Magalí Etchebarne, escritora
«Necesitamos refugios de ternura en un mundo cada vez más cruel»La autora argentina gana el Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero con 'La vida por delante'
Cuentos donde los personajes se cruzan en situaciones de humor y tragedia, escritos en un estilo que al decir del jurado rezuma «inteligencia y poesía» ... componen 'La vida por delante', obra con la que Magalí Etchebarne (Buenos Aires, 1983) ha ganado el VIII Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve. Editora en la actualidad, publicó en 2017 el libro de cuentos 'Los mejores días', el año pasado el poemario 'Cómo cocinar un lobo' y ahora la autora verá en imprenta la obra premiada en un galardón dotado además con 25.000 euros. Sobre la Denominación Ribera del Duero que organiza el certamen junto a la editorial Páginas de Espuma afirma la escritora argentina: «Ahora me he puesto en tema, de hecho he probado un vino».
–¿Qué le llevó a escribir estos relatos de vidas en desamparo, puestas en pausa?
–Son cuatro relatos relacionados entre sí o hay al menos ciertos conectores que viajan de uno a otro. Una vez que los escribí vi que había cuatro grandes temas que no eran los que tenía en la cabeza cuando empecé. El título original con el que presenté el trabajo era 'La madre, el trabajo, la muerte, el amor', asuntos que habían aparecido en otro libro también y aquí me hice también cargo de ellos, pues forman parte de mis preocupaciones. En todos ellos los personajes se enfrentan a situaciones donde tienen que desafiarse a sí mismos o enfrentarse a situaciones que los incomodan.
–La muerte como pérdida de alguien, también de deseo, de la juventud, están también presentes en otros escritos anteriores. ¿De dónde viene esa preocupación por el acabamiento?
–Me lo pregunto yo también. Es un tema que aparece mucho en mi escritura quizás porque pienso bastante en la muerte en general e intenté desdramatizar eso que aparece con tanta carga y tanto peso. En general, cuanto más vive una, más pasado tiene encima. En determinado momento de la vida se nos empieza a morir la gente y eso activa experiencias, ideas, reflexiones. El último libro que publiqué fue un poemario sobre el duelo tras la muerte de mis padres. Mi padre trabajó los últimos años de su vida en una funeraria y en mi casa había mucha relación con la muerte no desde lo dramático, sino desde lo burocrático. Mi padre volvía a casa con anécdotas y cuentos que siempre tenían enredados aspectos de comedia. No eran relatos esperadamente tristes, sino anécdotas de cosas graciosas que ocurrían en su trabajo. Eso me fue impregnando de una relación cercana con la muerte.
–¿Qué le atrae de los personajes trabados en fracturas vitales?
–Cuando la gente atraviesa una situación de dolor o duelo percibo que hay poca tolerancia a la tristeza ajena, queremos que el otro salga rápidamente de ahí diciéndole 'bueno, ya pasó, tenés toda la vida por delante'. Incluso en lo cotidiano tratamos de evitar esas zonas. En esos procesos de dolor que pueden llevar años, incluso a veces una vida, intento explorar, son viajes a lugares donde las vidas están detenidas y muchas veces los personajes no pudieron salir de ahí.
–Otro de sus rasgos es el manejo de la ternura y el humor.
–El humor aparece como una necesidad de aliviar el peso de ciertos temas como lugares de salida. Y la ternura es algo que fui encontrando en algunos personajes, asomada incluso como necesidad. Nos movemos en unmundo cada vez más cruel, donde la crueldad es incluso celebrada. Deberíamos tener más refugios de ternura y espacios seguros, que aparecieran como salvavidas, salidas de emergencia. Recurro a la ternura en la escritura para bajarle volumen a la tragedia.
«El humor me pareció un desafío difícil, me pone contenta saber que puedo hacer sonreír a alguien»
–Se propuso como desafío hacer reír o al menos sonreír.
–Con estos textos me pasó algo curioso en Buenos Aires. Allí hay encuentros de lecturas en público en bares, librerías... y en un taller al que a veces iba a leer textos comprobé que había situaciones en las que el que me escuchaba lo que leía reía o sonreía ante cosas que yo no pensaba que fueran graciosas o cómicas. El humor me pareció un desafío difícil que me gustó asumir. Que encuentren humor en mis textos me pone contenta, una no sabe qué puede hacer sonreír a alguien.
–¿Qué busca en la palabra?
–A estas alturas no puedo evitar escribir, se me va volviendo una forma de vivir. Cuando era más joven pensaba que escribir es una forma de ayudarme a vivir y hoy no estoy tan segura de que la escritura funcione de un modo asistencial. Se vuelve hábito, necesidad, compulsión. Quizás lo que uno consigue ahí aunque no se lo proponga es tramitar cosas del orden de la vida.
–¿De qué huye cuando escribe?
–Trato de evitar la solemnidad, que el viaje de la oralidad al texto se dé de manera grata, no artificiosa, algo a lo que uno tiende cuando escribe. La pregunta que me hago antes de escribir es cómo me gustaría a mí leer ese personaje o situación en un texto ajeno.
–Dice escribir contra la anestesia de lo cotidiano. ¿Cómo escapa de esa inercia?
–Intento buscar otros puntos de vista de lo que vemos todos los días, salir de la habitación y contemplarla desde la puerta, extrañar lo conocido. Una va entrenando el ojo a la caza y la pesca de lo que de los días comunes se espera más allá de la monotonía.
–¿De qué está hecha su voz literaria?
–De lo que he leído, de lo que me gusta leer y de lo que no puedo evitar, a veces, intentar imitar. Siempre creo que en la imitación también aparece el propio estilo. Querer bailar como alguien es muy difícil, casi imposible, uno termina construyendo su propio ritmo a fuerza de las condiciones que le tocaron y las herramientas que tiene. Así que calculo que es una mezcla de voluntad, tenacidad, de lo que no puedo evitar, de mis propios defectos y, en algunos casos, de transformar lo que no me sale en desafío.
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