Ana Redondo visita la exposición de la Casa Revilla. Alberto Mingueza

El gesto de los músicos vallisoletanos

La Casa Revilla acoge 'La música callada', una colección de fotografías históricas de intérpretes y rondallas comisariada por JoaquínDíaz

Victoria M. Niño

Valladolid

Miércoles, 30 de junio 2021, 13:46

Un siglo de fotografías de músicos vallisoletanos o de los que vinieron a la ciudad a tocar es lo que recoge 'La música callada', exposición que puede verse en la Casa Revilla hasta el 12 de septiembre. Comisariada por Joaquín Díaz, más que la interpretación, el hilo conductor es el gesto, la manera de posar con el instrumento, con los compañeros de rondalla, cofradía o cuadro.

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Que Ángel Velasco pose mostrando la dulzaina no es caprichoso. «Había patentado las llaves que la convertían en un instrumento más fácil y tiene una intención publicitaria, de hecho en sus tarjetas usa esa imagen», explica el etnógrafo sobre el que fuera maestro de Agapito Marazuela y cuyas cartas comerciales con compradores de varios países custodia la Fundación Joaquín Díaz.

José Picco era un músico sardo que multiplicaba las posibilidades de un silbatillo de tres agujeros con el que llegaba a simular el sonido de un violín. Vino cinco veces a tocar a Valladolid a mediados del XIX. A veces solo, a veces con el guitarrista Tomás Damas o la pianista Eloisa d'Herbil. La imagen le muestra solitario, concentrado en el minúsculo instrumento.

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El triposidón inventado por Dionisio Aguado permitía alejar la bandurria del cuerpo del intérprete con el fin de ampliar la resonancia del instrumento. Un músico demuestra cómo tocaba la bandurria de seis cuerdas apoyada en el peculiar trípode.

Luis Pellón y Trucco fue retratado después de su viaje a París con otros estudiantes españoles. Allí el violinista con sus compañeros visitaron la casa de Víctor Hugo y le tributaron un homenaje. En ese mismo viaje de 1878, Isabel II, exiliada, les regaló una cucharilla de plata. Luis dejaría la música para ingresar e el cuerpo jurídico militar en 1885. Los mozos de Tudela de Duero dan un paseo en barca, dos de ellos amenizándolo con bandurria y dulzaina. La alegría de los grupos de música que recorrían la Ribera del Duero en las fiestas patronales y las rondallas contrastan con las familias de músicos que tocaban en la calle a cambio de limosna o las melancólicas pianistas o tañedoras de cítaras que posan lánguidas en una actividad que solía interrumpirse con el matrimonio.

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'La música callada' es una parte de una muestra más ambiciosa. «Cuando Plubio López Mondéjar andaba recogiendo fotografías de escritores españoles del XIX empezaron a aparecer muchas de músicos. Contactó conmigo para hacer una solo de músicos. Teníamos más de 500 pero llegó la pandemia y hubo que retrasar ese proyecto», explica Díaz. La exposición de Valladolid, que sirve de cierre de la programación del curso e inicio de la estival, es un adelanto de la nacional. Al medio centenar de fotografías, les acompañan los instrumentos físicos que se muestran en las vitrinas centrales.

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