El Tordesillas nunca deja de creer

El partido o, mejor dicho, la final frente al Almazán fue el fiel reflejo del curso y de un equipo que se ha ganado seguir soñando por ser capaz de todo menos de dejar de creer.

Tuvo que ser el más tímido quien, en el minuto 92, levantara a toda una grada, invadida por la euforia en un añadido que pasará a la historia de Las Salinas –otro más–. Por vivir una nueva gesta para poner punto y seguido a una temporada llena de momentos épicos. El último llegó con todo en contra.

No se podría decir que el Tordesillas pidiera la hora, no tanto como eso, pero digamos que el empate era un muy buen resultado para las circunstancias que se presentaban en el tramo final. Con diez, el conjunto rojiblanco se asentó atrás, movió fichas para no recibir sustos y, así fue, ni un tiro a puerta de un Almazán al que le sobrepasaba con creces la situación. Fue incapaz de generar peligro, no mereció marcar y además recibió el mayor castigo.

Tres caras nuevas se cargaron las opciones del equipo soriano. La agarró Mongil, como si fuera de su propiedad, esperando el momento crucial para darle a Samu un pase perfecto. Se lo regaló, con maestría, al futbolista que siempre está para encarar a quien sea –con lo que cuesta ver eso hoy en día–, se fue a base de fe de su zaguero y se la cedió a Cadaveira.

En ese momento, Las Salinas sufrió una congelación. No será por falta de costumbre, pues es difícil contabilizar cuántas tardes de estas ha vivido –no tan salvajes, eso sí–, pero no estaba entre los planes que ocurriera en este contexto. Cadaveira llegó con el alma para rematar a puerta vacía. Lo que pasó después solo puede explicarse con corazón. Lo que ocurrió antes solo puede entenderse con entrega.

Hasta la expulsión de Héctor, rigurosa cuando menos, el Torde no dio por bueno el empate. Es cierto que la predisposición del Almazán fue mucho más ofensiva, pues estaba obligado a ganar, y amenazó con una llegada a los dos minutos de Larry, que la mandó fuera en el segundo palo.

A los locales les podía la congoja, pero acabaron despertando, paradójicamente, gracias a que el árbitro les desperezó. Su doble rasero con las amarillas –cuatro a los rojiblancos en cuestión de cinco minutos– hizo que jugadores y grada se encendieran. A su equipo le costaba llegar y Popi reclamó un penalti que a Camilo, minutos después, sí le concedieron.

Medio play-off en las botas de Torres, que nunca entiende de cosas sencillas. Ni de goles, ni de momentos. No fue su mejor definición y Alberto se lo adivinó para mandar el choque al descanso con todo abierto y con una ovación al delantero, que de estas ya ha vivido unas cuantas.

Antes de que el equipo notara el cansancio, Miguel de la Fuente estuvo rápido moviendo el banquillo, si bien quitó al único centrocampista que no tenía amarilla. No salió bien, pero solo le dio más épica a un triunfo que se acabó logrando. La próxima semana se disputará el puesto final de la tabla, pero el Atlético Tordesillas puede volver a gritar que es de play-off, por segunda temporada consecutiva.