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Katsumi Komagata.

De lo bonito a lo útil

La enfermedad le mostró la realidad hospitalaria y Komagata decidió crear álbumes para hacer reír a quienes los habitan

Victoria M. Niño

Martes, 15 de julio 2014, 21:06

Estaba convocado para el IlustraTour 2013 pero se interpuso la leucemia. Katsumi Komagata (Japón, 1953) prometió venir en cuanto pudiera y aquí está, enseñando su método. Aprender a tratar el papel, algo frágil, es el primer y fundamental paso de todos sus talleres, tanto para niños como para profesionales. «Me gusta empezar por algo primitivo, a quienes están acostumbrados a trabajar con sus ordenadores les propongo usar sus manos. El papel es muy frágil, si no lo manejas bien se rompe. Es como las personas, si no las tratas adecuadamente, sufren». Pero ni origami ni papiroflexia, Komagata se queda en las dos dimensiones. «He hecho esto en muchos sitios, México, Corea, Brasil, Europa. No somos iguales para nada, tampoco en la economía. El papel es un material que todo el mundo tiene a mano, con el que es fácil trabajar. Por eso lo elijo pero no para esculpir con él».

Este diseñador gráfico que dirigió el Nipon Design Center, que en 1977 trabajó para la CBS en Los Ángeles y Nueva York y que en 1986 fundó One Stroke de nuevo en Japón, comenzó a hacer álbumes infantiles para su hija. En 1990 empezó a publicar la serie Little eyes. Premio Bolonia, creativo y empresario, dueño de su propia editorial, Komagata no ha parado hasta que la enfermedad le obligó a reconsiderar su trabajo.

«Ahora solo quiero hacer cosa útiles para las personas. Cuando estaba en el hospital, me sentía deprimido. Quisiera provocar la sonrisa de toda la gente que tiene que estar allí. Por eso he comenzado el proyecto Cuando me siento mal (When I feel down), una serie de libros».

«Una vez, un encuentro»

Komagata celebra el presente, «la nueva vida que me han regalado» con su lema «una vez, un encuentro». «Esto viene de la antigüedad, cuando los samuráis eran la clase alta y los mercaderes la baja, aunque tuvieran dinero. La ceremonia del té se crea cuando estos segundos temen a los samuráis y buscan una manera de demostrarles hospitalidad. De ahí nace un espacio para tomar el té y charlar, la habitación es pequeña y con el techo bajo para que no puedan entrar con la espada ni desenvainarla. La lección de eso es que nadie sabe que pasará cuando salgan, que quizá sea ese el último encuentro en un ambiente amigable. Y en nuestro taller pasa lo mismo. Hay gente de Brasil, de Madrid, de Holanda, la vida nos ha juntado esta semana y tenemos que celebrarlo y aprovecharlo».

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