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Tras 'La ciudad sin luz'. Juan Manuel de Prada rubrica una nueva entrega de su novela 'Mil ojos esconde la noche'. Y es que sus ... cerca de 1650 páginas ameritaban dos volúmenes, cuya segunda parte ha bautizado el escritor zamorano como 'Cárcel de tinieblas'. El autor ha presentado este jueves su último trabajo en el Aula de Cultura de El Norte de Castilla, en un acto celebrado en el Círculo de Recreo de Valladolid con el patrocinio de la Fundación Vocento y Caja Rural de Zamora.
Tras abarcar los dos primeros años de la década de los cuarenta, mientras las potencias del Eje van ganando la guerra, esta novela se sitúa en el punto de inflexión de la II Guerra Mundial: «Es donde comienza la debacle», ubica De Prada.
El autor prorroga las desventuras de su antihéroe Navales en un marco geopolítico y social donde no olvida a las significativas figuras españolas que se encontraban en Francia en este delicado momento histórico, desde los corresponsales de guerra hasta intelectuales y artistas como Serrano Suñer, Gregorio Marañón, María Casares, Victoria Kent o Pablo Picasso.
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«Muchos trataron de mostrar cómo era la vida de estas personas, a veces con un tono tremendista pero siempre verdaderas, que aquellas figuras trataron de ocultar porque percibían que arrojaba una imagen desmejorada a ojos de la posteridad».
Tratando de mirar «desde dentro y la intimidad», De Prada asiste a las conversaciones e intimidades de estos personajes, buscando cierta continuidad con respecto a la primera obra pero marcando, con el cambio de volumen, una evolución en su protagonista: «Estaba feliz al principio con el avance de los alemanes: era antisemita, lo que era normal en la Europa de aquella época, y disfruta con lo que sufren los franceses». Pero sus titubeos arrancan con los primeros estragos de la barbarie nazi; los campos de concentración o la represión feroz ante la Resistencia gala: «Navales es un resentido que poco a poco empieza a hacerse preguntas», anticipa.
En conversación con Carlos Aganzo, director de Relaciones Institucionales de El Norte de Castilla, De Prada no olvida tampoco la propia cuna y herencia literaria de la que viene nuestro país, con el género picaresco a la cabeza de las referencias e intentando huir de modas y corrientes contemporáneas del mercado editorial: «Escribo para quienes no han nacido y para quienes ya han muerto», asevera con ánimo polemista: «Se ha buscado que España rompa con su tradición, histórica y literaria, y que nos aproxima a una corriente cosmopolita que hoy hace que todos nuestros escritores parezcan finlandeses», ironizó.
«Una manera de desposeer a los pueblos de su poder es privarles de las palabras de la tribu», arremetió, tanto a propósito de las modas de género que ambientan el psycho-killer en Los Pirineos o se escriben «pensando en la adaptación a la serie de Netflix» como de la huida de los arquetipos literarios españoles: duques, prostitutas y pícaros que no caen en estereotipos; «desde gente luminosa del lumpen a auténticos truhanes de la aristocracia».
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