Niños en un parque del centro de Valladolid capital. El Norte
El escaño 82

Ni por esas llegan niños

«El resultado del esfuerzo en desgravaciones fiscales, traducido a chupetes para calmar llantinas de recién nacidos, es más bien sobrio tirando a escueto»

Susana Escribano

Valladolid

Sábado, 4 de junio 2022, 16:48

Este artículo aspira a aparcar por momentos las cosas de los políticos y enfocar hacia las políticas. Las fiscales y demográficas, con funerales y natalicios, ... maletas de emigrantes y visados de inmigrantes. Una suma-resta que es más resta que suma en esta comunidad. Castilla y León es tierra de contribuyentes que apoyan a las familias que tienen hijos, pero el mensaje no cala y el resultado de ese esfuerzo en desgravaciones tributarias traducido a chupetes para calmar llantinas de recién nacidos es más bien sobrio tirando a escueto.

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En 2008 nacieron 21.311 niños en Castilla y León. A partir de ahí se consolida, año tras año, una cuesta abajo que dejó 13.652 nacimientos en 2020, de los que 2.162 eran hijos de madres extranjeras. La fiscalidad favorable a la natalidad es cierta. La cifra de bebés a la baja, también. Si lo uno no lleva correlación con lo otro, hay algo que no funciona, mucho más profundo y que no logran curar las desgravaciones fiscales.

Es tiempo de hacer la Declaración de la Renta y aquellas familias a las que llega el primer niño pueden deducirse 1.010 euros en Castilla y León, frente a los 210 de media en las otras 11 autonomías que aplican esta bonificación. O 2.351 euros en el caso de padres veteranos que se animan a estrenarse como familia numerosa yendo a por el tercer niño, frente a los 910 de media de las otras comunidades. Son cuantías mejoradas si llegan mellizos, trillizos o si la familia reside en un pueblo. Esta comunidad permite deducir hasta 3.625 euros en gastos por adopciones. Hay bonificaciones para familias numerosas, que casi doblan el importe medio de las seis comunidades que las aplican, y de 1.320 euros por gastos de guardería y para contratar cuidadores.

Conforman un entorno fiscal amable, que termina no resultando determinante. Apenas arañan la superficie de un desafío gigante. Las desgravaciones existen, pero en muchos pueblos no hay quien se acoja a ellas. La media de edad de sus vecinos supera los 65 años en no pocas localidades. Miran por el espejo retrovisor la etapa fértil. Eso lleva a preguntarse dónde están los jóvenes o los adultos a tiempo aún de tener hijos. Muchos, fuera. Castilla y León pierde cada año casi 4.000 habitantes de entre 25 y 34 años en el saldo de movilidad autonómica. Ellos son los que podrían acceder a esas desgravaciones de apoyo a la natalidad, pero se van. Principalmente a Madrid (el 35%) y al País Vasco (el 12%). El padrón de hace diez años contabilizaba 864.000 personas menores de 34 años. El actual refleja 698.500. La resta da 165.500 menos.

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Con esos datos, cabe deducir que habrá quien emigre por gusto, pero que otros, quizás mayoría, lo hagan a la caza de un trabajo acorde a su formación y con unas condiciones salariales que les permitan vivir con holgura. El salario medio real en Madrid, según la Agencia Tributaria, se sitúa en 30.093 euros al año. En Castilla y León son 22.590 euros anuales, 1.500 menos para las mujeres. Y casi 2.000 menos en el caso de zamoranos y abulenses.

Si se logra mejorar el mercado laboral y se acompaña con servicios de conciliación eficaces (la educación gratuita de 0 a 3 años puede ser uno de ellos), habrá niños. Sin esas condiciones, no se frenará el éxodo juvenil y las desgravaciones, por mucho que sean vanguardia nacional, no calarán. Y así llevamos años, lustros, decenios... Sin ir al meollo.

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