inmensa voluntad.
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Claro que para voluntad, la de Sanz de la Rica que, por el afán de reforzar todo aquello que iba haciendo en la sombra, ideó en este periódico que hoy acoge estas humildes líneas unas secciones diarias que crearon afición y, por si eso era poco, fueron informando de actividades nacionales o mundiales que, por razones de espacio, por método del propio Norte, no tenían líneas suficientes para que llegaran hasta los muchos aficionados que ya se manifestaban. Natación, deporte utilitario, Atletismo, deporte rey y Actualidad deportiva, donde en tres líneas exactas y separadas por asteriscos metía resultados de todo el mundo relativos a prácticas deportivas que no merecían, entonces, mayor espacio en las páginas deportivas del periódico.
Cuando Miguel Delibes me comunicó que podía escribir con mi firma los artículos que desease, yo me asusté: «Yo, ¿publicar como Madrazo?...»
Y, con el paso del tiempo, Madrazo era quien se colocaba en la mesa que yo ocupaba y me transmitía consejos que fueron para mi carrera de gran utilidad, siempre con ese espíritu que distingue a los caballeros y a los señores tratados con mayúsculas. Y no solo consejos periodísticos sino, sobre todo, deportivos: qué esfuerzo era superior, cómo valorar un trabajo en equipo, cómo juzgar un récord de todo tipo sin tener que recurrir al dinero que percibe el deportista Me enseñó a valorar la técnica de cada deporte, de cada deportista según el lugar que ocupase en la cancha o en el campo, a considerar la aportación del entrenador, del técnico, en el resultado de un partido y tantas cosas, tantas, que ahora con la emoción encogiéndome los recuerdos y apretándome el corazón soy incapaz de enumerar.
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Benito Sanz de la Rica y Marco, Madrazo, maestro y amigo sobre todo, descansa en paz. Y allí donde te encuentres, en lo más alto del cielo, seguro que habrá alguna federación que ordenar y alguna competición que disponer. Tu siempre llevarás el deporte por bandera.
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