Borrar
Lidia González era natural de la localidad burgalesa de Melgar de Fernamental. E. N.
«Mi hija no ha muerto de covid, pero lo ha pagado igual»

«Mi hija no ha muerto de covid, pero lo ha pagado igual»

Su madre denuncia que la joven estuvo dos meses sin tratamiento, pendiente de unos resultados que nunca llegaron

Gloria Díez

Burgos

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Domingo, 11 de octubre 2020, 07:49

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La burgalesa Lidia González, de tan solo 22 años, fallecía en el mes de julio de un tumor cerebral tras esperar dos meses, sin ningún tratamiento, los resultados de unas pruebas que nunca llegaron. Su madre denuncia que esa «tardanza» por parte del Hospital Clínico de Valladolid, provocada por la pandemia, le ha podido costar la vida a su hija.

La otra cara de la pandemia continúa sacando a la luz el drama de aquellas familias que no han padecido la covid de forma directa, pero que han sido golpeadas por la crisis sanitaria de lleno. Es el caso de Lidia González, una joven de 22 años de Melgar de Fernamental que falleció víctima de un tumor cerebral el pasado mes de julio sin haber sido diagnosticada y sin recibir ningún tratamiento.

Lidia trabajaba de higienista dental y residía en Palencia, allí notó los primeros síntomas en el mes de mayo, en pleno confinamiento del país. «Se mareaba y tenía náuseas, además empezó a ver mal», relata su prima, Beatriz. En Urgencias vieron «que algo no iba bien» y la enviaron directamente al Clínico de Valladolid donde, con la evidencia de que tenía un tumor de grandes dimensiones en el lado izquierdo del cerebro, decidieron operarla «cuanto antes». Según su madre, Lidia García, en ese momento empezó su calvario: «Pasó allí diez días completamente sola hasta que la operaron por fin el 14 de mayo».

Tras la operación, enviaron a Lidia a su domicilio para la recuperación mientras esperaban una biopsia del tumor extirpado que, según declara la familia, «mandaron a León». Y nada se supo de aquellos resultados hasta dos meses después, cuando la joven ya había fallecido.

«Había que poner nombre y apellidos al cáncer que padecía para que el oncólogo de Burgos pudiera ponerle un tratamiento cuanto ates», explica Lidia, que alaba el trabajo de los profesionales que las atendieron en el HUBU burgalés porque «se tomaron muchas molestias tratando de que alguien les pasara la información sobre el tumor de Lidia».

Tras recibir el alta, les aseguraron que «los resultados tardarían solo unos días», confiesa su madre. «Recién operada de un tumor cerebral la mandaron a casa con un paracetamol», lamenta Lidia, que no comprende por qué le prescribieron «ir reduciendo la cortisona», ya que «se quedó abandonada, sin ningún tratamiento». Al cabo de una semana sin noticias, la familia decidió llamar por teléfono al Clínico de Valladolid para obtener alguna información. «A los diez días de llamar, llegaron a recriminarla que era muy pesada», manifiesta la prima de la fallecida.

Deterioro rápido

Mientras tanto, los facultativos de la capital vallisoletana insistían en que los resultados debían enviarlos desde León y Lidia, desgraciadamente, comenzó a empeorar en su domicilio de Melgar. «El día 25 de junio volvimos a consulta con la neurocirujana que la había operado a Valladolid porque mi hija tenía mucho temblor en las manos, se levantaba y apenas sabía caminar y se le olvidaban mucho las cosas», expone su madre, que afirma que el trato recibido allí «fue inhumano»: «La doctora no se levantó ni de la mesa y solo preguntó que cuándo teníamos cita con el oncólogo, que se lo explicásemos a él», indica Lidia.

El tiempo corría en contra de la joven y nadie parecía saber nada de los informes que catalogarían la dolencia exacta que le estaba dejando poco a poco sin habla, sin movilidad y sin memoria. «El oncólogo de Burgos no podía hacer nada sin saber qué tipo de tumor tenía Lidia y por eso sin diagnóstico, la enfermedad avanzaba sin poder ponerle tratamiento y todo por el retraso y el caos del coronavirus», denuncia su madre. «Nos llegaron a decir en el Clínico que si nos pensábamos que las pruebas tardaban poco, que había un montón de trabajo con el coronavirus. Mi hija no ha muerto de covid, pero lo ha pagado igual».

Finalmente, en medio del caos, Lidia fallecía el 12 de julio sin haber recibido un diagnóstico y sin haber sido sometida a ningún tratamiento. «La zdejaron morir sin decirnos qué estaba pasando y los informes los tengo porque insistí muchísimo y me los mandaron cuando mi hija ya se había muerto», lamenta Lidia García. «Yo no pido nada, porque a mi hija no la voy a recuperar, pero quiero que se sepa la injusticia que se ha cometido con ella», concluye.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios