
César González García
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César González García
Civilizaciones del pasado dejaron grabada su visión del cielo en piedras que también utilizaron para levantar monumentos en los que esculpieron signos, dibujos, leyes, himnos ... o leyendas. César González García (Valladolid, 1973), doctor en astrofísica y científico en el Instituto de Ciencias del Patrimonio de CSIC en Santiago de Compostela, recrea en 'Cielos de piedra' (JAS Arqueología) un viaje por la arqueoastronomía a partir del conocimiento de los cielos a lo largo de los siglos combinando astrofísica, etnografía, historia y arte. «El cielo siempre fue una fuente de seguridad ante un mundo cambiante y amenazador, permitía situarse en el mundo y en el tiempo a la vez que actuaba como repositorio de imágenes míticas», apunta el investigador, que presentó el libro en la programación del Laboratorio de Ciencia Interdisciplinar Disruptiva, instituto de la UVa que aúna grupos de investigación en Física.
–¿Cuál es su labor en el Instituto del Ciencias del Patrimonio del CSIC?
–El centro intenta comprender cómo los seres humanos entendemos nuestro entorno y creamos elementos a los que les damos un valor y llamamos patrimonio. El cielo a lo largo de la historia ha sido en sociedades de todo el mundo un elemento que servía para cuestiones prácticas a la hora de orientarse en el espacio y en el tiempo, pero también como fuente donde proyectar ideas que sirven para dar explicación a lo que nos rodea, ya sean de tipo científico como hacemos hoy en día o de tipo mitológico o religioso. A entender las dinámicas del cielo y la interacción de los seres humanos con el cielo es a lo que me dedico.
–Lleva más de veinte años haciendo investigaciones en distintos puntos del planeta.
–En muchos sitios la sociedad ha perdido el contacto con el cielo. Hay una parte interesada en estos temas, pero al mismo tiempo existe cierto desconocimiento y las ideas no están del todo claras. Por eso en el libro trato de clarificar y desmitificar ideas y divulgar.
–¿Qué está investigando ahora?
–En la Península Ibérica uno de los temas que abordo es el estudio del cielo en el Neolítico y cómo las gentes de esa época lo incorporaban en las orientaciones de monumentos megalíticos. De hecho, saldrá un artículo sobre el dolmen de Bernardos (Segovia). El interés de esta construcción es que el corredor de entrada a la cámara donde se depositaba a los difuntos es como una cueva artificial hecha con piedras a la que se accede por un pasillo torcido, cuando normalmente suele construirse recto. Pensamos que se hizo en dos fases distintas, una primera con determinada orientación y después de un tiempo con otra diferente. Con ese cambio de orientación se consigue que entre un rayo de luz en la parte de los difuntos únicamente en el solsticio de invierno. Tenemos un serie de hipótesis de por qué sería así.
–Algo común a casi todas las sociedades humanas es que el cielo era fuente de seguridad y de explicaciones. ¿Eso ha dejado de ser así?
–No del todo. Es cierto que ya no usamos las salidas del Sol o de la Luna o la visibilidad de las estrellas para saber dónde tenemos que movernos ni para orientarnos en el tiempo y saber horas y fechas. Aun así aún seguimos mirando al cielo para buscar explicaciones. A pesar de que ya no seguimos a las estrellas, seguimos necesitando los satélites que pueblan el cielo cada vez que utilizamos un navegador e incluso para saber en qué hora vivimos. Es en otro nivel y de otra manera como miramos al cielo. Cuando hay noticia de que ocurre algo en el cielo nos llama poderosamente la atención. Hace unas semanas tuvimos un eclipse de Sol visible desde distintas partes de España y hubo gente que se compró las gafas para verlo. En agosto de 2026 tendremos la suerte de ver un eclipse total que pasará por el medio de Castilla y León, y a media tarde el cielo se oscurecerá, el sol desaparecerá bloqueado por la sombra de la Luna haciéndose la noche durante casi dos minutos. Sucederá el 12 de agosto de 2026 sobre las 19:00-19:30 horas. Ya hay gente reservando plazas de hotel, mucha gente viaja para ver estas cosas.
–¿Ha perdido el cielo misterio?
–Tiene todavía ese aura. Ya no es eso de mirar al cielo y predecir qué va a pasar. Ahora ahondamos en ese misterio cuando nos hablan de agujeros negros, de galaxias, de choque de estrellas de neutrones... Tiene todavía ese toque de enigma incluso para los propios científicos.
–¿Cómo explicaría en qué consiste la arqueoastronomía?
–Es un área de encuentro de campos como la antropología, arqueología, historia de las religiones y astronomía. Un intento de comprender, a través de restos arqueológicos, cómo veían el cielo las gentes del pasado y qué sentían al ver esas luces que se mueven regularmente en el firmamento. Son ciencias que aportan enfoques enriquecedores y diversos al estudio de los usos del cielo en culturas y sociedades de la prehistoria o la Antigüedad a lo largo y ancho de la Tierra.
–¿Existen más monumentos al Sol, a la Luna o a los planetas?
–El sol aparece prácticamente en la gran mayoría de sociedades a lo largo del globo. Es el factor que dirime el día y la noche, aunque hay una gran cantidad de sociedades que utilizan la Luna para contar los meses e incluso los años. A pesar de que es más difícil de seguir al tener ciclos más complejos que el Sol, distintas sociedades a lo largo de la historia se han interesado en la Luna, que al final marca unos ciclos muy útiles para actividades agrícolas, ganaderas o religiosas.
–El este es una dirección de gran carga simbólica, representa el renacer. Cuenta en el libro cómo en las Constituciones Apostólicas se establece que las iglesias se debían construir con esa orientación.
–Es algo compartido por muchas culturas y creencias. La cristiana recoge una tradición mediterránea y de Oriente Próximo bastante común en otras sociedades. Los griegos y los romanos hacían la mayor parte de sus estructuras dirigidas hacia el este, también en Egipto o en otras zonas de Oriente Próximo. El este con la salida del Sol tiene esa connotación de renacer. También existen estructuras relacionadas con el oeste por lo contrario. Pero hay que verlo caso por caso y sociedad por sociedad porque se dan peculiaridades. En el cristianismo se tiende a enfocar el este en torno a la salida del sol en el equinoccio y en otras sociedades se mira más a los solsticios.
–¿Cómo es su mirada al cielo más allá del estudio?
–Sigo mirándolo con curiosidad. Tengo un pequeño telescopio y me sigue maravillando ver cómo los satélites de Júpiter pasan por delante o por detrás del planeta, pudiendo contemplar los movimientos del cielo en directo.
–Mirar al cielo remite a los grandes interrogantes de nuestra existencia.
–Es lógico porque nos sigue sobrecogiendo, llama la atención y a la gente le hace conectar con las grandes preguntas. Esa inquietud aparece en todas las sociedades, la conexión con las grandes preguntas, de dónde venimos y adónde vamos. Yo no tengo una respuesta en ese sentido. Desde mi formación como científico tiendo a buscar explicaciones o interpretaciones que caen dentro de lo científico. Puedo entender que la mayor parte de los seres humanos miran el cielo y encuentran conexión con divinidades, pero desde el punto de vista científico tengo que entender por qué el cielo es azul, las estrellas brillan por la noche o el Universo está en expansión, buscando una explicación sin intentar recurrir a esas divinidades.
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