Javier Figuero, un cuentista desde el balcón de la ironía
El escritor vallisoletano publica 'Si supieras lo que hacía entonces', una colección de relatos, género «que va bien con estos tiempos»
De pluma omnívora e inquieta, Javier Figuero, periodista y escritor, ha publicado recientemente un libro de cuentos, 'Si supieras lo que hacía entonces', y ... un poemario, 'Tú, yo y la bruma' (ambos en editorial Maluma). Son los dos últimos de una treintena de títulos que abarcan novela, ensayo, poesía, teatro y relatos.
«Tuve ocasión de pasar dos días con Borges, experiencia que luego se repitió, y me dijo 'escriba corto, que es donde se ve al escritor'. Con un consejo así, uno tenía que hacer caso», bromea Javier Figuero que espera «conquistar el Nobel, con esta última recopilación de cuentos». La ironía de la gloria así como la de la vida cotidiana se suceden en estos relatos que ha engarzando su autor. Vallisoletano de nacimiento, «aunque nunca viví allí siempre he vuelto por la familia», lleva a gala un laísmo fundamentado en los clásicos.
«Luego en Madrid, decir que eras de otro sitio marcaba la diferencia así que siempre he echado mano de esa peculiaridad». Miembro del equipo de 'En portada' (TVE) y enviado especial de diarios nacionales, la literatura ha corrido pareja a su condición periodística, «excepto un paréntesis cuando viví en Francia».
'Si supieras lo que hacía entonces' es una colección de historias en primera persona protagonizadas por un Javier, trasunto del autor, que lo mismo escruta el género femenino a través de decenas de encuentros amorosos, que acaba con todo el que se encuentra por fundadas y diferentes rzones coamo se compra una parcela en la Antártida e imagina allí su vida con el deshielo por el cambio climático, investiga en Texas o se enamora en Venecia. «Escribo cuentos imbuido de la necesidad de leer de otra manera. Ese libro nació como las historias de Sherezade, por si había que entretener a un sultán, el que nos podía retener cuando estaba trabajado por ahí para TVE. Son relatos que han cristalizado en el tiempo, apoyados en la ironía y el deseo de comprender a las mujeres, una misión que nunca conseguí», afirma quien reconoce que la ironía fue un recurso necesario para informar y decir cuando había una dictadura.
Convencido de que «al lector hay que ayudarle, engatusarle», el humor es un ardid de seductor. Aunque ese caballero de los cuentos «siempre es un perdedor frente a las mujeres. Hubo un momento en el que parecía que el mundo iba a ser regido por ellas, pero pasó. Ahora creo que será inevitable y deseable en el corto plazo. Ellas dulcificarán el mundo y la tensión y ternura entre los sexos ayudará a cambiar para mejor». Lo dice tras recorrer ensayísticamente la vida de Camus y la de María Casares, la de la Bella Otero y la de la Generación del 98, la de la Transición y sus principales líderes.
Aunque ha llegado tarde a las redes sociales, «soy malo con la informática», cree que son nuevas vías de comunicación telemática que asisten en esta crisis sanitaria. «Potenciarán otras formas de contar también en los medios, que determinarán diferenciación entre los soportes tradicionales y los nuevos». Lector de los cuentos de Flaubert, Maupassant, Turgueniev, Woolf, Stevenson o Faulkner, coincide con Cortázar en que el relato es «fugacidad en permanencia», «tienes que atraer al lector planteándole una historia y conducirle hasta un final sorprendente». Por ser abarcables a sorbos, por esa capacidad de abstracción breve que demandan, «constituyen el género ideal para estos tiempos».
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