Quien mejor explica el cambio que experimenta una creación original cuando es transformada, adaptada por alguien que no es el inventor de la historia, no es la matriz creada por el autor, es Quino, el padre de la cáustica Mafalda. Explico: en la primera viñeta de la tira cómica vemos una habitación con los restos de una bulliciosa fiesta, en el siguiente recuadro, la habitación se muestra inmaculada y llama la atención que el Guernica de Picasso, que en la primera imagen es el original, en la segunda contemplamos que, igual que la habitación, ha sufrido una metamorfosis. Cualquier lector puede localizar la caricatura en 'internete'.
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El cine, que de un tiempo a esta parte convendría calificarlo de audiovisual, su industria ha sido desde sus orígenes usurpador de ideas ajenas, encaminadas a montar sus argumentos, dirigir con los guiones el camino a la realización y finalización de las películas. 'Los santos inocentes', novela de Miguel Delibes publicada en 1981, fue llevada a la gran pantalla con guion y dirección de Mario Camus. El largometraje triunfó en taquilla y la crítica hizo una valoración positiva del film.
La transformación que de Azarías hizo Paco Arrabal y la interpretación de Paco, el Bajo, a cargo de Alfredo Landa los llevó en Cannes al premio, ex aequo, a la mejor interpretación masculina. Camus recibió la Mención Especial del Jurado en el mismo certamen. Todo de primera y nada que objetar. O sí. Vi la proyección en el hoy cerrado Teatro de Lope de Vega y leí la novela años después de su visionado y me quedo con el texto. Si algo más tengo que añadir, es que las imágenes del celuloide, el Azarías, la Régula, Paco, El Bajo, el señorito Iván, etcétera, han invadido mi recuerdo y llenan mi fantasía con la figura de las actrices y actores de la película. Moraleja, lean las novelas y luego vayan a las salas de cine.
Aprovecharse de la fama de alguien para llamar la atención, y se fijen un poco en ti, tiene diferentes juicios, y ahí los dejamos. Las tablas dramatizan la novela, llevan a escena 'Los santos inocentes'. Releída la novela, vista la película, nada mejor que contemplar serenamente lo que los inocentes estrenan en el Teatro Calderón de la Barca de Valladolid, cuna del autor, el primigenio creador de la historia.
Aselados en el paraíso, despiertos, contemplamos una manera diferente de ver la vida en un cortijo y con aplausos del respetable, cerramos estas letras con una conclusión: hay cierta prosa, la de Miguel Delibes, que no es filmable ni puede alcanzar la cima en un escenario. Lo mismo podemos decir de su vocabulario. Mucha mierda.
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