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No escribir padres sino entrega' o también: 'el verdadero amor no se dice, no se airea'. Pocas palabras, como suele el poeta, para hablar de ... lo más íntimo, que podría parecer lo más sencillo, pero en realidad es lo más complejo. 'Lo más profundo', sí, pero 'como si encima fuese aire'. El aire del vuelo de lo que es tan grande que apenas se deja expresar. Eso que dicen amor, en su sentido más extenso, y que en la poesía de Fermín Herrero, en su ya larga trayectoria, siempre ha apuntado como temblor de fondo, aunque en verdad nunca habíamos conseguido ver en primer plano. Como esos pájaros de bajura que se mueven tan deprisa que no nos dejan enfocarlos, detenerlos en la retina, pero sabemos de su grandeza mínima, de su belleza universal.
'Poesías familiares y domésticas' Fermín Herrero. Difácil. 96 páginas.
«El trastorno de consagrar la vida entera a la literatura no solo afecta al paciente enajenado sino también a cuentos conviven con él», dice Fermín Herrero en la nota de autor que cierra 'Poesías familiares y domésticas', el libro que inaugura la nueva colección Prúa, de Difácil, y que surge a modo de compensación, o al menos de explicación, de todos esos efectos secundarios que produce la escritura, cuando se aborda desde la absoluta integridad. No solo en el que escribe, sino también en aquellos que le rodean y le aman. Poemas, dice, por lo general hogareños, «de andar por casa, sin ínfulas ni pretensiones sublimes», lo que podría ser cierto a la hora de catalogarlos en el conjunto de su obra literaria, que en el caso del poeta de Ausejo de la Sierra tiene desde el inicio sus horizontes bien definidos, pero no lo es en absoluto desde el punto de vista de la creación. Porque esa misma ocultación, esa usura, esa contención que el poeta aplica en su manera de consignar el mundo en cada poema, en el caso de lo íntimo, de lo estrictamente personal, todavía exige mayor comedimiento, mayor justeza en la selección de las palabras, los ritmos y las semánticas. La grandeza de la humildad del lenguaje, cuando se impone de por vida como disciplina personal.
Escribe Julio Llamazares que este libro de Fermín Herrero es «la mejor manera de entrar de lleno en la obra de un poeta que pasará a la historia». No creo yo que sea éste el mejor pórtico para entrar en la casa de la poesía de Fermín Herrero, en su denodado descifrar la letra pequeña de las grandes magnitudes, especialmente los campos y las naturalezas de su entorno vital. Sino más bien una puerta trasera por la que acceder directamente al jardín interior de esa casa. El lugar donde junto a los otros, al cuidado de los otros, a salvo acaso de esa soledad profunda que siempre impone la contemplación, el poeta escribe con cicatería y devoción sus poemas. Lo que no dijo o dijo en secreto el que escribió.
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