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La naturaleza surte a Jana Úbeda (Burgos, 1984) del material que sustenta un oficio si no en extinción, de complicado aprendizaje por falta de artesanos que lo enseñen. Licenciada en Bellas Artes, descubrió el encanto de las fibras vegetales en un curso de cestería que ... le metería en el cuerpo las ganas de investigar y aprender su manejo.
Con el tiempo, abrió su propio taller, Cesteando, en Tudela de Duero, donde crea, ensaya técnicas e imparte clases. Ahora reúne en la sede del Centro Regional de Artesanía de Castilla y León (Cearcal) cuarenta piezas que ilustran lo que puede dar de sí la inventiva en mimbre, anea, junco, esparto o palmito más allá de la elaboración de objetos utilitarios. «Esta exposición es un agradecimiento a las personas que me han enseñado por todo lo aprendido con ellas», refiere Jana Úbeda mientras recorre la sala que acoge 'La vida secreta de las fibras vegetales'.
Brinda la muestra como homenaje a «señores anónimos como Vicente, de 74 años, de un pueblo de Valencia que me enseñó a tratar el esparto; a Cristóbal, de 94 años, de un pueblo de Cádiz de quien aprendí a manejar el palmito; y a José, en Huelva, que trabaja la caña. Son tres lugares, tres maestros, técnicas diferentes. Luego yo combino todo eso, añado mi estilo, experimento».
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Aunque las cestas acaparan buena parte de su catálogo, asegura la artesana burgalesa que la cestería es mucho más que el arte de confeccionarlas. «Abarca desde crear una canasta tradicional cuya técnica y fibra varía en función del lugar, a elaborar cualquier cosa que puedas retorcer, tejer, doblar... puedes desde crear una escultura –como la de la abeja, la más grande de la muestra–, a fundir la fibra con otros materiales, crear cosas más prácticas o más decorativas».
En su caso, como ha trabajado en el ámbito de la pintura y la escultura, intenta que esa impronta se refleje en el manejo de la materia. «Me gusta mezclar lo tradicional y llevarlo a mi propio estilo artístico». Aprecia el mimbre, pero aún más la anea, «porque es de aquí, del terreno; mimbre también hay, pero es más difícil encontrarlo porque las mimbreras se han dejado perder y se convierten en árboles si no las podas todos los años. También trabajo junco y hojas de lirio».
De su taller salen fruteros, lámparas, cubreplatos o cuencos en los que mezcla fibra con cerámica de la artesana, también de Tudela de Duero, Monona Álvarez. «Son piezas que dan mucho juego», apunta Úbeda, que además cuenta con un nutrido grupo de alumnas en un aula del Centro Regional de Artesanía.
Jana Úbeda
artesana
La eclosión en los últimos años de la afición micológica y las salidas al campo ha popularizado el uso de cestas, a las que la artista aporta un toque especial, lo mismo que a bolsos y mochilas, combinando varios tipos de fibra y diseños.
El encanto de conocer los secretos del tacto y manejo de mimbre y anea se ve superado, en el caso de Jana, por lo que entraña su búsqueda en parajes naturales. «Me gusta mucho salir a recolectar al campo; es como un proceso mágico que tiene ahí su principio, convirtiendo algo que ha crecido en la naturaleza en una pieza que servirá para decorar o tendrá un uso».
El conocimiento exhaustivo del material se le antoja imprescindible para poder darle forma y durabilidad. «Cada fibra tiene su tiempo de recogida, secado y rehidratado. El mimbre hay que sumergirlo en agua totalmente, la anea se envuelve en un paño mojado por la noche y con eso sería suficiente.... Cada elemento es un mundo con sus propias exigencias». En una vitrina se exhiben herramientas utilizadas en función del manejo que requiera cada fibra. De descubrir y divulgar los secretos de su doma se encarga Jana.
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