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La soprano Ainhoa Arteta.
«Cuando la dirección escénica tiene poco sentido, me sumerjo en la música»

«Cuando la dirección escénica tiene poco sentido, me sumerjo en la música»

La cantante y el pianista Rubén Fernández Aguirre traen su homenaje a Federico García Lorca el viernes al Teatro Zorrilla

Victoria M. Niño

Martes, 28 de marzo 2017, 18:49

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Tiene amigos en Valladolid, ha frecuentados sus escenarios, los conoce casi todos. Ainhoa Arteta vuelve a la capital castellana con su recital La voz y el poeta, un homenaje a García Lorca que recae en su musicalidad y en el piano de Rubén Fernández Aguirre. Este viernes, a las 20:00 h., saldrá la soprano guipuzcoana al escenario del Zorrilla con todo el aforo completo.

¿Cómo se canta a Lorca, cómo se equilibra la relación entre poema y música?

Se complementan música y texto. A Lorca le han musicado compositores de gran categoría que, si aún cabe más, potencian el texto. El recital es un viaje a través del mundo lorquiano que nos produce una gran satisfacción. Los cantantes tenemos la suerte de poseer el único instrumento vivo que existe y cuando emitimos el sonido es algo muy orgánico, que atraviesa nuestro cuerpo, nuestro ser. Ese texto y esa música habita nuestro cuerpo y es una sensación muy fuerte.

Cantará alguna canción del Lorca compositor. Su trayectoria fue corta, pero ¿hubiera desarrollado más su faceta musical de haber habido tiempo?

Podemos disfrutar de lo que hizo hasta que fue Federico. Pero es indudable que fue un genio. En el concierto hay dos partes y ambas comienzan con una canción con música del propio Lorca. Por otra parte el recital refleja la evolución de esos textos a través de compositores de distintas generaciones porque esos no tienen tiempo, son atemporales.

También cuenta con la grabación de Rabal y Alberti declamando.

Recitar a Lorca no es sencillo y tener a dos grandes como ellos es un honor. Creo que es un recital obligado para mi como intérprete pero también como público.

Suma al recital los diseños de Custo en la ropa y la pintura de Jorge Cardarelli para la escenografía. ¿Se profesionaliza la escena española y, como hacen los cantantes americanos, hay un quid pro quo en el intercambio de trabajo por visbilidad?

No es un criterio monetario sino artístico puro y duro. Un concierto de cara al público tiene muchos aspectos, no solo el vocal y musical, también el visual, el plástico. Hemos tenido la suerte de poder contar con un pintor y un diseñador que altruistamente han aportado su trabajo para dar más fuerza al mundo lorquiano que queríamos crear. No se ha hecho por criterio mercantil como se hace ahora en las redes sociales, que me parece bien. Es otra manera de hacer mercado. Pero en este caso, todo pertenece al territorio artístico.

¿Es equiparable la canción española al lied alemán?

Pienso que está a la misma altura. Llevo 20 años defendiendo el repertorio de la canción española por el mundo, y lo hago porque es mi lengua nativa y eso es algo orgánico, íntimo, tanto la lengua como la poesía. Tiene que ver con la raíz de nuestra voz. En Alemania hay una gran tradición de veladas de canciones, las Lieder Abend, también las he hecho así como canción francesa o rusa. Pero quizá tiene más fama la alemana porque hay más cantantes haciéndolas por el mundo. Creo que gente como Victoria de los Ángeles, Montserrat Caballé o Teresa Berganza han demostrado cómo se puede cantar de bien este repertorio tan nuestro. Yo espero seguir cantando estas canciones cuando sea viejecita y esté sola en casa.

¿Le interesa la poesía contemporánea para llevarla al escenario?

Estamos en continua investigación y búsqueda. Claro que nos llega mucho material, necesitaría 20 vidas para hacer todo lo que me proponen y quiero pero en este caso Lorca, no siendo contemporáneo, lo acercan los compositores.

¿Sigue compaginando la ópera con el recital?

Acabo de venir de Australia de hacer Tosca y, tras Valladolid, voy al Bolshoi a hacer Manon Lescaut. Después voy a Düsseldorf y Verona con Tosca de nuevo. Más tarde, haré Madame Butterfly. Estoy tremendamente satisfecha de poder compatibilizar ópera y recital.

¿Cómo lleva la creciente importancia de los elementos extramusiales en la ópera?

Hay fronteras que no traspasaría. Como me formé en EE UU pasé por el Actors Studio y tengo muy interiorizada la dramatización. Para mí es parte intrínseca de lo musical. Diría que cuando algo es tan potente como la música de Puccini o de Strauss, en la que está todo tan bien escrito, aguanta lo que se le eche encima. Si se trata de música tan buena, lo demás es accesorio. A veces te encuentras en una dirección escénica con poco sentido, en ese caso te sumerges en la música para que esta prevalezca sobre todo. En cualquier caso yo siempre hallo un punto de interés y de encuentro con el director, quizá por mi carácter, soy dialogante e intento encontrar el nexo entre ambos para poder aportar a su propuesta. Una música con tanta fuerza no necesita nada más.

La capitalidad cultural de SanSebastián le enfadó.

No solo a mí sino a mucha gente. Nos ha dado la sensación de que a muchos artistas no se les ha invitado a participar, tenían otro concepto. Vivimos en un país democrático y todo es respetable. Lo han hecho así, ya es pasado y este no vuelve. Al final la historia y el tiempo pone a cada uno en su sitio.

¿Estas grandes citas culturales se acaban convirtiendo en escaparates fugaces, sin poso?

Tiene que ver con el cainismo y este país es bastante cainita. En el resto de España no lo siento así, me llaman de todas partes, me hacen homenajes, me premian, pero en mi casa, en Guipúzcoa, no. No he hecho este espectáculo de Lorca aquí porque no le interesó a nadie.Quizá sea por mi persona, por mi manera de expresarme. No quiero pensar que haya ninguna intencionalidad. A fin de cuentas soy una artista y voy donde me llaman y donde me quieren.

Viene a cantar a un teatro donde tendrá muy cerca al público.

Me gusta el recital por ser algo tan intimista como si te pones a hacer croché o vainica con una amiga muy cerca. Siempre digo que un recital lo hacemos entre todos. Lo que recibo del público me ayuda, al menos un cuarto de lo que siento viene de ellos. Cuando consigo ver las caras, cuando siento las vibraciones que vienen de vuelta del patio de butacas, eso es la comunión que se establece con el público.

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