
Alaejos y la fuente del arroyo de la Reguera
El municipio vallisoletano ofrece grandes atractivos naturales, patrimoniales y gastronómicos
Alaejos esconde tesoros naturales, patrimoniales y gastronómicos increíbles y bien merece una parada. Si ya de lejos, cuando se circula por la A-62, las altas torres de las iglesias de San Pedro y de Santa María atraen la vista de los viajeros a este municipio vallisoletano, es aconsejable acercarse para admirarlas. Si el vértigo no se lo impide, puede subir a las dos torres para admirar el paisaje castellano en el que se mezclan las tierras de cultivo, incluidos los viñedos, y los pinares. Sus calles más antiguas, jalonadas por blasones nobiliarios, hablan de un pasado de nobles linajes.
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Además de su casco histórico, declarado Bien de Interés Cultural en 1997, destaca la Ruta de la Ermita de Santa Ana, que es visitada por los lugareños en fechas señaladas, como el día de San Isidro y los jueves de compadres y comadres, los dos anteriores a la Cuaresma, en los que hombres y mujeres invitan a merendar. Aunque la ermita se encuentra en ruinas, se ha levantado en el suelo el trazado de su antiguo perímetro. Santa Ana era la patrona de Alaejos pero en su día le cedió el honor a la Virgen de la Casita, cuya ermita se encuentra al otro lado del pueblo.
La senda verde mencionada parte del casco urbano y permite un paseo fácil de unos 7 kilómetros entre la ida y la vuelta, junto al cauce del arroyo de la Reguera, que en la actualidad está seco. Uno de sus principales atractivos es la Fuente del Caño que, junto a su sistema de canalizaciones subterráneas, tuberías de cerámica y varias arcas (la mayor es conocida como 'arcamadre'), abastecía de agua a los vecinos hasta 1965.
También permanecen en pie los muros de canalización que permitían evitar los desbordamientos en las épocas de lluvia y facilitar la filtración hacia la fuente y, de ese modo, mantener el nivel freático durante una buena parte del año. El paseo es muy agradable y permite admirar esta obra de ingeniería de la época romana, aunque el actual caño es de estilo neoclásico del siglo XVIII.
Carlos Mangas, alcalde de Alaejos desde hace 14 años, explica que todo este sistema y la fuente estaban prácticamente tapados por las tierras de labor pero el Ayuntamiento de Alaejos hizo una permuta con un agricultor para sacar a la luz esta joya del pasado. El camino flanqueado por chopos y álamos ofrece una parada en un merendero que se han convertido en punto de interés para vecinos y visitantes, antes de llegar a la ermita.
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El último proyecto es la recuperación de las ruinas del castillo en el que los Comuneros sufrieron su primera derrota en septiembre de 1520. Gracias a un plan director, el Ayuntamiento está rehabilitando algunos de los túneles que comunicaban sus cuatro torreones y un pozo de nieve, además de adecentar el foso, con el objetivo de que pueda ser visitado desde el mes de agosto. Lo mejor es llamar a la Oficina de Turismo (983 867135).
En la actualidad, Alaejos ronda los 1.400 habitantes pero hubo un tiempo en el que superaba los 5.000 vecinos. De la importancia de sus pasado vinícola hay muchos textos de grandes escritores, como Quevedo o Cervantes, que lo atestiguan. Además, bajo todas las casas del casco antiguo existe una bodega. En estos momentos, se ha vuelto a apostar de nuevo por las viñas y, en los últimos años se han plantado más de 200 hectáreas de verdejo adscritos a la Denominación de Origen Rueda. El alcalde lamenta que, por el momento, no haya ninguna bodega parar atraer a los enoturistas.
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De tradición castellana
Andrea D. Sanromá
Atención cuidada, ambiente tranquilo y decoración taurina dan la bienvenida al comensal en la sala comedor del restaurante Puerta Grande. Ubicado en la Plaza Mayor del municipio vallisoletano de Alaejos, los amplios ventanales del salón ofrecen una envidiable vista a la iglesia parroquial de San Pedro del siglo XVI, declarada Monumento Histórico Artístico. Pero si llamativa es la panorámica no lo es menos lo que se encuentra en el plato. Especializados en cocina casera tradicional desde que abrieran sus puertas en el año 2007, sus propietarios, Jesús Santana y Santiago Lucas, no han cejado en su empeño de ofrecer calidad a un precio ajustado. Y después de catorce años pueden decir que les ha dado resultado. «Es increíble porque la gente ha seguido viniendo a por nuestros platos», explica Santiago refiriéndose a la situación vivida desde la aparición de la pandemia por Covid-19 en el mes de marzo.
Parte importante de su éxito reside por supuesto en los fogones, las cocineras Carmen Ojeda y Alicia Aguado se encargan de que todo salga a pedir de boca. Entre las especialidades de la casa destaca el guiso de gallo de corral, «gallo autóctono del pueblo, criado entre seis y siete meses en corral y cocinado al estilo tradicional con verduras», explica Santiago a lo que Jesús añade, «se parece al turresilano pero sin meter almendras o frutos secos».
Pero también es muy solicitado el cochinillo. «Siempre son cochinillos blancos que no pasan de los cinco kilos y el asado se hace el momento», insisten. De hecho, lo incorporan también al menú diario, eso sí, con un leve incremento del precio que pasa de los doce euros de lunes a viernes a dieciocho, si se opta por esta carne. En cuanto al lechazo, éste es siempre por encargo, «pero en carta tenemos paleta de lechazo». Merecen también mención los postres caseros, como el arroz con leche, las natillas y la tarta de queso.
El establecimiento cuenta también con habitaciones, así que le ha servido para diversificar el negocio. «Otros años portugueses que trabajan en Francia paraban aquí a hospedarse y comer, los vemos de año en año y es muy grato saber que nos escogen como lugar para descansar y recuperar fuerzas», apuntan. Reconocen que su trabajo es vocacional, Santiago comenzó con dieciséis años y Jesús con dieciocho «y muy sacrificado, en trece años no hemos cerrado ni un día, con la excepción del confinamiento», concluyen.
Si en la iglesia de San Pedro destaca su alta torre de 76 metros y una gran balconada que asuma a la Plaza Mayor desde la que se veían los toros, la calle Zabacos, que conserva originales fachadas originales, permite caminar hasta la Iglesia de Santa María, que une estilos renacentistas, mudéjares y barrocos, donde son dignos de mención su museo de arte sacro, el coro plateresco construido con madera de pino sin policromar, sus dos cúpulas y el altar mayor del escultor Esteban de Jordán. Cuentan que el escritor Miguel de Unamuno visitaba Alaejos en los años 30 del pasado siglo, cuando era rector de la Universidad de Salamanca, y se tumbaba en el suelo para admirar su belleza y ver mejor los detalles de las cúpulas con sus prismáticos. ¿Se imaginan esta curiosa imagen?
El interior de la iglesia alberga el Museo Interparroquial de Arte Sacro con piezas de orfebrería, esculturas y pinturas de la comarca, entre las que se destacan dos lienzos del pintor napolitano Luca Giordano. También es llamativa la escultura gótica de madera dorada policromada finales del siglos XIV o principios del XVI que representa a Nuestra Señora La Morena. Una talla que está cortada en la parte de abajo. Según la leyenda fueron los franceses durante la Guerra de la Independencia los que serraron la madera al creer que en su interior había modernas de oro. No encontrará monedas de oro en Alaejos pero sí descubrirá otros tesoros.
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