Desbrozando mitos para llegar a Machado

'El disputado mito de Antonio Machado y su consagración en el santuario de Collioure' era el título de la intervención de Antonio Niño, catedrático de Historia Contemporánea de la Complutense. Lleva tiempo investigando cómo «desde el siglo XIX hay una traslación de los rituales sagrados a fenómenos políticos y muchos héroes políticos se convierten en mártires». En esa senda está el caso de Machado y su tumba en Collioure. «Entre los casos de sacralización de un símbolo político, Machado es un santo laico ejemplar. En las culturas profanas se siguen usando fórmulas que vienen de la Iglesia. La tumba se convierte en lugar de peregrinación donde se celebran homenajes, se dejan exvotos y se esperan milagros».

Niño ha seguido el rastro del debate «sin fin sobre ese lugar. En los archivos del albacea de la familia Machado en Francia encontré que se le encomendaba el cuidado de la tumba, él hizo las gestiones del entierro. La administración franquista intentó por dos veces, en los años 50 y 60, repatriar los restos. La familia Machado que estaba en Chile era favorable. Hubo una batalla diplomática, movimientos de embajadas que no trascendieron pero tenían un gran valor simbólico», explicó el catedrático. «Se trata de la apropiación de los restos y las reliquias del santo Machado. El Gobierno franquista quería arrebatar su símbolo al exilio republicano. Por otra parte Ridruejo y Laín querían convertirlo en un poeta nacional y había que rescatarlo y olvidar su pasado izquierdista».

Machado nunca dejó escrito donde quería ser enterrado, pero sus hermanos y amigos cercanos «sostienen siempre que quería ser enterrado en Madrid cuando la circunstancia política lo permitiera. Pero no ocurrió y en la Transición Machado era ya el símbolo del destierro. Importantes políticos como Jorge Semprún o Alfonso Guerra sostuvieron que debía quedarse en Collioure. La izquierda sentenció que debía seguir siendo el símbolo de la represión y el exilio, mientras que los herederos y alguna facción franquista consideró que su vuelta podía ser un símbolo de la reconciliación, como ocurrió con el 'Guernica', de Picasso. Pudo más la primera interpretación y se ha convertido en santuario laico de fervorosos seguidores de Machado que van a rendirle homenaje, casi siempre con la bandera republicana».

Por su parte, Sergio Campos, bibliotecario del Instituto Cervantes de Münich, volvió a su ciudad para hablar de un artículo de Machado y su rechazo al «terror rojo» de Madrid en el primer medio año de Guerra Civil. Machado siguió escribiendo en el exilio artículos para 'La Vanguardia'. La editorial Dyskolos los ha reunido todos en 'Desde el mirador de la guerra. Artículos de prensa 1937-1939'. «En ellos aparece un Machado acallado que escribe sobre temas abstractos y genéricos como el Cid, el Quijote, o el pueblo en contrapunto con la masa de Ortega, pero en una pelea fratricida, qué hermano es el pueblo?», se pregunta Campos.

«He elegido 'La desaparición del señorito' como punto de partida para hablar de la desaparición del 'señoritismo'. El señorito es una figura que se da en el Madrid de 1936, desde julio y hasta diciembre de 1936, cuando se extermina el terror rojo en Madrid. Allí vence el bando republicano y durante ese terror mueren periodistas y escritores que publicaban en los mismos periódicos que Machado. Él permanece fiel a su ideal republicano pero debajo de la ideología están los hechos, por eso se alegra del fin del señoritismo. Es un ejemplo de cómo se contrapone ideología y realidad», explica el autor de 'Violencia roja antes del comienzo de la Guerra Civil'. En este último ensayo documenta la existencia de una checa socialista previa a la contienda. «Siempre se había dicho que se crearon en la guerra».

Antonio Machado protagonizó también la visita del ministro de Cultura Ernest Urtasun para presentar el mapa literario 'Antonio Machado: Ligero de equipaje', un documento gráfico que recorre su vida. Urtasun avanzó que el Ministerio destinará medio millón de euros para la adquisición de los fondos propios para Centro Nacional de Fotografía con sede en Soria, cuyas obras comenzarán en breve, y aclaró que la Dirección del centro comprará las fotografías realizadas por los 31 Premios Nacionales de Fotografía, artistas que han definido, desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy, los grandes relatos visuales de la historia reciente y de otros fotógrafos emergentes.