

Secciones
Servicios
Destacamos
Su niña de tres años ya ha sido adiestrada en el protocolo de evacuación en caso de tiroteo. Es parte de la infancia en EE ... UU, país al que Marina Perezagua (Sevilla, 1978) fue con una beca por dos años y en el que ha vivido más tiempo que en España. La maternidad y la despedida de Nueva York son los vectores que unen los cuentos de 'Luna Park' (Páginas de Espuma).
Por eso le han salido en primera persona, casi sin darse cuenta de esa unidad latente. «Escribía una novela pero la falta de tiempo me llevó a los cuentos.Cuando me di cuenta, tenía un número suficiente para un libro».
En todos los relatos de 'Luna Park' hay madres, niños y «perros, según me han hecho ver». Son madres solitarias, sin parejas que les ayuden, con padres ausentes. «La maternidad es la columna vertebral de todos ellos. En cuanto a las parejas, creo que es algo de mi vida. No es por elección, pero no he podido depender ni de un hombre ni de una mujer por diferentes razones».
Pasean por los parques, por las playas, llevan a sus niños al pediatra, escuchan el balbuceo de palabras imprevisibles, son funambulistas económicas en apartamentos diminutos y asoma la violencia, la muerte, las políticas de natalidad, la pederastia. «Una piensa que todos los niños son niños inocentes, pero te das cuenta de que la sociedad se lo pone difícil en sitios duros como en Latinoamérica, donde la inocencia se pierde más rápidamente. No es lo mismo tener cinco años en un sitio que en otro», explica Perezagua.
Ella misma se siente fruto de los puentes cruzados que arman uno de sus relatos. «Crecí en una familia disfuncional y mi salvación fueron los amigos y los profesores. Acabando la carrera uno me animó a que solicitara la beca de EEUU. Me pilló desprevenida, no lo había pensado y lo hice sin mucha esperanza. Resultó que me la dieron por cinco años y cuando quise volver había crisis en España. Allí tenía trabajo, raíces afectivas, hasta doble nacionalidad, y me quedé»,
En 2016 publicó 'Don Quijote en Manhattan', una novela protagonizada por «un ser anacrónico como es el personaje de Cervantes, que vivió en un siglo en el que ya no existían caballeros y seguía pensando en ese mundo. Es lo que sentí cuando fui a Nueva York, vivía en una anacronía cultural. Pensamos que el mundo está globalizado, pero todo es menos parecido de lo que parece. Sentí la mirada de Lorca. Y fabulé sobre que pasaría si DonQuijote estuviera hoy en Nueva York», explica Marina que volverá este año a España, a vivir en un pueblo. «Me advierten los amigos del shock de la vuelta. Algunos me dicen que tendré que aprender de nuevo a ser de mi país y demostrar a los demás que soy de aquí».
Está expectante sobre cómo el cambio influirá sobre la escritura. «Me gusta escribir desde un sitio que te permite la soledad, el anonimato. En Nueva York puedo escribir de un parque de pederastas sin que nadie me diga 'esto no nos viene bien'. En un pueblo no puedo hablar del vecino de enfrente o del parque negativamente pues no seré querida. En ese sentido me pregunto cómo afectará a mi escritura».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.