«El mercado está abierto ahora a probar vinos diferentes»

Sus vinos, acogidos a la IGP Vino de la Tierra de Castilla y León, han sido bautizados con numerales ordinales que corresponden al mes del año en el que nacieron cada uno de ellos. Llegaron a la vida en el lugar idóneo y con un proyecto bautizado con un nombre que les abriga, pues 'Lar' es «el hogar, hace referencia a los suelos, al terroir, a casa», explica María. Y 'Maía' hace referencia al mes de mayo, cuando salió su primer y emblemático vino, al que llamaron 5º Tinto, «y que equivale a un crianza». Elaboran otro tinto, 7º Autor, y un rosado, al que apelan 7º. Vinifican uva tempranillo, aunque «la idea es hacer un cuarto vino, un monovarietal de garnacha tintorera que no saldrá todos los años, de edición muy limitada, algo muy especial».

Las dos hermanas han querido marcar la personalidad de sus vinos desde sus orígenes, pues al contrario de lo que suele ser lo habitual, «el proyecto lo hicimos al revés», señala Irene. «Empezamos con la venta del vino», que elaboraban en otras instalaciones, alquiladas, hasta generar confianza. «Cuando vienes del mundo del vino lo tienes muy claro: para qué quiero una bodega hecha, preciosísima, si no tengo a quién enseñarla y a quién vender. Cuando haya confianza ya tendremos el edificio, pero primero necesitábamos la confianza. El cliente no te va a comprar un edificio. Creo que tuvimos ese sentido común, también poco dinero, por lo que enfocamos las cosas con cabeza», indica Irene, quien coincide con su hermana en afirmar que, una vez en marcha, «los pequeños resultados son grandes apoyos para salir adelante» en proyectos como el que comparten.

En el 2015 se crea la empresa, «pero previamente ya habíamos hecho movimientos de exportación, habíamos ido a buscar clientes, porque, aunque vengas de otras bodegas y conozcas a gente, al final lo que quiere un cliente es conocer y probar lo nuevo que haces. Fue como empezar todo de cero».

De la nada al mundo, pues el 95% de su producción se destina a exportación, a Europa y Estados Unidos, principalmente. En cuanto al mercado español, María señala que «empieza a ser inquieto, pero todavía es muy marquista, y lo quiere rápido. Y también creo que hay un problema educacional de precios, porque la gente se cree que la uva entra en la bodega y ¡pum!, se ha convertido en vino».

Irene coincide con su hermana en la idea de que «el mercado está abierto ahora a cosas diferentes, a conocer más cosas y eso es una gran noticia».

Personalidad propia en sus vinos y también en su estrategia de venta y comunicación, innovadora, sin duda. El nombre de los vinos, el tipo de botella que emplean, la cápsula o la etiqueta están pensados para captar la atención del potencial cliente, «para que, al menos, nos dedique 10 o 20 segundos», explica María.

Por ejemplo, «la cápsula es una ficha de cata, sujeta al cuello de la botella con una goma, para que la gente tenga una pequeña información del vino, simpática, y en la que incluso puedes apuntar tus impresiones de cata», explica Irene.

«La idea es que te acuerdes de nosotras. Apuntas en ella, te la metes en el bolsillo del pantalón y cuando la saques te acuerdes de nosotros, del vino; es algo referencial», argumentan. «En ellas, en las etiquetas, también puedes apuntar por qué has comprado el vino, con quién lo compartes». De esta forma «le damos un aire fresco y juvenil, para acercarnos a todos los públicos».