Juan Pedro Aparicio: «El microrrelato es el texto más en boga»
El autor leonés presentó ayer en el Patio Herreriano su antología de cuentos breves extraídos de obras de la literatura clásica española
Una novela contiene párrafos y frases que pueden conformar un universo narrativo independiente. A encontrar vida propia entre ese territorio se ha entregado Juan Pedro ... Aparicio (León, 1941), extrayendo microrrelatos de textos de grandes obras de la literatura española, escritas por un catálogo de autores en el que aparecen desde el judío aragonés Pedro Alfonso en el siglo XII hasta Max Aub hacia 1960.
El resultado de este juego narrativo se sustancia en 'Cien relatos cuánticos de la literatura clásica española' (Eolas), un ejercicio inédito a partir de piezas de Gonzalo de Berceo, Don Juan Manuel, Cervantes, Espronceda, Bécquer, Unamuno o Azorín entre una selección de 47 autores en algunas de cuyas obras el escritor leonés descubre microrrelatos camuflados entre líneas. «Me puse con una tarea que se ha revelado endemoniada, porque no es tan fácil extraer esos textos autónomos de otros más grandes; ahora este experimento queda a juicio del lector», explica Aparicio, que ayer presentó el libro en el Museo Patio Herreriano acompañado por la escritora Mar Sancho, Fernando Conde, responsable del Aula de Cultura, y Héctor Escobar, director de la editorial leonesa Eolas.
En un congreso en torno al microrrelato se le ocurrió al autor leonés la idea de separar líneas y párrafos de títulos literarios de los que, independientemente, «podrían formar un cuentecillo». «He sido muy lector de antologías de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo que, de alguna manera y de modo inconsciente casi practican esto», arguye. «Tomo pasajes de una obra que me parece que pueden funcionar como relato. Esto no se ha hecho antes y tanto para el lector como para el estudioso ofrece el aliciente de aproximarte a novelas de nuestra gran e inmensa literatura con el reto de ver si sus grandes títulos encierran algún cuentecillo que se pueda acotar».
Cuando este Premio Nadal con 'Retratos de ambigú' en 1988 se lanzó a reunir la antología, se topó con una tarea más compleja de lo que había imaginado. «Había que leer mucho, repasar... De 'La Celestina' he sacado dos piezas muy difíciles.... Y luego –sostiene– hay que contar con la benevolencia del lector, que hoy se suele dar porque entendemos la literatura con mucha más flexibilidad». No cree Aparicio que los autores de las novelas se sintiesen molestos si vieran cómo de sus originales se extraen textos independientes. «Si alguien lo hiciera con mis libros, me divertiría mucho», alega.
Guiado por el «instinto» acometió la selección de los escritores y las obras que sometería a esta particular 'cirugía'. En 'El Quijote' ha hallado uno de los principales surtidores de pequeños cuentos. «Ves que algunos ofrecen más facilidades narrativas y más riqueza de significados. El Quijote', por ejemplo, es fantástico. El problema con el que me topé es que al final extraía textos demasiado largos o no tan cortitos como yo hubiera deseado. Buscaba que tuvieran como mucho treinta líneas, aunque algunos me han salido hasta con 500 palabras».
Donde realiza Juan Pedro Aparicio su aportación interpretativa más categórica es en los títulos. «Los he puesto yo, salvo en aquellos casos en los que los textos ya eran pequeños cuentos, como los de Federico García Lorca y Juan Ramón Jiménez; no he pretendido corregir a nadie, sino dar a conocer».
Pródigo en un subgénero que, apelando a la física subatómica denomina «relato cuántico», Aparicio cuenta con títulos como 'La vida en blanco', 'London calling' o 'El juego del diábolo'. «Un cuanto es el mínimo necesario de energía para que se haga visible y yo lo llevo a la literatura diciendo que un cuántico literario es el mínimo narrativo que se precisa para hacerse visible». No le sorprende que el microrrelato goce de una aceptación creciente entre los lectores. «Está absolutamente de moda. Es muy antiguo, pero hoy día, quizá por la extensión de lo digital, es el texto más en boga. Hay miles de cultivadores y no es mala cosa. Porque aunque no todo el mundo acierta en la misma medida, es un modo de vivir la literatura».
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