Tras la pista de 300 obras de arte robadas en Castilla y León

La incidencia media anual de esta criminalidad entre 2016 y 2019 contra el patrimonio en territorio de la Guardia Civil es de 95 delitos y 360 infracciones y el 60% de los conocidos se producen en inmuebles religiosos.

Del catálogo con unas 400 fotografías de piezas robadas o expoliadas publicado por la Guardia Civil buscando la colaboración ciudadana, buena parte corresponden a Castilla y León «por razones obvias, dado el gran patrimonio que concentra», si bien en los últimos tiempos la mayoría de las operaciones del grupo se localizan en Andalucía. Ello se explicaría en que el gran expolio de Castilla y León ya se produjo el siglo pasado y también en la evolución en los gustos del destinatario final. «Las modas han cambiado; la talla de una virgen casa poco con muebles de Ikea, el arte sacro atrae mucho menos que en los años ochenta o noventa del pasado siglo», ejemplifica con sorna el jefe del grupo.

Cada provincia tiene «su idiosincrasia, su problemática», explica Andrés Rodríguez, de la Unidad Técnica de la Policía Judicial del Grupo de Análisis Criminal de Tráfico Ilícito de Bienes Culturales. Mientras que en la comunidad castellana y leonesa predominan los robos de arte sacro en templos y en Levante los ladrones a la caza de piezas de patrimonio prefieren allanar los domicilios particulares, en Andalucía hay más «detectoristas» que utilizan tecnología muy avanzada para expoliar yacimientos arqueológicos.

Además, la proliferación de estos 'buscatesoros' tiene que ver con la percepción social del delito. «Estos objetos no son de nadie y no estoy robando ni matando», es la justificación reiterada que dan estos emuladores de Indiana Jones cuando se les coge intentando vender, por ejemplo, una fíbula romana en Internet. Lo positivo, destaca Águila, es que todas las comunidades autónomas han reforzado su legislación en materia de patrimonio y son más restrictivas a la hora de conceder autorizaciones para intentar atajar los expolios. «Lo que pasa es que sigue teniendo un halo romántico eso del tesoro hallado», señala Águila.

Los objetos más codiciados son la pintura y escultura, desde tallas policromadas a partes de retablos (adornos, apliques, columnas), aunque lo robado va de elementos arquitectónicos hasta objetos litúrgicos modernos o incluso los ropajes que visten algunas imágenes.

Un mito del mercado del arte robado que se topa con la realidad diaria de este equipo de la policía judicial de la Benemérita es el de que la sustracción de piezas artísticas suele ser por encargo. «Eso del coleccionista que encarga el robo de una pieza es de película. Si tienes en casa una obra de arte robada y un empleado tuyo le hace una foto y mira en Internet, puede que tengas un problema. Lo normal no es el robo a la carta, sino que entren en una iglesia, cojan lo primero que pillen y se marchen». A menudo, las piezas importantes pasan la frontera y se dejan dormir hasta que se enfría el robo mientras aparece el mejor postor. Por eso se trata de investigaciones que siempre están activas fuera de España. A día de hoy están abiertas dos operaciones para localizar estos objetos robados (alguno, en concreto, de la provincia de Soria) y tienen el foco puesto en Italia.

El grupo investigan en el mercado legal e ilegal del arte y si el valor de lo robado que ha pasado la frontera supera los 50.000 euros ya es delito de contrabando. Eso les abre una puerta más.

El encargado de colocar la pieza en el mercado no suele ser el autor del robo, sino el intermediario o perista, que tira de sus contactos (anticuarios, coleccionistas, particulares) y puede obtener mayor beneficio económico. Son profesionales establecidos, con conocimientos de arte y pueden tener antecedentes en receptación. Ellos suelen ser, explican desde la Policía Judicial, quienes «marcan» la pieza interesante.

Muchas veces terminan en el mercado legal tras el conveniente blanqueo y quien las compra no suele tener idea del origen ilegal de la pieza. Una de las últimas operaciones relacionadas con el patrimonio de Castilla y León que culminó con éxito fue en enero de 2019, la recuperación de los dos relieves de Quintanilla de las Viñas (Burgos) que fueron robados de la ermita visigoda de Santa María en 2004. Estaban decorando el jardín de un aristócrata inglés. Las piezas fueron recuperadas en Londres tras el aviso de un investigador privado. Agentes del Grupo de Patrimonio Histórico de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil y técnicos del Ministerio de Cultura dejaron después los relieves en el Museo de Burgos para su restauración. Los agentes acordaron la entrega voluntaria con el ciudadano holandés que los había localizado cuando se encontraban en poder de un comprador de buena fe que desconocía su verdadera procedencia. En cuanto se supo de la posible localización de las piezas, Marta Negro, directora del Museo de Burgos, y la restauradora, Adelaida Rodríguez, viajaron a Londres y certificaron que eran, efectivamente, los relieves sustraídos en Quintanilla de las Viñas hacía 15 años.

En 2020, la Guardia Civil concluyó una compleja investigación iniciada con la operación Pandora III, en la que se recuperaron 94 objetos robados en templos y 165.000 euros en efectivo en casa del detenido. Su intención era vender en Internet los objetos robados, entre los que había un cáliz de plata del siglo XVI y un manuscrito miniado del Apocalipsis de Beato de Liébana.

Según la Interpol, durante la pandemia crecieron los expolios y robos de patrimonio. En 2021, en el marco de las operaciones Pandora, las autoridades españolas interceptaron más de 7.700 bienes culturales, entre los que había piezas arqueológicas, monedas, esculturas, estatuas, armas, cuadros y archivos de sonido, cine y fotografía valorados en más de nueve millones de euros.