Pablo Rus, director de orquesta

«Hay que sorprender al público, a veces los programas parecen hechos con molde»

Precisamente fue la elección del 'Concierto nº 2' de Béla Bartók por parte de la virtuosa noruega el punto de partida de una velada en la que sonarán además Ligeti y Kodály. «Es un programa que tiene todos los elementos, es bonito y transgresor. Se celebra el centenario de Ligeti y su 'Concierto rumano' completa esa línea del folk húngaro a lo largo del siglo XX. Él y Bartók son sus dos pesos pesados, el programa permite comparar cómo interpretan ambos el lenguaje húngaro y su manera de apretarlo hasta el límite de la expresión musical, con apenas diez años de diferencia entre las dos obras que tocamos», explica Pablo Rus que se estrena con la Sinfónica regional.

«La OSCyL tiene carácter y flexibilidad, una cualidad que apreciamos mucho los directores porque te permite modelar el sonido que buscas. He trabajado con orquestas también de mucha calidad pero no tan flexibles».

Las melodías y ritmos folklóricas suelen ser bienvenidas por cualquier público, no tanto los compositores contemporáneos. Rus quita hierro al nombre de Ligeti. «Esta pieza es muy fácil de escuchar. El primer movimiento del 'Concierto rumano' es una melodía medieval; el segundo, una danza popular, y el tercero, una especie de elegía».

En cuanto al concierto de Bartók, Vilde Frang ha tocado mucho el primero, que también grabó, y ahora aborda el segundo.

Pablo Rus estuvo varios años en la Sinfónica de Seattle, primero como director asistente y luego asociado, donde también tocó Frang. Ahora trabaja más en Europa. «En América hay un nivel de exigencia muy alto, el primer ensayo suele ser muy bueno. Pero después hay menos tiempo. En Europa tenemos más ensayos y se ve mejor la curva de progresión. Los directores nos adaptamos a cada manera de trabajar».

En España dirige la Joven Orquesta de la Comunidad Valenciana desde hace nueve años «y en este tiempo he visto la evolución de la cuerda española. Hay muy buenos músicos españoles en toda Europa», cuenta quien comenzó componiendo pero ahora no tiene tiempo para la música propia. «Aunque eso me ayuda en la preparación de las partituras que dirijo». Como programador intenta buscar el equilibrio, «que haya curiosidad por descubrir nuevas obras que se hacen menos por miedo o desconocimiento. Me gustan las orquestas sin miedo a las que les interesen los retos, ir a lo desconocido sin abandonar los referentes».

En ese sentido, sí nota diferencia según la procedencia de las sinfónicas. «Trabajo por territorios. Por ejemplo, en Alemania estreno muchas obras contemporáneas. En España hay un mix entre clásicos y actuales. América es más conservadora y apuesta más por obras consagradas», apunta. «Me gusta hacer programas en los que se mezcle, por ejemplo, Rameau con Boulez, porque al final es fácil encontrar elementos comunes. Me gusta ofrecer diferentes lenguajes al público porque creo que es refrescante. Hay que sorprender al público. A veces los programas parecen hechos con molde para que siempre se escuche lo mismo. Hay que hacer a los grandes de todos los tiempos pero también a otro menos conocidos».

Si se le pide que anime a su generación a acudir a sus conciertos, les recuerda que «la clásica guarda sorpresas, tiene los mismos ritmos que el reguetón pero expuestos de forma más refinada e interesante. Hay que tener la mirada abierta a descubrir los colores y ritmos de todas las músicas», cuenta quien aborda cada semana según la partitura y la orquesta, atendiendo solo ala música. «No pienso en la estrategia de mi carrera para llegar a ninguna titularidad».