

Azarías en Yorkshire
SEMINCI ·
En 'Kes', de Ken Loach, que este jueves se proyecta en los cines Broadway, un adolescente encuentra en la convivencia con un halcón la compañía que le niega la sociedadEl director y su época. Hay una larga tradición en la literatura británica de atención a los desfavorecidos, de sensibilidad a los que están ... fuera del brillo social o el poder económico. Charles Dickens podría ser su mejor ejemplo en la época victoriana. En medio del siglo XX una generación de dramaturgos y novelistas, los 'Angry Young Men', los jóvenes airados, dieron nuevo vuelo a esa mirada crítica que en el cine alborotado de comienzos de los sesenta dejó una corriente cercana, el 'Free Cinema', con títulos tan poderosos como 'La soledad del corredor de fondo' (1962), de Tony Richardson, o 'Sábado noche, domingo mañana' (1960), de Karel Reisz.

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'Kes' Reino Unido, 1969.
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Intérpretes: David Bradley, Colin Welland, Lynne Perrie.
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Cines Broadway. Jueves, 26 de junio a las 20:00 horas. 6 euros.
Ken Loach, nacido en el condado de Warwickshire en 1936 y vecino de ciudades industriales como Birmingham, mamó esa tradición desde que se incorporó como documentalista a la BBC a principios de los sesenta. 'Ladrón de bicicletas', la película de De Sica, le abrió definitivamente los ojos: «Me hizo darme cuenta de que el cine podía tratar sobre la gente común». Afiliado al partido Laborista entre 1960 y 1990, y siempre en la órbita de grupos de izquierda, sus más de veinticinco largometrajes han recorrido conflictos sociales y políticos en Reino Unido ('Agenda oculta', 'El viento que agita la cebada'), en España ('Tierra y libertad'), en Irak, en Nicaragua. También dramas juveniles y sociales, como 'Sweet Sixteen' o 'My Name is Joe'. Y siempre atento a los de abajo, a la Working Class.
La película. 'Kes', la segunda película que dirigió Ken Loach, construía su guion sobre una novela de Barry Hines en la que el autor recogía sus experiencias como profesor en un colegio de la zona industrial de Yorkshire. El protagonista, Billy Casper, es un alumno sin posibilidades de promoción educativa, destinado a acabar en la minería. Ni su madre ni su hermano, ni sus profesores, son capaces de echar una mano a ese chico distraído que se escabulle cuando puede, que miente y roba para sobrevivir y comer. La escuela de hoy le otorgaría con prontitud una etiqueta diferenciadora, y tal vez protectora. Pero en la Inglaterra de los sesenta Billy debe salir adelante por sí mismo, en un contexto obrero y desharrapado que Loach reconstruye con verdad: hileras de casas de ladrillo rojo, suburbios, industrias humeantes, suciedad, perros sueltos, caras de sufrimiento y hambre.
El cine de Loach siempre enmarca al individuo en la sociedad en la que vive y en la clase social que le corresponde. Billy busca en la soledad el bálsamo a su torpeza, a su diferencia. Una soledad que le lleva a convivir con un halcón y adiestrarle con las artes de la cetrería. Pero el chico tiene que pasar por los filtros de las aulas, por los abusos de los recreos, por las clases de educación física en que un profesor, que parece llegado del franquismo si no fuera rubio y del Manchester United, tortura sin piedad a los chavales rebozados de barro tras un pesado balón que machaca los pies adolescentes. Y antes o después el director golpeará con su vara. Es un cine de resistencia y de búsqueda de la dignidad, de rescate del orgullo en los arrojados a la cuneta.
La marca de autor. Para buscar esa dignidad en el despreciado Billy, Loach monta un escenario escolar dirigido por un profesor que ama su trabajo. Cada alumno es requerido para que cuente una historia. Cuando le llega el turno a Billy este emprende su habitual cadena de titubeos hasta que alguien le pide que hable de Kes, el halcón que cría y adiestra. La torpeza desaparece, Billy cuenta con precisión lo que sabe y conoce, en un crescendo que culmina con la libertad que el pájaro rechaza para volver a la mano del muchacho. La clase enmudece, los ojos brillan. Es una escena extraordinaria, en la que desembarca la gracia de los inocentes, esos seres de difícil encaje que luego Delibes y más tarde Camus llevaron a una escena inolvidable de novela y película. La grajilla en el hombro de Azarías, su 'milana bonita', fue antes Kes en la mano de Billy Casper. Una comunión con la naturaleza de esos seres especiales, que acaba en ambos casos con la misma sanción de la violencia.
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