«Gracias al cómic de consumo, hay hueco para hacer otras cosas»
Francesc Capdevila, 'Max' imparte un taller en Ilustratour
Victoria M. Niño
Martes, 15 de julio 2014, 20:18
. Sonaba exótico en los ochenta, pero sobre todo era un homenaje al pintor Max Ernst, uno de sus favoritos. Por eso Francesc Capdevila comenzó a firmar sus trabajos como Max, heredero de cierto surrealismo.
Capdevila (Barcelona, 1956) que pasó de la Facultad de de Bellas Artes a El Víbora, que vivió la edad de oro de los dibujantes españoles, después una travesía del desierto y hoy tiene una mano en la prensa diaria y otra en sus libros de cocción lenta, comparte su veteranía con los alumnos de IlustraTour.
«Me pidieron que conectara el mundo del cómic y el de la ilustración. Parecen campos hermanos pero funcionan con registros distintos, así que intentamos hacer una proyección híbrida de ambos, una mezcla de ambas artes», explica el primer autor de cómic que pasa por el festival, hasta ahora centrado en la ilustración para público infantil.
El padre de Peter Pank ha visto evolucionar durante este tiempo la historia del tebeo. «Nos hemos hecho mayores y se ha dignificado la profesión de dibujante. Se nota que ha habido quien ha editado libros de calidad con historias que han enganchado al público adulto y esto ha ido teniendo eco social. Por fin el cómic ha dejado de ser un entretenimiento de niños para ser un arte digno».
Tres años para un libro
Max vive de la ilustración y precisamente esto le permite hacer más cómic que nunca. «Cuando tengo una idea la desarrollo durante tres o cuatro años. Ahora también hago historietas cortas para El País». Capdevila no distingue demasiado la novela gráfica del tebeo. «Sigue siendo un tebeo, en el fondo es lo mismo, exige idéntica habilidad. Si acaso, la única diferencia es que la novela gráfica cumple dos requisitos; están dirigidas a adultos y se supone que el autor tienen libertad total», afirma quien empezó en el cómic underground y hoy publica en diarios de tirada nacional y en libros de pasta dura.
Reconoce que se ha ganado sitio en las librerías pero se ha perdido en los quioscos. «Dan pena, apenas hay dibujantes en dos revistas de actualidad. Nada que ver con los ochenta, cuando eran un paraíso, había una docena de revistas, todos teníamos trabajo». En cambio ahora «los ilustradores vivimos en precario. Trabajas en un libro sin ningún ingreso por él, tienes suerte si el anterior te ha ido bien, puede que el editor te dé un adelanto».
Directo al meollo
En el caso del cómic, «hay tres mercados potentes, Estados Unidos, Francia y Japón. En todos los casos sorprende el porcentaje de cómic que se hace para comer. Incluso en Francia el 85% de la producción es de género de aventuras, de fantasía, de capa y espada, cómic de consumo sin más complicaciones. Es una elección muy digna que se atiene a los cánones comerciales. Por suerte, esto existe y permite que haya un hueco para cosas raras como las mías. Sé que tengo más o menos lectores pero nunca seré un superventas».
Si su línea se ha ido aclarando cada vez más en sus dibujos, «buscando el meollo, restando elementos decorativos», sus temas han viajado hacia el interior. «Rebusco en el interior, consciente de que eso es lo que hace que seamos como nos mostramos ante los demás. Mi mundo no es la acción, ni las relaciones que están a la vista de todos, sino más dentro. Puede decirse que mi registro es el fantástico, con los pies en el suelo. Todo ello con humor claro, es el vehículo porque si no sería un tostón».
Aunque uno de sus referentes es es Robert Crumb, «el mejor autor contemporáneo», ni en temas ni en estética coincide con él. En cuanto al mercado español, la veteranía no le impide seguir sorprendiéndose. «Es un mercado desconcertante en el que se edita mucho pero en tiradas muy pequeñas salvo excepciones como Paco Roca. En general todo es muy modesto y frágil desde el punto de vista industrial. Parece que nunca despega». Ahora está buscando «el tono» para su próximo libro. «El proyecto está abocetado, es una historieta larga sin palabras pero no acabo de echarle el cierre».