Aires de la vieja Rusia

En 'Baba-Yaga' percibimos a un compositor de fácil escritura, impregnada de la tradición rusa, con aires descriptivos y ritmos variados. En 'El lago encantado', la orquesta transmitió la tímbrica rica, expresada con serenidad y exotismo en el arpa. En 'Kikimora', un 'scherzo' sugestivo, sonó un precioso solo de corno inglés, Fisher condujo con elegancia el tutti orquestal, hasta que la música desaparece en la oscuridad.

Continuando con la vertiente tradicionalista soviética, el concierto para violonchelo nº2 de Kabalevski, derrocha alegría vital, sin abandonar la tonalidad. Steven Isserlis, un solista conocido en todo el mundo, mostró ese carácter. Exhibió, después del original 'pizzicati' del comienzo, grandes dosis de virtuosismo concentradas en tramos, contrastadas con pasajes de emotivo lirismo. El concierto fue suyo de principio a fin, con la complicidad total de la orquesta. La propina fue una breve síntesis de lo ya mostrado en el concierto.

Para terminar, la segunda sinfonía de Beethoven. Una vez más asistimos a la afirmación del genio de Bonn en su acorde inicial hondo y pronunciado. A la madurez del primer tiempo hecho con soltura por Fisher, le siguió un 'larguetto' altamente creativo. En el 'scherzo', el director imprimió un dinamismo que hizo subir el nivel de una sinfonía, en la que primó la claridad, aun en la complejidad del tiempo final.