Carmelo Gómez, en el papel de Pacífico, comparte función con Miguel Hermoso.
Teatro

Carmelo Gómez: «Todos nos hemos ido para salvarnos, aquí hay horizonte pero no futuro»

El intérprete de Tierra de Campos dará vida a Pacífico en 'La guerra de nuestros antepasados' que llega a Valladolid el próximo fin de semana

Victoria M. Niño

Valladolid

Domingo, 11 de diciembre 2022, 00:27

Disfruta de la lluvia en Sahagún, su pueblo, «será buena para los agricultores», y caza al vuelo los hilos de memoria que le quedan a ... su padre. Carmelo Gómez anda metido en la piel de Pacífico, el protagonista de 'Las guerras de nuestros antepasados'. La obra de Delibes, que fue estrenada en 1989, estará en le Teatro Calderón de Valladolid el próximo fin de semana.

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–¿Hace falta sentirse cercano a esta tierra para hacer una Pacífico contemporáneo?

–Es necesario conocer como Delibes el campo, lo que llamamos la España vacía, que antes tuvo plazas llenas de críos, haberlo vivido para hacer ese personaje hoy tan contemporáneo. Lo es porque no se quedó en la plaza y en las campanas. Hace una reflexión universal con temas que nos acechan a todos y lo harán por los siglos, entre ellos, la guerra, el maltrato a los niños, las herencias y mandatos educativos que nos hacen creer que tenemos proyectos propios que no lo son, la presencia poderosa de la mujer.Es curioso que lo escribiera hace 50 años y tenga esta vigencia.

–¿Pone el acento más político la adaptación de Eduardo Galán?

–La adaptación se ha ido construyendo entre todos, lo reconoce Galán. Él escribió una historia del mundo rural, casi costumbrista que le parecía interesante y le llamaba la atención porque es un hombre de ciudad. Es importante tener la visión desde el pueblo. Todos hemos podido hacer nuestras aportaciones, yo muchas porque soy de Tierra de Campos y algunas costumbres y en lo que han derivado conozco. Ellos estaban conmocionados, les contaba anécdotas y poco a poco se ha ido yendo hacia el Pacífico que puede ser cualquiera de los que llevamos dentro, ese niño que tiene hipersensibilidad y a partir de ahí una comunidad entera se pone en contra porque eso no son maneras, porque hay otros hábitos que no se pueden saltar a la torera, porque en un sitio pequeño y cerrado los hábitos son leyes mas grandes que las del estado y convierte al chaval en víctima de esas leyes. La novela es dialogada y Delibes deja abierta la puerta a que una vez que los personajes se han puesto en pie vemos que detrás de las palabras se esconde todo lo demás, y ese es nuestro trabajo.

«Si hay algo nuevo por mi parte es que saco la forma de hablar castellano de aquí, que también tiene su acento y su música»

–¿Sufre o goza su pueblo cada vez que vuelve?

–Igual por igual la gozo porque huelo el rocío y me trae recuerdos. La estructura del pueblo desde lejos me llena de júbilo. Me gusta pasear por las calles de noche y es como si todos los ausentes estuviéramos vagando por allí. Tengo la sensación en la plaza cuando me saludan en fiestas que todos hemos enterrado el corazón aquí pero es una presencia vacía que no ayuda. Todos nos queremos mucho, decimos que como aquí en ningún sitio, pero en realidad todos nos hemos ido para salvarnos porque aquí hay horizonte pero no futuro. Para mí ese es el problema, endémico y conocido. Hay un refrán que define esta cárcel que puede ser un pueblo y el orgullo de ser de aquí: más vale lo malo conocido... y que sigue con el 'no te vayas que si vuelves vendrás como un perdedor'. Eso lo veo claro y no hay rebeldía todavía para decir basta. No son los políticos los que nos tienen que decir, sino nosotros tenemos que buscar soluciones a esta parálisis que tiene estos pueblos. Esa es mi dicotomía.

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–Hizo Lorca y ahora este Delibes. Estos textos que no nacen para el teatro y acaban teniendo tanto éxito ¿demuestran la versatilidad del clásico?

–La virtud del clásico es que pasados los años nosotros nos situamos en un presente viendo el pasado que se repite de manera análoga. Esa es primera conmoción y base de cualquier clásico, porque si no, es una pieza de museo y los cuadros los miramos ellos a ti no. Estas piezas solo tienen un espíritu universal claro por el que nos podemos sentir tocados. En este caso crea la metáfora y algunas veces roza el realismo mágico, un escritor que es realista y, sin embargo, este texto se parece por momentos al mundo de 'Cien años de soledad'.

–Interpreta a Pacífico, interperlado por su psiquiatra, en un momento en el que la salud mental está sobre la mesa. ¿Su hipersensibilidad es patológica?

–Ese tema lo descubrimos en el trabajo y al final le hemos dado su hueco. No da tiempo en hora y media para hablar de todo lo que plantea Delibes. La locura está muy perseguida y este personaje ve que estar loco es lo peor que le puede pasar en esa comunidad. Tiene que demostrar constantemente que ya no es un niño y que no ese está «chalao». Esa deriva le lleva a situaciones que no controla porque son mandatos, ya no rige por su voluntad y sus anhelos, está todo el rato tratando de mostrar que ser sensible es lo peor, tiene que dejar de serlo para no ser considerado un loco. Hoy uno de los grandes gurús de las financias estadounidenses Warren Buffett dijo que iba a invertir su dinero en cárceles y en loqueros, que veía ahí el futuro. Delibes no le pone foco porque es un diálogo en el que van contando anécdotas que abren desplegables.

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–¿Tomó notas de las interpretaciones de Sacristán y Galiana?

–En Valladolid, la acaba de hacer la Quimera con Javier, un chaval de mi pueblo con un futuro estupendo. He preferido no ver mucho, quería tener mi propia mirada. Soy hombre de pueblo y conozco el asunto, si hay algo nuevo es que he sacado el acento de aquí. Todos conocemos cómo habla un andaluz, un gallego pero nadie cómo es el castellano, que también tiene muchas músicas. Por otro lado la fragilidad del personaje la entiendo porque he vivido una infancia de soledad, haciendo quesos y panes de barro y metiéndolo en un horno que me fabricaba yo, hablando solo horas y horas. Sé muy bien lo que es el canteo, las pelas de chavales y se por qué te aíslas, porque esa violencia te horripila y poco a poco te quedas solo.

«Sigo en este oficio, en la interpretación, para abrirme en canal y contarlo»

–Menos mal que salió y encontró su sitio en la profesión, si no hubiera sido otro Pacífico.

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–Ahí está la historia. La razón por la que me metí en esto, que siempre estoy diciendo que me quiero ir y aquí sigo, es por descubrirme, para abrirme en canal, –eso libera mucho– y luego poder contarlo a los demás, ese es el oficio de cualquier artista. No hablo con la luna, como decía Lorca, para mi mismo sino para que los demás puedan llegar a ella a través de mí.

–Y lo hace en el teatro, ya no en el cine.

–Dejé el cine cuando vi que ya no tenía ninguna posibilidad, hacía pruebas y no me cogían después de 48 películas. Me di cuenta de que me tenía que ir y era mejor para todos. El cine es un mercado y no tiene vocación artística salvo en raras excepciones, cuando son grandes obras. La norma es que nadie tenga vocación de lucha, de protesta y está muy bien que tipos como yo, si no hacemos falta, nos vamos y no pasa nada. He dormido a gusto. Solo hay una cosa que me gusta mucho que es ponerme delante de una cámara pero hay otras cosas que me fascinan y no pueden ser. El teatro me colma de dicha y todas las ambiciones artísticas.

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–Ni a Fernán Gómez ni a Lola Herrera les hacían pruebas en los noventa, cuando tenían su edad. ¿Ha cambiado tanto la sociedad, es más cómodo trabajar con jóvenes más maleables?

–Sí. Ahora es fundamental ser maleable. Es como el fútbol, yo no iría a Qatar si fuera futbolista.Es muy cínico ir y decir que solo es deporte y mientras hacemos propaganda a un país terrorífico con los esclavos y las mujeres. Para un actor es fundamental el compromiso con la vida. Si realmente lo que tienes que hacer es un producto de entretenimiento una y otra vez, tú sabrás, allá tú.Se puede ser actor así también pero prefiero no estar metido en eso. Antes de marcharme del cine ya vi que la gente más joven tenía una tragaderas distintas. Y así son las cosas, habrá una reacción a esto y volverá a cambiar todo.

–Hizo un célebre Fermín de Pas, para 'La Regenta' que dirigió Méndez-Leite en 1995. ¿Cómo ha cambiado la televisión, además darles más trabajo?

–Lo que hacen las plataformas y producciones es pagar mal. Segundo, hay que trabajar de manera distinta, industrial. Yestá creando altos niveles de paro. Cada serie saca seis o siete actores nuevos que nadie vuelve a contratar. Todo el rato se descubren talentos que creen que hay futuro pero no hay trabajo para todos. El noventay tantos por ciento es producto de entretenimiento y de vez en cuando se hace una película. Este año hay dos que compiten entre ellas en los Goya, la cosa más aburrida. Esas dos se llevarán todas la estatuillas, y todo lo demás, como si no fuese cine. Esa herencia tiene que ver con las plataformas.

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«Dejé el cine cuando, después de 48 películas, me hacían pruebas y no las pasaba»

–¿Ve cerca el estatuto del artista?

–Es un tema eterno. El estatuto ha pasado por dos legislaturas del PP, otras dos del PSOE y pueden pasar otras cuatro. No va a moverse de ahí porque lo que se pide es derechos para el trabajador y eso está difícil ahora y más en el mundo de la cultura. Todos sabemos que la cultura para estos tiempos no es elemento de rendimiento sino de entretenimiento. Fíjate qué ministros de cultura hemos tenido tanto del PPcomo del PSOE, que son aún peores, porque van de mansos y son culogordos que se sientan en el sofá. Viví una época gloriosa con 'Días contados' y las películas de Pilar Miró, pero eso ha cambiado radicalmente y ahora ya solo hacemos cosas por vocación, por oficio debiéramos dedicarnos a otra cosa.

–¿Ni un rayo de esperanza?

–Sí, el rocío de esta mañana. Y algo que le gustará saber. Hace tiempo Felipe González nos reunió para salvarles en culo porque entraban en campaña –luego nos pasó lo mismo con Aznar–. Fuimos a la Moncloa y cuando vio que no teníamos ninguna gana de salvar el culo a nadie porque el nuestro estaba más jodido nos soltó a la cara que se acabó eso de que los actores tuvieran coches de alta gama. Que había otras gentes más fáciles de convencer y les nombró a ustedes, los periodistas. Y así ha sido. No es una situación de decadencia, desde hace siglos la gente se ha dedicado a la cultura porque quiere. Un escritor puede escribir una obra maestra en una cabaña perdida con un brasero.

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