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uando se habla del antruejo la primera imagen que viene a la mente es la de la máscara y el disfraz; los momentos de permisividad y descontrol; el triunfo de don Carnal antes de que se haga presente doña Cuaresma. Pero..., ¿Y qué pasa cuando empieza a rugir la panza? Seguro que aparecen todos esos dulces con los que obsequiaban las abuelas en estos días de carnestolendas y que han permanecido a lo largo de los años como tradición familiar o gracias al esmero de muchas confiterías y pastelerías.
El carnaval de La Bañeza es junto al de Ciudad Rodrigo, uno de los dos carnavales de la comunidad que están declarados como Fiesta de Interés Turístico Nacional. La confitería Conrado, una de las de referencia de la localidad, se esmera durante estos días en elaborar sus carnavaletas, rusos, sequillos, orejas y dominós, entre otros dulces.
Sergio González Concejo, de Confitería Conrado, reconoce que la tradición carnavalera cuenta con «bastante variedad para ser una época en la que la fiesta se concentra en tres o cuatro días».
En el caso de la población leonesa, «lo más tradicional, lo de toda la vida son las carnavaletas y las orejas». La primera especialidad es una especie de piruleta elaborada con pasta brisa y chocolate blanco, entre otros ingredientes, y su forma de careta hace que sea de las más atractivas y divertidas para los niños.
Las orejas son una masa frita con vino blanco que en otras partes de la comunidad se conocen como orejones, orejuelas o soplillos.
Sergio justifica que el antruejo de La Bañeza se vive en la calle. «Cada persona tiene cinco o seis disfraces para esos días. En cualquier rincón te encuentras que la gente hace su teatro. Es espontaneidad y no son días en los que la gente se siente muy tranquilamente a comer... Son jornadas de ajetreo y las personas se llevan los dulces, sobre todo, para consumir en la calle».
En su caso, «los dulces siempre llevan un componente de materia prima de León. Nos gusta trasladar el sabor de la comarca, de la tierra, a los productos que elaboramos».
En el caso del carnaval de Toro, Fiesta de Interés Turístico de Castilla y León, la gastronomía está igualmente ligada a lo dulce, a las orejas y flores de carnaval, identifica el diputado de Turismo y toresano, José Luis Prieto. Según destaca, «la fiesta gastronómica por excelencia es la vendimia», aunque en estos días entre baile y coplas o la celebración de la boda tradicional en el Domingo Gordo, nadie dice que no a un buen asado con productos de la zona para rematar con los postres citados.
El carnaval de Cebreros es otra de las fiestas destacadas de la provincia de Ávila, que desde el año 2009 está reconocida como Fiesta de Interés Turístico Regional. Hay constancia de que hace más de 200 años que se celebra esta cita en la que el dulce en forma de rosquillas y retorcidos también preside la gastronomía.
En Aguilar de Campoo, el símbolo del pueblo, la galleta, está muy presente en el carnaval porque sirve de inspiración para disfraces y para la ambientación. Sobre la mesa toman el testigo las orejuelas, de hecho, se organiza cada año un taller de elaboración de este producto y un concurso. La base de las orejuelas son la harina, leche, anís, huevo mantequilla, azúcar y en algunos casos, zumo de naranja. Cuentan los expertos que el secreto reside en estirar muy bien la masa para luego freírla.
En Navalosa (Ávila) los Cucurrumachos con el sonido de los cencerros y ese ánimo por ahuyentar los espíritus son el eje de su carnaval. Esos días también los quintos aparecen en escena, esos jóvenes a los que antes se tallaba para ir a la mili, y que van recogiendo por todas las casas del pueblo los productos que los vecinos tienen a bien entregarles y que luego se exponen en la plaza para convertir la gastronomía en variada aunque son días de dulces y patatas revolconas.
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