Connivencia de política y fe en la mezquita

Nacido en Suecia, Tarik Saleh vuelve a sus orígenes egipcios con su cine de ficción aunque no le permitan rodar en la ciudad en la que ambienta sus filmes, El Cairo. Corrupción, prostitución y Primavera Verde formaban parte del guion de 'El Cairo confidencial' y en esta la connivencia del poder político y religioso también resulta incómoda para las autoridades egipcias.

El chico del cielo al que hace referencia el título es el hijo de un pescador, becado para estudiar en la Universidad Al-Azhar, cuna de líderes religiosos suníes. El joven protagonista sale por primera vez de su pueblo para ir a El Cairo a estudiar. Al poco de llegar, muere el imán más importante y comienza la lucha de tres candidaturas para elegir nuevo líder. Uno es respaldado por los Hermanos Musulmanes, fanáticos terroristas, otro por el Gobierno y un tercero, la autoridad teológica.

Un agente del Gobierno es quien recluta a sus 'ángeles', sus contactos dentro de la mezquita para maniobrar. La muerte del primero deriva en una investigación en la que se curtirá el protagonista. Cuando se da cuenta de que es una marioneta de dos bandos, intentará escapar pero ya está rodeado. Solo le salvará su audacia dialéctica con el Corán en la mano.

Una canción irlandesa

Saleh tiene preferencia por la noche, por las escenas de poca luz, quizá porque es más fácil crear la ilusión de la ciudad cariota. A la oscuridad suma la banda sonora para aumentar la tensión. Película de hombres, distingue entre los uniformados estudiantes a los que conocen el submundo que les rodea, entre los agentes del Gobierno arribistas y el que protege a sus contactos, entre los líderes espirituales que aparcan la moral islámica en cuanto entran en su casa, los que la acomodan al momento político y los que han hecho de su filosofía su vida.

Tarik logra transmitir un mundo complicado a través de un eficaz guion y fácil para el espectador abandonarse a su suerte.

Irlanda, país invitado en esta 67 Seminci, también se hizo hueco ayer con 'Almas perdidas de Inisherin', de Martin McDonagh, además de la presencia de Jim Sheridan que hoy recoge su Espiga de Honor.

Irlanda, 1923. Concretamente la isla más pequeña de las Aran. Colin Farrell y Brendan Gleeson son amigos hasta que un día el segundo decide que no quiere serlo más. El primero queda tan desconcertado que pasará la película buscando explicación. El personaje de Gleeson encuentra en la composición musical el nuevo objetivo de su vida así que solo aspira al silencio, a la paz que le permita crear algo que le trascienda. Desesperación, lo llama el cura; depresión, su amigo. Todos tienen un diagnóstico. Comunidad pequeña que se alimenta de chismes, la asfixia social contrasta con la belleza de sus acantilados. A lo lejos, suenan los disparos de la guerra civil de la que tienen noticia pero que no reconocen como suya.

McDonagh viene del teatro de la crueldad y en este guion la desesperación cursa con amputación terrible y reacción brutal. Los protagonistas ajustarán cuentas de manera cruenta. La banda sonora comienza con polifonía coral, sigue con folk y recala en el popular fiddle para redondear una curiosa historia muy bien rodada.

Los redimidos de Paul Schrader

Frente a los que quieren trascender, los que aspiran a sobrevivir. Es el caso de los protagonistas de la última trilogía de Paul Schrader que concluye con 'El maestro jardinero', tras 'El reverendo' y 'El contador de cartas'. Oficios distintos para un tema común, la redención. El jardín de la señora Havernhill (Sigourney Weaver) es el refugio de un testigo protegido, Narvel Roth (Joel Edgerton). El diario que escribe, el trabajo y las clases a una nueva aprendiz son los canales por los que Roth hace sus consideraciones y reflexiones sobre lo que es un jardín, un proyecto a futuro, sobre la convivencia y la alternancia de la floración, podas y plagas o sobre la nomenclatura indexada por Lineo. La relación del maestro con su patrona se ve alterada por la sobrina nieta de esta, que abrirá la puerta a los bajos fondos que dejó atrás Roth. El jardín correrá el mismo destino que sus cuidadores. Como hiciera con Oscar Isaac en su anterior filme, Schrader vuelve a lograr con Joel Edgerton un personaje contenido, expresivo en su introversión y magnético. Un regalo del director estadounidense para la clausura de la Seminci.