Ladrones de guante blanco tras el románico castellano
Christian Fernández, autor de 'Buen ladrón', acercó ayer su novela ganadora del LXVIII Premio Ateneo Ciudad de Valladolid
Consultor madrileño, residente en Sevilla tras dos décadas en México, gestó su primera novela en el tren. Christian Fernández ganó el LXVIII Premio Ateneo Ciudad ... de Valladolid y ayer recibió el galardón físico de manos de la concejala de Cultura y el presidente del Ateneo. En las librerías ya está su 'Buen ladrón' (Algaida), una historia sobre el robo de arte en la España de la IIRepública, «época que intimida por la cantidad de acontecimientos», protagonizada por un sofisticado hurtador, su alumno y su chófer.
Publicidad
–¿Fue una novela pensada para este premio?
–No, en absoluto. Es mi primera novela, había publicado algunos relatos antes pero en narrativa extensa era mi primera incursión. Este premio era uno de los pocos que admitía la extensión de mi obra y lo intenté.
–¿Por qué eligió Palencia y Valladolid como punto de partida?
–Soy hijo de vallisoletano y tengo a la familia paterna aquí. Elegí Castilla como ubicación por ser cuna del románico, luego es el escenario natural del desarrollo del barroco y hay mucho arte sacro, que era lo más atractivo en los años 30. Sin ser experto quería reflejar la vivencia del arte como pasión.
–Se ha escrito bastante sobre el expolio artístico en esta tierra, pero en época posterior. ¿Qué le llevó a la II República?
–Una cadena de descubrimientos. Cuando investigué sobre la época me di cuenta de que estaba menos estudiada que la Guerra Civil y las décadas posteriores, tratados extensamente por la historia y la literatura. La II República es fascinante a nivel de acontecimientos, de personajes, de contradicciones. En algún momento pensé poner en la introducción que estaba basada en una historia irreal, porque cuesta creer que sucedieran tantas cosas.
Publicidad
–Leónides parece un 'pigmalión' que logra proyectarse en un niño pícaro, Dimas, a quien educa para su fin.
–No solo le forma como ladrón o como traficante de arte, va más allá. Sí podría ser un 'my fair lady' masculino. Lo educa en valores y se ve más adelante, cuando le introduce la masonería, un movimiento impregnado en todos los estamentos del poder.
–¿Acudió al Archivo de Salamanca para documentarse?
–Sí, hay una archivo documental muy importante en el que pude consultar algunas piezas. La labor de documentación fue larguísima. Aunque no soy historiador, me he conducido con el máximo rigor al contar acontecimientos que sucedieron y otros que pudieron suceder. Estuve documentándome tres años y tardé otro en hacer el manuscrito.
Publicidad
–Volviendo a Dimas, le educó en valores que implican delitos, como la sustracción de bienes. ¿Qué más le enseña Leónides?
–Respeto, el amor que está patente entre generaciones, la lealtad que comparten ellos dos también con el chófer, Benigno. Algunos lectores me han hecho ver que es entrañable. Son ladrones de guante blanco, no son destructores, tienen la tranquilidad de que las obras con las que trafican acabarán en buenas manos y no destruidas, tienen sentido de apreciación del arte.
–Uno de los robos tiene por objeto un códice en El Escorial. ¿Le influyó el robo de Santiago?
–Es producto de mi imaginación. Los robos de la novela los he creado y los he planeado con minuciosidad. Pero también cito algunos reales como el de la Catedral de Pamplona o el robo de la Cruz de Caravaca que conmocionó Murcia por el valor icónico y sacro que tienen este tipo de piezas y reliquias. Son obras que van más allá del arte, tienen un valor místico para la población.
Publicidad
–Madrid es el lugar de encuentro de compradores y ladrones, pero las piezas proceden del mundo rural, que parece de otro siglo en ese momento.
–Me interesa el mundo rural lo conozco, me identifico. La novela hace una traslación a la realidad social de la España en los primeros años 30, que estaba dominada por la pobreza, la ignorancia. Era un lugar feudal en el que imperaban las relaciones feudales, las relaciones de vasallaje con los caciques. Fue una época de transición en la que perduraban los estigmas del pasado. La novela refleja la pobreza del campo castellano, la condición de los labriegos y jornaleros. Quien ha nacido en el mundo rural lo lleva en sangre. Ahora hay un movimiento de recuperación de sus valores y evasión de la ciudad. Llevará tiempo solucionar los problemas de infraestructuras, pero crece el número de gente que quiere retomar el contacto con el campo.
–Dimas cruza el puente entre dos mundos, la pobreza de Castilla, su abuela y su padre encarcelado por anarquista, y Madrid, el lujo, la educación. ¿Veremos su evolución completa?
–Dimas empieza a los 12 años, cuando comete pillerías, y va madurando como persona a manos de Leónides. Tendrá que enfrentar conflictos, poner en juego sus creencias, abrirse a nuevos mundos. Si hubiese un futuro, que me lo han pedido algunos lectores, tengo para él nuevos retos en mente.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión