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Tecnología móvil para evitar los ataques de lobos

Tecnología móvil para evitar los ataques de lobos

El proyecto Gelob, Gestión de la Ganadería Extensiva en Hábitat con Lobos, permitirá geolocolizar y monitorizar al ganado mediante collares

Silvia G. Rojo

Salamanca

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Lunes, 13 de agosto 2018, 21:22

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La difícil coexistencia entre la ganadería y el lobo ha propiciado la creación de un grupo operativo que persigue a través de la geolocalización y monitorización del ganado, detectar y prevenir los ataques de estos animales.

Los datos son contundentes y la evolución de las lobadas en el primer trimestre del año en la provincia donde se registran un mayor número de siniestros, Ávila, apuntan a una expansión de estos cánidos si se tiene en cuenta que en el año 2016 en ese mismo periodo se registraron 261 ataques: en el año 2017 fueron 273 y en 2018, 550, según los datos que maneja la Unión de Pequeños Agricultores (UPA).

Javier Alejandre, es técnico de esta organización agraria y la persona que coordina este proyecto que se ha marcado como objetivo «abortar los ataques» y al que han denominado Gelob, (Gestión de la Ganadería Extensiva en Hábitat con Lobos). «El grupo de entidades que nos hemos juntado pretendemos enfrentar el problema», justifica, «se ha producido un incremento de ataques y frente a esta realidad estamos los que defendemos que la ganadería es fundamental para el medio rural y la gestión del territorio y los conservacionistas. Son dos mundos que difícilmente se encuentran y a pesar de que se han probado muchas cosas, ninguna ha dado un resultado efectivo así que nos planteamos utilizar la tecnología para resolver el problema».

El proyecto se divide en una fase más técnica o de laboratorio en la que deberán interactuar incluso con lobos en cautividad, y otra en la que, lógicamente, trasladarán a la práctica los sistemas para lo que se va a contar con ganaderías de la comunidad de Madrid y de las provincias de Ávila y Segovia.

Ávila, la capital más castigada por las manadas de cánidos

Ávila es la provincia de Castilla y León que más ataques de lobo ha sufrido en lo que va de año, con casi el 50% de los ataques registrados de toda la región. Por esta razón, entre otras, la problemática ha sido elegida como tema para el trabajo de fin de grado de Andoni Dios, un bilbaíno que lleva ocho años en Ávila, amante de la naturaleza y estudiante de la Universidad Católica de la ciudad.

Andoni estudia Grado de Ingeniería Forestal y Grado en Ciencias Ambientales en la UCAV, «desde siempre me ha gustado la naturaleza y en especial los lobos y grandes depredadores», afirma. Pero aunque se considera un amante del mundo natural y un «conservacionista», reconoce que hay que ponerse en el lugar de los ganaderos y su problemática, ya que de su trabajo depende su subsistencia y la vida en el mundo rural en muchos casos.

Andoni Dios ha realizado como trabajo de fin de grado un modelo «que analiza la probabilidad de diferentes áreas de ser atacadas por el lobo». Lo interesante de la probabilidad, asegura, «es que se puede aplicar a cualquier lugar de España». Aunque el trabajo está hecho a partir de datos públicos de las instituciones sobre el lobo y sus ataques, «este estudio puede ser interesante para poder prevenir, ya que nos podemos adelantar al lugar donde los lobos van a atacar, antes de que lleguen. Prevé las zonas con más probabilidad de ser atacadas». De este modo se podrán instalar medidas antes de que lleguen los cánidos, «como en Extremadura, el lugar a donde sabemos que llegarán dentro de un tiempo».

Estableciendo unas variables, «las analizo y en consecuencia las enfrento estadísticamente». Entre ellas se encuentran la distancia a la hidrografía, la densidad de población cercana o la densidad de carreteras. «Todo lo enfrento con los registros de ataques reales que ha habido y de ahí emana si esas variables son significativas o no», asegura. De este modo, y aplicándolas en Ávila, se obtiene un mapa de probabilidad, donde se ha podido observar la zona de «Tornadizos como la más afectada con mucha diferencia».

Aunque para «hacerlo más robusto habría que hacer un estudio de campo que llevaría años de trabajo», Andoni asegura que su estudio tiene buena base, y prevé el cincuenta por ciento de los ataques, «que parece poco, pero no lo es tanto si tenemos en cuenta que este tipo de modelos trabajan a niveles de 23%».

Como curiosidad, entre las once variables que manejó en un inicio algunas resultaron ser poco significativas, como «la distancia con núcleos urbanos o carreteras principales». Se podría pensar que el lobo no se acercaría a núcleos de población, «pero esa variable ha resultado no tener importancia estadísticamente».

Aunque las conclusiones pueden ser variadas, Andoni asegura que lee estudios de diferentes zonas del mundo y cómo se enfrentan a depredadores, «entre ellos pumas». En cuanto a los lobos, el uso de mastines de pura raza entrenados ha resultado ser efectivo, pero el número de estos debe ser proporcional al de lobos en la manada, por lo que su eficacia puede ser relativa.

De manera general, el sistema se basa en la «geolocalización y referenciación de los animales una vez monitorizados para poder identificar el ataque», suscribe el técnico, pero de manera más detallada se trata de implantar un collar en el cuello de los animales y a partir de ahí, con una serie de datos, identificar cuándo se está produciendo un ataque. «El collar nos indicará si la temperatura o el pulso del animal ha variado y eso lo estudiaremos en tiempo real, cuando se está produciendo el ataque».

Ante esta alteración, el collar enviará una alerta al móvil del ganadero para que intente actuar, pero tal y como adelanta Javier Alejandre, «no podemos esperar a que el ganadero llegue, seguramente sería tarde y en lo que estamos pensando es, sin que el ganadero responda, desencadenar un mecanismo que repela el ataque, seguramente, dispositivos que emitan ultrasonidos de frecuencia terriblemente molestos para el lobo».

En esta parte, la tarea es de los biólogos que se encargarán de definir «qué frecuencias son las más molestas y las que no perturban al ganado doméstico con el objetivo de intentar abortar el ataque o quizás, la opción sean diodos led pero es algo que está en desarrollo».

Por otra parte, el seguimiento continuo del ganado mediante dispositivos móviles abrirá otra serie de opciones a los ganaderos, no sólo conocer dónde se encuentra su ganado, sino analizar su comportamiento y ver qué zonas prefiere para pastar, mejorando así su manejo y su productividad.

«Es una idea bonita y supone un reto grandísimo, pero es nuestra obligación explorar todas las posibilidades y la tecnología nos abre un camino que podemos trabajar», concluye Javier Alejandre.

El proyecto GELOB cuenta con fondos de la Unión Europea, en la convocatoria para la constitución de Grupos Operativos en el marco del Programa Nacional de Desarrollo Rural. Además, participan en la iniciativa la Universidad Politécnica de Madrid y las empresas Digitanimal, RBZ y Consultores en Biología de la Conservación y la Fundación FIEB (Fundación para la Investigación en Etología y Biodiversidad).

Vigilar 24 horas

Los ataques de lobo tienen muchas caras y son las de todos aquellos ganaderos que los han sufrido, independientemente de las bajas causadas.

La historia de Antonio Calle tiene algunos matices pues, aunque la mayor parte del año su ganado se asienta en la localidad extremeña de Plasencia, cada verano busca pastos frescos en Gredos, en concreto en el término municipal de La Zarza del que es natural.

Después de una época en la que la lengua azul imposibilitaba el movimiento del ganado, el año pasado volvió con sus ovejas a la sierra abulense «sin ningún problema», pero este verano las cosas han cambiado y tras tres ataques que se han traducido en la desaparición de 80 ovejas, ha decidido regresar a Plasencia.

«Mientras esté el problema allí no voy a permanecer, no puedes pasarte las 24 horas del día vigilando al ganado así que he decidido bajármelas», comenta, «son 1.000 hectáreas de sierra donde no hay ni una casa ni un refugio ni nada, solo las escobas y los canchales para que te den sombra y estar allí de día y de noche porque tienes que vigilar, no es vida para el siglo XXI». El ganadero llegó con 259 ovejas a Ávila y ha vuelto con 180; del total de las desaparecidas, 25 ya las ha encontrado muertas.

«En principio pensé que se trataba de perros y empecé a vigilar. Una noche me tuve que ir porque granizaba pero a la siguiente vi a un lobo que huyó ante mi presencia».

Además de las pérdidas de las cabezas de ganado, Antonio va a tener que afrontar el gasto en alimento para sus animales cuando estando en la sierra no hubiera existido, ya que en ese caso paga un tanto por ciento por el aprovechamiento de ese monte público.

Antonio Calle lamenta que «no se toman medidas para atajar el problema, casi ponen en duda lo que yo digo y hay poca atención de los agentes forestales».

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