Borrar
Consulta la portada del periódico en papel
Interior del pueblo, repleto de casas levantadas en piedra y pizarra. Luis Miguel de Pablos
Allí donde descansa el silencio

Allí donde descansa el silencio

Enclavado en la Sierra de la Culebra en la confluencia entre tres comarcas, Aliste, La Carballeda y Sanabria, es ejemplo de despoblación con tan solo cinco habitantes en invierno

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Martes, 6 de agosto 2019, 08:15

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

En ese circulo vicioso en el que nos acabamos entregando al ruido mientras buscamos el silencio, uno se encuentra muy de vez en cuando con uno de esos remansos de paz que, por extraordinario, más bien parecen escenarios cinematográficos de cartón.

Abundan en esta tierra, pionera como es en despoblación, y de tantos rincones como surgen del olvido hoy les recomendamos que se pierdan por el oeste de Zamora. A un puñado de kilómetros del bullicio tendremos ocasión de pasear, en plena Sierra de la Culebra, con la única compañía del viento. Despistado en la confluencia entre tres comarcas –Aliste, Sanabria y la Carballeda– se levanta Santa Cruz de los Cuérragos, un minúsculo municipio cuyo origen sitúa la historia en el siglo XIV y que hoy se ha convertido en uno de esos tesoros de futuro incierto por culpa de nuestra adicción por el ruido.

Para perderse su silencio, antes hay que hacerlo en el camino que te lleva hasta allí. Apenas dejas atrás Villardeciervos comienza una aventura que te sitúa en el epicentro de las reivindicaciones de los vecinos de la zona. La carretera, la cobertura compartida con Portugal, la ausencia de servicios... Todo se da por bueno cuando llegas y descansas donde lo hace el silencio.

Una pedanía de Manzanal de Arriba que linda con territorio portugués en el que hoy podemos entablar conversación con una veintena de personas, solo cinco si lo visitamos en invierno. «Y de las cinco, tres no se hablan», confiesa sonriente uno de ellos.

Nadie tan acreditado para hablar de su pueblo como Lorenzo después de setenta años casado con Rosario y alguno más recibiendo turistas calle Principal arriba, calle Principal abajo. Da igual la década de la que hables, da fe de todas. Incluso de las que no ha vivido. El incendio de tres viviendas y posterior rehabilitación de las más antiguas, la puesta en marcha de dos casas rurales, el patrimonio de arbolado que presumía la zona –castaños y robles en su mayoría–, la declaración de Santa Cruz como bien de interés cultural en la categoría de conjunto etnológico por su adaptación arquitectónica a las condiciones naturales... ¡Hasta de la época en la que la pedanía formaba parte de la ruta de contrabando que unía Linarejos con Guadramil!

Ahora las preocupaciones son otras. «El panadero pasa por aquí los martes y el pescadero..., hay semanas que el pescadero coincide también el martes», apunta Lorenzo, que disfruta todo el año de una huerta rica en frutas y verduras. «Eso sí, si queremos carne, alguien se tiene que acercar a Puebla», a escasos veinte kilómetros camino abajo. El paseo por las estrechas y empinadas calles, encerradas en la ladera de la montaña, te lleva sin querer a la iglesia de Santa Cruz y, en última instancia y si el calzado te acompaña, también hasta el puente y el molino que hay junto al río Manzanas. Este último –cuérrago significa cauce– y la ermita recuerdan el nombre de un pueblo que lanza mensajes al viajero a través de distintos carteles: 'En Santa Cruz no hay nada abandonado' o 'No ensucie la fuente ni moleste a las ranas'.

Testigo de excepción de la mayor reserva natural del lobo de la península, uno puede considerarse privilegiado si visita la zona en otoño y disfruta de la berrea de los ciervos, uno de los espectáculos más fascinantes que ofrece la naturaleza. Allí mismo. En la confluencia de tres comarcas. Donde descansa el silencio.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios