El jurado da ejemplo

El concierto nº 4 es una obra distinta a las anteriores. Rajmaninov buscaba ya un nuevo lenguaje y el ruso Sergei Yerokhin, pianista de prestigio, buen conocedor de su obra, hizo una versión coherente con el momento de transición de un autor que apunta nuevos caminos sin abandonar sus señas de identidad. El tiempo lento, melancólico e introspectivo fue muy bien diseñado por Yerokhin, que dejó claro lo que Rajmaninov legó en esta obra postrera. Como bis, el ruso interpretó la 'mazurka nº17 op 4' de Chopin, en una línea similar a lo escuchado anteriormente.

El rumano Daniel Ciobanu atacó con energía y técnica admirables la 'Rapsodia' sobre el último de los caprichos para violín de Paganini. La obra, un conjunto de 24 variaciones, no deja rincón sin abordar, tanto en el virtuosismo del piano como en las intervenciones de los primeros atriles de la orquesta. Ciobanu dió una exhibición absoluta de sus virtudes y buscó como propina una pieza de jazz de la japonesa Hiromi Uehara, en la que hizo uso incluso de los bajos pulsando directamente las cuerdas del piano, con un resultado espectacular.

Para cerrar, el cubano Jorge Luis Prats hizo una versión antológica del concierto nº 1. Su virtuosismo es fruto de una musicalidad innata que expresa de modo natural, consiguiendo los mejores momentos del homenaje a Rajmaninov. Coronó su actuación con las 'Cuatro danzas cubanas' de Cervantes y extrajo de sus entrañas una sentida versión de 'Siempre en mi corazón' de Lecuona. Éxito grande de una gala que nos deja con ganas de ver las virtudes de los pianistas del futuro.