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El periodista Óscar Beltrán de Otálora. IGNACIO PÉREZ
Óscar Beltrán de Otálora, periodista

«Convivir con la violencia lleva a una especie de tolerancia hacia ella»

El también escritor presenta este miércoles 15 de junio la novela 'Tierra de furtivos' en la Academia de Caballería dentro del Aula de Cultura de El Norte

FERNANDO CONDE

Martes, 14 de junio 2022

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Para un periodista como Óscar Beltrán de Otálora, ETA nunca ha dejado de existir. Ni siquiera ahora que sus herederos políticos juegan, travestidos, a demócratas. La banda terrorista ha sido la banda sonora –en estruendos– de una vida dedicada a contar cada una de sus atrocidades en el diario 'El Correo'. Por eso es hasta cierto punto lógico que, una vez clausurada aquella actividad criminal, todas las vivencias acabaran formando parte de un libro, una novela, la 'opera prima' de un periodista que aúna sus memorias profesionales con el género más de moda actualmente, la novela negra. De ahí nace 'Tierra de furtivos', que será el tema de debate en la sesión del Aula de Cultura que, con el patrocinio de Fundación laCaixa y Fundación Vocento, se celebrará este miércoles 15 de junio, a partir de las 19:30 horas, en el salón de actos de la Academia de Caballería.

–¿Qué lleva a un periodista de toda la vida a pasarse a la narrativa?

–El periodismo es una forma de contar historias ajustándose a la verdad, a los hechos, a la actualidad. La ficción es una expresión artística en la que priman las emociones, la imaginación, la posibilidad de recrear mundos e imaginar escenas que podrían haber sucedido o que jamás sucederán. Pero estamos hablando de querer narrar algo que en un momento dado consideras importante. Y creo que lo que caracteriza también a escritores y periodistas es esa capacidad de vivir con una especie de radar calibrado para detectar algo sorprendente, interesante e importante en todo lo que nos rodea.

–Su novela está ambientada en un país post-ETA, ¿la sociedad que se refleja en su libro es la sociedad vasca actual?

–Se retrata la sociedad actual pero desde el prisma de la novela negra. Lo que sucede es que muchas historias que aparecen en 'Tierra de furtivos' han saltado a la primera página de los periódicos en los últimos meses. Hablo de los cazadores furtivos y en abril de este año fue condenado el jefe del departamento de caza de la Diputación de Álava por proteger precisamente a cazadores ilegales. Pero lo más preocupante es que en la obra hablo de los disidentes de ETA, que en las últimas semanas están provocando incidentes y participando en batallas campales con la izquierda 'abertzale' oficial, en un ambiente de tensión y amenazas. No es una novela que crezca en la nada sino que tiene sus raíces en la realidad.

–¿Cuánto de Óscar Beltrán de Otálora hay en el texto de 'Tierra de furtivos'?

–Los temas que trato son los que me interesan y el lugar en el que se desarrolla la trama, los pantanos de Álava, es un espacio que conozco muy bien. Elegí ese lugar, bastante desconocido pese a que se encuentra en el centro del País Vasco, porque he pasado allí miles de horas y porque he investigado decenas de historias que tuvieron lugar en sus orillas o que ocurrieron en zonas que ahora están sumergidas bajo las aguas. Es un territorio que fue clave en la Guerra Civil, con una de las batallas más duras de las registradas en el norte de España. Además, allí se encuentran las ruinas del cuartel de la Guardia Civil de Legutiano, un edificio destrozado por un atentado de ETA en 2008 y en el que falleció el guardia civil Juan Manuel Piñuel y hubo decenas de heridos.

–¿Es la solución al inmenso dolor causado por ETA en España, proceder al blanqueamiento de sus herederos?

–En absoluto. En mi opinión, si alguien quiere desvincularse de su pasado violento debe dar pasos en los que quede claro que lo rechaza y lo considera un error. Y no se trata solo de conseguir así una equiparación con otros actores democráticos. Si las personas vinculadas al mundo de ETA no condenan el daño cometido están dando argumentos a los grupos disidentes de los que hablo en la novela. Deslegitimar la violencia exige desmontar todo el argumentario que sirvió para sostenerla durante años.

–¿Qué opina de que aquel 'algo habrá hecho' llegara a convertirse en justificación (in)moral del terrorismo para muchos?

–Desde luego que es una afirmación inmoral. No solo era dañino e insultante para las víctimas. Enmascaraba la cobardía de quienes esgrimían esa frase, puesto que atribuir una especie de pecado difuso y desconocido a quien sufría la violencia permitía mirar para otro lado y no tener que hacerse preguntas sobre qué estaba sucediendo en el País Vasco y, por tanto, poder acogerse a una falsa tranquilidad moral para no enfrentarse a la barbarie. Era una expresión de cobardes. En ese sentido, uno de los protagonistas de la novela es un antiguo escolta, alguien que tuvo que jugarse su vida para defender a aquellos que habían decidido no callarse y llamar a las cosas por su nombre en el País Vasco. No olvidemos que decir la verdad podía equivaler a una condena de muerte cuando ETA estaba activa.

–¿De alguna manera la sociedad vasca, aún hoy –como refleja su novela– ha asumido la violencia como algo consustancial a su cotidianidad?

–El problema se produce cuando, después de tantos años de convivir con la violencia, se desarrolla una especie de tolerancia. Sucede como con las drogas, que cada vez se necesitan dosis más fuertes puesto que el cuerpo aguanta cada vez más los estupefacientes. En el País Vasco han sucedido recientemente hechos como que se normalicen los ataques a la Policía cuando iba a disolver los botellones ilegales. Y que formaciones políticas hayan responsabilizado a los agentes, algunos de ellos heridos, de los incidentes. Algunos errores del pasado siguen estando presentes en el día a día. En 'Tierra de furtivos' quería enfrentar a distintos personajes con esa tolerancia hacia la violencia y contar una historia de personas que, por distintos motivos, se niegan a mirar hacia otro lado cuando contemplan el horror.

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