Jordi Savall en Valladolid: la música sin fronteras

No es este el lugar para analizar por qué la música bizantina, judía y musulmana, con importantes diferencias de todo tipo, pueden combinarse de manera tan sutil como efectiva, pero así sucedió.

ambién parece demostrado que Jordi Savall tiene un poder de convocatoria que va más allá de lo puramente musical. Empezó el concierto con 'Alba', un canto tradicional bereber salido de un instrumento hosco y extraño como es el rebab, cuya forma no es fácil de describir ni su timbre sencillo de calibrar. Fue el comienzo de una tarde en la que Savall alternó con la viola de gamba soprano y el rabel.

Mientras, sus compañeros tuvieron tiempo de demostrar las virtudes del santur, en el caso del griego Psonis, en la danza bizantina 'Erotokritos', y el turco Güngör en el kanun. Ambos instrumentos, que pertenecen a la familia del salterio, por su dulce timbre y modo de percutir, empastaron divinamente.

El concierto fue cuajando en una fusión increíble, fruto del empeño de Savall, que durante décadas ha trabajado con dedicación, logrando una carrera brillante y cuidada hasta en el más pequeño de los detalles. Savall habló al final para explicar brevemente el origen de los instrumentos y para anunciar el sentido 'Lamento de Tristano' y la mixtura final de 'Makäm Uzzal Sakil Turna', con el público entregado que dedicó al trío una prolongada ovación.

Nos queda para la reflexión el goce de un concierto que nos hace sospechar que los allí reunidos fuimos convocados desde muy distintas convicciones culturales y musicales.