La historia de una capital que quiere ser contada
El Palacio de Fabio Nelli muestra la evolución de Valladolid desde el Paleolítico a la Alta Edad Media
Tuvo un origen accidentado en el que la escultura policromada era tan sobresaliente que logró museo independiente. La galería arqueológica decimonónica de 1876 logra entidad propia como Museo Arqueológico de Valladolid vinculado a la Universidad de en 1940 y desde 1968 se muda del Palacio de Santa Cruz al Palacio de Fabio Nelli. Allí se muestran apenas un 20% de los fondos, el resto se guardan en un almacén a la espera de la anhelada ampliación.
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Al frente del Museo está Eloisa Wattenberg García, cuyos padres fueron directores de los dos museos citados, el de Escultura y el Provincial. «Siempre me gustó el mundo de los museos, conservar, estudiar, interpretar y difundir la historia para el conocimiento de la sociedad. Sin embargo, mis progenitores también fueron profesores de la UVA y no me interesó la docencia».
Cuando comenzó a frecuentar el museo, «había dos conserjes que iban abriendo y dando luces de cada sala según pasabas». De los 500 visitantes de sus inicios en los setenta, el museo ha pasado a 50.000. «Y eso que Valladolid es una ciudad de museos y aunque la oferta es grande ninguno compite en contenido. Nuestro fuerte es la antigüedad, ninguno cuenta eso de Valladolid». La secuencia histórica del territorio provincial está documentado desde la prehistoria aunque las piezas más llamativas son más próximas. El Museo custodia los restos vacceos de Pintia (siglo IV a. C.), la Tésera de Montealegre de Campos, una estela de bronce que advertía de la hospitalidad debida entre las comunidades firmantes (134 d. C.), la colección de mosaicos de Villa del Prado, una pilastra visigoda del templo original de Wamba y los restos hallados en la necrópolis también visigoda de piña de Esgueva. Uno de sus mosaicos romanos preside el parlamento regional como símbolo de ese pasado común a las nueve provincias.
La educación del príncipe sobre un tapiz francés
No se conoce la procedencia del tapiz francés del XVII que llegó al Museo en el XIX, aunque lo más probable es que perteneciera al Duque de Lerma. «Recrea la escena de la 'Presentación del libro y la espada', dentro de la serie 'La historia de Artemisia'. Se representa la educación de un príncipe y los valores del humanismo 'bien provisto de bienes del alma y del cuerpo'. En el centro aparecen las figuras de la reina Artemisia y su hijo Lygdamis. De un lado un grupo de sabios simboliza las letras, las artes y las ciencias; de otro, un grupo de guerreros son el valor y la fuerza. Todo ello para dotar al joven rey de la necesaria sabiduría en la creencia de que todo mal procede de la ignorancia», explica Eloisa.
La sección de bellas artes muestra el Sillón del Diablo, precintado para que nadie se siente y pierda la vida o gane la sabiduría, la «supuesta espada del Conde Ansúrez, el supuesto repoblador/ fundador de Valladolid», apunta Eloisa quien subraya la necesidad de escuchar tanto las conclusiones de los investigadores como a la tradición. Un vestido de niño del siglo XV en perfecto estado, la arqueta veneciana de cristal que envió el Papa con las ropas para cristianar a la hija de Felipe III, la maqueta del antiguo Ayuntamiento de Valladolid, planos del Campo Grande o del Convento San Francisco son otras de las pistas sobre el pasado de la ciudad. «No tenemos espacio para contar la historia de Valladolid. La ampliación del museo es necesaria para su supervivencia». Hace quince años ya se licitó la obra en la parcela trasera del Palacio pero la demanda de una comunidad la frenó. «No renunciamos a ello. El museo se ha quedado obsoleto y trabajamos ya con vistas a un proyecto expositivo mayor».
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