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Las próximas vidas de Ana Jiménez

Las próximas vidas de Ana Jiménez

La Junta se interesa por los fondos de la escultora vallisoletana, quien determinó en su testamento que su obra fuera donada íntegramente a una institución para organizar exposiciones itinerantes con su legado

Victoria M. Niño

Jueves, 6 de agosto 2015, 17:31

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Quien vivió para llenar el espacio de redondos volúmenes y punzantes verticalidades, dejó hace año y medio un hueco en el que suena su nombre: Ana Jiménez. Escultora pionera en un mundo de hombres, profesora de modelado, maestra de varias generaciones y sonriente amiga de sus amigos, las siguientes vidas de aquella niña de 87 años transcurrirán en las salas de exposiciones. Quiso que su obra no se dispersara y fuera donada íntegramente a una institución. Lourdes Tejedor, depositaria de aquel deseo, ha recibido la visita de los directores del MUSAC y del Patio Herreriano, de enviados del Ayuntamiento pertenecientes a la corporación anterior y al Secretario de la Consejería de Cultura, quien mostró su interés por recibir el legado de su obra para hacer un ciclo de exposiciones itinerantes.

Noemí Solís ha sido la encargada de inventariar «unas 500 piezas, entre dibujos, moldes, bocetos», que llenan una nave en Cigales. Esta gestora cultural, que fue vecina de Ana, trabajó con la obra, recordando en cada paso a su amiga. «Sobre todo se trata de escultura pequeña, de réplicas en bronce, porex, barro, escayola. Muchos son trabajos previos a la escultura, en una escala menor, con materiales baratos para ensayar. Aveces se trata de ejercicios de modelado, lazos, palomas, gestos...», explica Noemí. Reacia a escribir sobre su obra o sobre su trabajo, tampoco Jiménez atesoró demasiados papeles. «Hay algo de documentación de su paso por la Escuela de Artes y Oficios (donde estudió y luego enseñó durante 40 años). También hay carpetas de algunos de los proyectos que envió a concursos, para su licitación. Sí hay muchos dibujos». Ana Jiménez destacó en su etapa escolar por su manejo de los lápices y de ahí pasó a la escultura.

Nacida en La Coruña,Jiménez (1926-2013), llegó a Valladolid en su infancia. José Luis Medina y Antonio Vaquero fueron sus profesores en la Escuela. Aún estudiante, consiguió el Premio Martí Monsó. El estilo de esos primeros años, entre 1955 y 1960, está marcado por «volúmenes femeninos rotundos, en relación con la capacidad generativa de la naturaleza». Las niñas y las mujeres evocan un mundo feliz, «ahí está Molinillo (1957), en el que el movimiento y la tensión están resueltos con gracia», explica Noemí Solís. Las niñas, voluminosas, vestidas y con los pies descalzos son la expresión de esa felicidad. Durante toda su carrera creativa, paralela a su vida docente desde 1966, alternó encargos y concursos con su escultura más personal.

Un viaje a París en 1968 transforma su mirada, la alarga. Picasso, Moore, Modigliani, la llevan a formas más estilizadas, aristadas a veces. Al vent del mond es buena expresión de ese cambio. De esta escultura hay una réplica pequeña en su fondo.

«Después en los setenta desarrolla una escultura de simplificación orgánica. Su figura favorita es la paloma de la que destaca su plenitud formal y su vitalidad expresiva. Dentro del reino animal, la paloma es el equivalente a la figura humana femenina», cuenta Solís. Este ave será tan recurrente que se convertirá en un juego para sus manos, «cuando no tengo nada que hacer, hago palomas», decía la escultora.

A partir de los ochenta, se interesa por el cuerpo masculino. «Es una figura-paisaje. De 1980 es Aínda Maïs, forma corporal independiente en la que destaca su monumentalidad. Los volúmenes se deforman y quiebran hasta ser figuras-paisaje. Aveces son figuras fragmentadas, en bloque redondo Ávila (hombre), Torsos o Mingorría (1993)». En los noventa hace Candía (Parque Ribera de Castilla) y Bimbis (Plaza España), dos esculturas de las que hay bocetos, en las que retorna a su primigenia idealización de la infancia antes de dar el salto a su etapa más experimental. Los materiales y los temas son nuevos en los últimos lustros. Quien hasta entonces había mostrado sus inquietudes sociales fuera de la escultura hizo Deliberando en torno al ruido, En torno a la pobreza y Malos tratos. Resinas y materiales poco convencionales sustituyen al bronce y a su queridos berrocales abulenses. «Son obras atrevidas, como los Pájaros Faik». Su legado visualiza el proceso de trabajo de esta escultora convencida de que «creer en lo que tienes entre manos te puede hacer muy feliz».

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