El actor de Valladolid Roberto Enríquez protagoniza 'Coriolano' en Olmedo Clásico. Jero Morales

Roberto Enríquez: «Aunque la democracia sea imperfecta, las alternativas son mucho peores»

El actor vallisoletano protagoniza la tragedia política 'Coriolano' de Shakespeare en Olmedo Clásico

Samuel Regueira

Valladolid

Sábado, 26 de julio 2025, 08:19

No solo fue una de las últimas tragedias de Shakespeare; también fue su obra más política. Su singular vigencia y sus plurales lecturas hacen de ' ... Coriolano' una de las más estimulantes propuestas que pueden disfrutarse en el crepúsculo de la XIX edición del Festival Internacional de Teatro Olmedo Clásico, a cargo de la compañía Eqm Serveis Culturals y dirigida por Antonio Simón, a partir de una adaptación propia escrita a cuatro manos con Juan Carlos Plaza-Asperilla, con los papeles principales a cargo del vallisoletano Roberto Enríquez, Carmen Conesa, Manuel Morón y María Ordóñez, entre otros.

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«Shakespeare siempre ha sido un clásico pero esta obra en concreto nunca ha perdido vigencia», valora el actor protagonista. «'Coriolano' pone el foco en el ser humano y despliega una serie de reflexiones mientras cuenta una historia que vinculan siempre con cosas actuales; desde que la política importen más las palabras que los hechos, la desconexión de la clase alta de lo que pasa en la clase baja o cómo el pueblo puede ser manipulado por sus representantes políticos», enumera.

La postura de Shakespeare no resulta, en ese sentido, sencilla de definir. «La vocación del autor es hablar del momento en que el senado da voz al pueblo y se nombra a tribunos que manipulan de manera burda y simplemente por sus intereses», explica Enríquez. Ese proceder, que «lejos de alejar, introducirá aún más a los espectadores en la historia», no es tampoco una metáfora seductora para los emergentes discursos ultras, ávidos de desarticular los imperfectos sistemas democráticos y sustituirlos por métodos de gobierno retrógrados y desiguales:

«El público en muchos momentos se pone del lado de Coriolano, pues es un hombre victima de un juego político al que no ha querido entrar, pero Shakespeare también nos dice que es alguien que acabaría con la democracia, con el senado y los contrapesos del poder... Sería un totalitario», argumenta su intérprete. «No es posible reducir todo lo que aquí se cuenta a una única historia, pero creo que uno de los mensajes de esta obra es que, aunque la democracia sea sucia, corrupta, e imperfecta, es el mejor, o el menos malo de los inventos para gobernarnos, pues las otras opciones son mucho peores».

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Llamada al público

Una de las singularidades de la adaptación de Simón es la manera que tiene de integrar al público en su obra: «Se busca hacer partícipes a los espectadores, como parte de un juego teatral en el que precisamos de su intervención para seguir contando la escena», ríe Enríquez. «Es un juego irónico de la democracia de la que participamos, que creemos que es de pleno derecho pero no somos tan soberanos como pensamos».

Es, también, una manera más de integrar al público en una obra, la que el poeta T.S. Eliot consideró la mejor de Shakespeare, llena de grises; desde la configuración de su protagonista; «héroe y perfecto militar que desprecia al pueblo, es clasista y tiene una vanidad monstruosa», hasta la identidad de su esquivo antagonista; «parece que sea Aufidio, el rey de los volscos de Antium; pero en realidad son los tribunos, un adversario ante los cuales Coriolano, que desconoce el manejo de la persuasión, la demagogia o la sutileza, se encuentra desprovisto de armas para poderles combatir».

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«Coriolano es alguien cuya tragedia consiste en que no logra encontrar su lugar, trata de ser fiel a sí mismo y nunca lo consigue», apunta Enríquez. «Su paso de héroe de guerra a villano en un minuto nos recuerda a aquellos políticos a los que en un principio se encumbran y acto seguido se les tira del campanario».

En cuanto a la puesta en escena de la adaptación en particular, este 'Coriolano' destaca por un vestuario «híbrido, entre lo clásico y lo contemporáneo, con un aire identificable pero que de repente habla de Roma o regala una gloriosa pelea de espadas», describe el protagonista, a propósito de una escenografía que «cabalga en la estética de lo contemporáneo». A su vez, también destaca «un espacio sugerente que, como una ballena varada, construye un rombo elevado con las partes exteriores inclinadas, bajo los nombres Antium y Roma, y que suponen la base de un suelo desequilibrado, torcido y peligroso».

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La obra también supone el debut de Roberto Enríquez en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Olmedo, «un certamen que conozco muy bien pero en el que es la primera vez que tengo ocasión de participar».

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