Seminci

Vidas imaginadas

• 'The Feeling That The Time For Doing Something Has Passed' Dirección: Joanna Arnow. 87'. Intérpretes: Babak Tafti, Scott Cohen, Joanna Arnow. Alysia Reiner. Estados Unidos. Cines Broadway. Sábado, 22:00 horas.

Se trata de la vida de Ann. De una mujer en la treintena, en una gran ciudad en la que no parece tener amigos. Sus padres chochean, su hermana utiliza su apartamento cuando riñe con su familia. En el trabajo no hay más que trampas y desasosiego. Le queda a Ann la válvula de escape del sexo, que se procura en una ventana de Internet sobre sumisión, o sobre sadomasoquismo, quién sabe. Muchas de las escenas encadenan relaciones de ese tipo, a cada cual más sórdida o humillante. Con la película y la paciencia avanzadas aparece Chris, un chico joven que parece reírse y mostrar afecto, respeto. Vana ilusión, en el último plano se cuela el maltratador del comienzo. El envoltorio técnico, impecable, corre en paralelo con el contenido. Colores fríos, preponderancia de interiores desnudos, diálogos esquemáticos. Y silencio, mucho silencio. Y vacío. Y frío. No hay manera de calentar la espalda tras un título que reza algo así como 'El sentimiento de que el tiempo para hacer algo ha pasado'. Una obra que refleja con exactitud una vida nada deseable.

• 'The Quiet Migration' Dirección: Malene Choi. 98'. Intérpretes: Cornelius Won Riedel-Clausen, Bjarne Henriksen, Camilla Bendix, Ole Boisen. Dinamarca. Cines Broadway. Hoy, 19:30 horas y jueves 21:30 horas.

La danesa de origen coreano Malene Choi ya es una veterana de la sección Punto de Encuentro. En su primera participación con 'The Return', en 2018, ganó el premio a la mejor película. Volvió para formar parte del jurado. Y ahora presenta su segundo largometraje, 'The Quiet Migration', en cuyo argumento volvemos a encontrar sus raíces de niña adoptada en Dinamarca en la que late la búsqueda de sus padres biológicos en Corea.

Frente al tono casi documental de su primera obra, Malene Choi plantea una narración ficcional aparentemente realista en el ámbito de una granja. Los propietarios han adoptado a un niño coreano, Carl, que en el tiempo de la película ha cumplido 19 años. Las tareas y el ambiente de la granja son descritas con minuciosidad por una cámara estática, así como la sociedad rural danesa, llena de tipos rudos que se animan con el alcohol y mujeres con ganas de dar la lengua. Pero desde el comienzo sabemos que algo distinto late por debajo del realismo, con esos planos iniciales de los campos envueltos en música de cuerda y un objeto misterioso que cae del cielo. La película se va abriendo a imágenes que rompen la lógica y que se enredan con los deseos de los protagonistas, especialmente los de Carl, condenado a heredar la granja y renunciar a su sueño de viajar a Corea. La naturaleza envuelta en la noche de la última secuencia, con fuerza casi romántica, empujan a Carl a que rompa con la herencia asignada y salga a la búsqueda de su destino. Una obra mucho más compleja de lo que corre por su superficie.