Carlos Aganzo fía al amor y a la poesía la redención del ser humano
El poeta y director de El Norte llenó la Sala Experimental del Teatro Zorrilla para presentar su último libro, 'En la región de Nod'
VIRGINIA T. FERNÁNDEZ
Miércoles, 8 de abril 2015, 09:25
Vaga Caín por la región bíblica de Nod, la tierra desolada a la que fue desterrado tras cometer el trascendente fratricidio. Peregrina entre rastrojos, muy presente la sangre de su hermano Abel aun viva en su memoria, acosado por la culpa. Pero donde solo debía haber oscuridad como penitencia merecida, hay también luz. La esperanza espera al otro lado del Este del Edén, y es el anhelo de olvido, y por encima de eso, el amor. Esta es la secuencia lírica de 'En la región de Nod' (Reino de Cordelia, 2014), el último libro de Carlos Aganzo. «Lo que redimió a Caín de sus penurias no fueron sus trabajos ni su intelecto. Salió adelante gracias al amor», dice el poeta sobre su obra, que trata «de cómo solo nos salvan el amor y la poesía». Al igual que Caín, que también «conoció el amor y la alegría» a pesar de la atrocidad, el ser humano, «estirpe cainita», es tiniebla y brillo.
El poeta y director de El Norte de Castilla llenó ayer la Sala Experimental del Teatro Zorrilla de amigos que disfrutaron de un recital muy emotivo que sirvió de presentación del poemario merecedor hace pocos meses del Premio de Poesía Ciudad de Salamanca. Escritores, músicos, periodistas y personalidades de la escena cultural castellano y leonesa le acompañaron en un viaje lírico y sonoro amenizado por los músicos Suria Pombo y Jorge Cebrián, quienes ya introdujeron con instrumentos étnicos los mismos versos entonces inéditos en Urueña y para quienes Aganzo tuvo palabras cariñosas: «Su música es cómplice de este libro», dijo. También agradeció la concurrencia de público e invitó a algunos asistentes a recitar sus versos. Lo hicieron Javier Angulo, director de la Seminci, y los también poetas Fermín Herrero y Angélica Tanarro, jefa de Culturas de El Norte.
Enrique Cornejo, gerente del Teatro Zorrilla, presentó el acto y el compositor Amancio Prada fue 'atracado' por el poeta. Como «cantar es una forma de leer», Prada cantó y tocó 'Arde el tiempo', la única composición del recital fuera de 'En la región de Nod'. Tras las presentaciones, Aganzo transitó en soledad por esa región inhóspita. Paseó por ella durante once poemas escogidos para tocar los temas más representativos que el autor de 'Las voces encendidas' posa en los versos de su último poemario. Comenzó por la angustia que se siente al salir una noche al campo para ver las estrellas y no encontrarlas, «la frustración de que exista la luz pero tu no puedas verla», reflexionó en voz alta el escritor. La presencia de la naturaleza y los animales, una constante en su poesía, fue el siguiente paso. El poeta se identificó con esos mirlos en el jardín que le recuerdan a los humanos, «quienes seguimos construyendo donde no debemos, parece que empezamos la vida siempre desde el principio».
Cuando llegó el primer poema de amor se lo dedicó a su esposa, Susana Saura, sentada en primera fila. «(...) Asomado al sagrado/ holocausto tendido de tu cuerpo,/ pienso a veces que el crimen,/ la funesta violencia de mi mano,/ jamás tuvo lugar./ La culpa ya no existe, solo el cálido/ halago de la férula del aire», resonó la voz de Aganzo en la penumbra de la sala. A su hija Laura, también presente, le dedicó los versos inspirados en un hecho aparentemente cotidiano. Un día un erizo se coló en su jardín y lo devolvieron al campo, donde irremediablemente murió. «Fue el precio de la libertad, en la libertad perdió la vida», comentó Aganzo.
Visión crítica
Del Génesis a la actualidad y a su habitual visión crítica de los tiempos convulsos que se viven. El 'poema XVIII' habla sobre la pena de muerte. El poeta y periodista lamentó en este punto la perversidad de aquellas sociedades «en las que antes de degollarte te piden que aceptes que has de ser degollado, porque es lo justo y lo bueno». Una oda a la palabra para el final, la «palabra que no se puede coser pero, sin embargo, es la palabra perfecta». «La palabra inconsútil, /enigmáticamente/ bordada con el hilo del silencio». Y como colofón, un homenaje al espíritu de su abuelo, la última composición del libro, que escribió frente a su tumba, 'Meditación frente al sepulcro'. La rapidez del día a día de una redacción quedó congelada ayer por espacio de una hora en que se paró el tiempo y reinó la poesía.