Buena acogida a 'Romería', de Carla Simón
La directora catalana lleva su sensibilidad cinematográfica al prestigioso certamen con 'Romería', un ambicioso filme que fue muy ovacionado
Un largo aplauso durante los títulos de crédito, prolongado durante seis minutos cuando en la pantalla de la Gran Sala Lumière apareció Carla Simón y ... su equipo de 'Romería', saludó su presentación oficial en Cannes. Se cerraba así la participación española en la Competición, que comenzara con 'Sirât', de Oliver Laxe, y continuase en la Semana de la Crítica con 'Ciudad sin sueño', de Guillermo Galoe, y el corto '10k', de Gala Hernández, en la Quincena de Cineastas. Una satisfactoria presencia en la edición de 2025.
Con una actitud que cabe destacar por su valentía, ha cambiado en 'Romería' el signo de la mirada de Carla Simón sobre la familia, sobre su familia, tras lo que se adivina como tercera y última parte de la Triología autobiográfica compuesta además por 'Estiu 1993' y 'Alcarràs'. La visión que la cineasta catalana ejerce ahora sobre cuantos rodeaban a sus padres resulta mucho más afilada y dura que en los casos anteriores, donde la cercanía del cariño se imponía a casi cualquier crítica sobre comportamientos y personajes. No sucede ahora, donde la galería mostrada en la pantalla resulta poco o nada complaciente durante la búsqueda de identidad que efectúa la protagonista.
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El problema de 'Romería', desde mi punto de vista, es que el verdadero despegue de la historia sucede muy tarde, cuando casi llevamos una hora de progresivo conocimiento de tíos, abuelos, primos y demás familia. Realmente, la película no avanza y se enriquece hasta que a Marina, esa protagonista, trasunto de la propia Carla Simón, no le es revelado un hecho básico en la historia de su padre (que no mencionaré por respeto al lector y posible espectador). A partir de ese momento, la solo receptora actitud de ella se transforma en desconcierto primero y claro desafío después. Ahí sí, en sus tres cuartos de hora finales es cuando 'Romería' alcanza su pleno y verdadero sentido, incluso en secuencias de carácter imaginativo o de fusión de tiempos que Clara Simón recrea con su indudable valía como cineasta.
Muy distintas, de enorme emoción y reconocimiento, fueron las ovaciones que saludaron a Jafar Panahi antes y después de su excelente 'Un simple accidente', también en la Competición Oficial. Tanto tiempo de cárcel o de reclusión domiciliaria, tanta prohibición para hacer películas o viajar al extranjero…, que ver al cineasta iraní ofreciéndonos en persona su película más política y radical causaba una profunda alegría. Para que, al visionarla, les provoque tanta zozobra como a quienes hemos asistido en Cannes a su estreno mundial, de la trama de 'Un simple accidente' me limitaré a decir que aborda la eterna dialéctica entre víctimas y verdugos, entre torturadores y torturados, muy cerca de la que, por ejemplo, Ariel Dorfman dramatizó en 'La muerte y la doncella' y Roman Polanski llevó al cine con maestría.
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