Arte urbano, el espejo para reflejarnos y comprendernos como ciudad
Ephemera Phestival celebra su V edición con propuestas de arte barroco o surrealista, murales naïf e instalaciones plásticas en Valladolid
Ephemera Phestival regresa a las calles de Valladolid para dotar las calles de color, arte urbano e instalaciones pictóricas y escultóricas que acercan todo tipo ... de propuestas rompedoras, bien invitando a la reflexión o bien con un sentido meramente estético; y en todo caso con el propósito de reflejarnos como ciudad(anía). Su carácter «efímero», como su propio nombre indica, es parte del juego que plantea este festival dirigido por María Mozo, coordinadora de CreArt Valladolid, que este 2025 ha acogido una serie de trabajos locales, nacionales e internacionales comisariados por el artista vallisoletano «Cless».
«Cada vez estamos más satisfechos de las piezas artísticas y plásticas que componen estas ediciones», pondera este último. «Su variedad es también parte del encanto, hay mucha cabida para todo tipo de soportes que invitan a la ciudadanía a entrar en contacto con el arte sin tener por qué entrar en un museo».
Y es que la gente se para frente a las obras, estén trabajando los artistas o se encuentran ya finalizadas, y su recibimiento no puede ser mejor: «Qué mural más bonito. Espero que nadie pinte encima», comentan unas vecinas en la plaza del Corrillo ante los trabajos de la chilena Carolina Medina, «Crayolina», sin ser conscientes de la ironía que encierra su apreciación.
«Pensé en lo bonito que sería hacer un contraste entre lo clásico y lo contemporáneo», explica esta artista afincada en Valladolid. Su propuesta, cercana al arte naïf, rescata las figuras de Jorge Guillén, Rosa Chacel, José Zorrilla y Miguel Delibes compartiendo un café en el dibujo de una fotografía antigua, superpuesta sobre otra recreación pictórica de una terraza en Plaza Mayor: «Hay pocos espacios en la calle donde la gente pueda admirar arte en primera fila, pero hoy se aprecia bastante, se concretan mayores apoyos aunque aún sigue siendo difícil para los artistas urbanos», valora.
En líneas similares se mueve «Rage», autor de un gorrión de vivos colores sobre un cielo nublado en la calle Gardoqui, bajo el nombre 'Unnoted' (inadvertido): «Se trata de dar relevancia a algo pequeño de la naturaleza, que queda a la vista de todos aunque luego pase desapercibido». Una idea que dialoga con su propia ética del grafiti y el arte urbano.
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La calle Gamazo y la acera Recoletos se han visto intervenidas por las 'Identidades Colectivas' de Celia Gallego; «una propuesta integradora aunque estéticamente pueda parecer rupturista», en palabras de su autora. Y es que, a pesar de presentarse bajo los códigos del surrealismo, la obra invita a la reflexión al abordar «cómo Valladolid nos ve crecer y la vemos crecer, cómo personas tan diferentes conformamos este lugar de contrastes donde se entrelazan caras, identidades y gentes distintas».
Velázquez y Zurbarán, por su parte, son objeto de homenaje en las calles Andrés de Laorden y Concepción. A través del barroco demanda Juan Cabornero un paréntesis en lo cotidiano: «La calle siempre está llena de prisas, y si conseguimos que por un instante se detengan a contemplar, la obra habrá cumplido su función».
Instalaciones artísticas
Pero no solo de pinturas se compone esta edición de Ephemera Phestival. Con 'Hinchable', Toño Macías «Ratpilot» ha querido rendir tributo al innovador representante de la arquitectura efímera en Valladolid; José Miguel de Prada Poole, fallecido hace apenas cuatro años. «Es una cúpula de plástico donde se puede pintar en las paredes, leer libros, dejar mensajes o simplemente dejarse llevar por la ambientación, con la proyección de fauna marina y el gramófono que evoca el mar», explica el artista.
Numerosos ejemplares antiguos de la Biblioteca Básica Salvat, fascículos encuadernados de la Guerra Civil Española o bolsilibros del comisario Maigret y otros volúmenes típicos de mercadillo acompañan una suerte de bookcrossing que también se puede llevar a cabo en esta propuesta vertebrada en torno a la intervención, inicialmente concebida para la Biblioteca de Valladolid durante la semana que une septiembre con octubre y que posteriormente continuará en el estudio de Macías en Galerías Valladolid.
Otra propuesta en este sentido son los objetos textiles y orgánicos a base de cera caliente de la lituana Rūta Simutytė, que en el escaparate de Bang&Olufsen de la calle San Lorenzo y en la entrada del Museo Patio Herreriano brinda la propuesta más rupturista: traer la naturaleza al propio corazón de lo urbano. «Es crear una atmósfera mística y natural en la ciudad», desgrana Simutytė. «Busca dotarla de cierto significado y que la gente sea más consciente de la naturaleza que la rodea en las calles; quizá coger unas flores y llevarlas a su casa...», especula.
En el marco del Ephemera Phestival de este 2025, también se han presentado los mobiliarios urbanos para la presentación de información -«mupi»- en San Miguel a cargo de Gregori Saavedra; el videomapping 'Vecinos' de Lara de la Puente' o 'Domar la luz', de Oihan; estos dos últimos en la fachada de VIVA de la calle San Benito. El certamen traerá en los próximos días trabajos del dublinés Aches y el barcelonés Martí Sawe.
«En estas cuatro ediciones hemos visto que es una iniciativa necesaria para Valladolid, con una importante respuesta de una ciudadanía muy variada», sopesa la directora María Mozo. «El arte contemporáneo está bastante incomprendido, y aunque las propuestas, una vez finalizadas e instaladas, reciben una acogida muy favorable, nos hemos fijado a futuro seguir ejerciendo una labor pedagógica de cara a asociaciones vecinales y colectivos responsables para aliviar las resistencias ante los bocetos presentados».
Espacio público en lid
En la evolución del arte urbano, y en su percepción común, se ha pasado de las pintadas o firmas graffiteras más o menos elaboradas a auténticas propuestas continuistas de corrientes canónicas del mundo de la pintura. Pero la reducción no es tan simple; pues la apropiación del espacio público por parte de un ente institucional puede venir contestada, de forma argumentada y política, por colectivos 'underground' que rubrican, pocas veces mejor dicho, la intención de volver a reclamar para sí esas paredes. Incluso aunque estén ya pintadas.
«Hay mucha gente que ralla y mancha, pero es un tema político», apunta Crayolina, conocedora, como el grueso de los participantes del Ephemera, de estas situaciones: «Hay un acuerdo tácito entre artistas, pero si apareciera pintado no lo consideraría un crimen», agrega; quien no ha considerado «nunca el arte de otra forma que en su carácter más efímero».
«Apuesto por la coexistencia», defiende «Rage»; quien en conciencia no puede «ir en contra» del mundo del cual proviene y, de alguna manera, se sigue sintiendo parte. «No es concebible que me ofendan unos grafitis», asevera. La postura de Cabornero es más reservada: «Preferiría que se respetara mi trabajo», señala, cauto.
«El arte urbano refleja cómo es la persona media de cada ciudad» sentencia Celia Gallego, poniéndonos frente al espejo en el que nos miran los artistas y, también, nosotros mismos: «El arte urbano ha sido muy perseguido y ahora se va comprendiendo más, con propuestas dentro de lo legal que no solo embellecen las calles, sino que ayudan a dar a las ciudades una identidad única y hacer entender a quienes vienen de fuera cómo es y cómo los propios ciudadanos la ven a través del arte».
«De aquellos polvos, estos lodos», concluye Cless. «A mucha gente no le gustan las firmas, pero sin esas bases muchos artistas no estaríamos donde nos encontramos hoy». También aprecia el comisario las posturas políticas de estos colectivos, y aunque piensa que una intervención de aquellos sobre un mural de Ephemera sería «errónea», rebaja las posibilidades de que algo así suceda y se considera convencido de que primará el mutuo respeto entre artistas: «Muchos de los nombres que empezaron con el graffiti hoy cuentan con grandes exposiciones en galerías», señala. Y es que, sea en la calle, en los corazones de la gente o en las salas de un museo, está claro que el espacio que ocupa el arte urbano es, cada vez, mucho más grande que el que delimita los confines de un barrio. O de una ciudad entera.
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