El campo cubre la necesidad de mano de obra con la mirada puesta en la cosecha de otoño
Las empresas han logrado suficientes temporeros para el verano, pero será en septiembre cuando la necesidad se dispare
«La demanda de mano de obra se va cubriendo, pero estamos muy pendientes de lo que pueda pasar en otoño porque es cuando está ... lo gordo». Así responde Juan Manuel Palomares, secretario de UCCL Segovia, a la pregunta de si la crisis del coronavirus está dificultando la presencia de temporeros en provincias como la segoviana, donde se concentra una importante labor viverista y hortícola, sobre todo en la zona del Carracillo.
«Ahora hay demanda, principalmente de los viveros para el plantón de fresa o frambuesa, pero en otoño solo en la provincia de Segovia hacen falta 5.000 temporeros», asegura el dirigente de la organización agraria.
Que ahora no sea la época más fuerte no implica que no dejen de moverse para conseguir contingentes de trabajadores, una labor nunca exenta de complicaciones: «El 15 de junio tenían que llegar un grupo de marroquíes, en principio 140, que ha terminado en Huelva y no regresan a su país, pero no sabemos cuándo van a llegar. Tenemos reuniones semanales con la Subdelegación del Gobierno, se van cerrando cuestiones semana a semana».
Coronavirus en Castilla y León
Entre las empresas que más mano de obra demandan entre mayo y noviembre está la cooperativa Viveros Campiñas, dedicada a las plantas de fresas y frambruesa, que está asentada en Chañe y además cultiva otras especialidades hortícolas. «Nos nutrimos de toda la mano de obra local que se puede, pero cada vez hay menos gente porque los jóvenes se van y los mayores ya no trabajan, así que nos encontramos que no hay personal para las campañas», argumenta Gustavo Herranz, responsable de esta cooperativa familiar y miembro de la Asociación Nacional de Viveristas de plantas de fresa.
Esa carencia se ha ido supliendo con mano de obra extranjera, especialmente rumanos, búlgaros o marroquíes que, en muchos casos, «se han afincado en el país y han contribuido a fijar población en la España vaciada». Añade que a día de hoy «la situación está bien, podemos traer a todos los trabajadores que para nosotros son fijos discontinuos», aunque no deja de reconocer que la pandemia ha generado «dificultades», por un lado, e «incertidumbre» entre los propios trabajadores que deben viajar desde sus países de origen y plantean dudas. Recuerda, además, que el pasado 15 de mayo se decretó que todas las personas que llegaran procedentes del extranjero tenían que guardar una cuarentena de catorce días, aunque con la particularidad de que podían hacer determinadas actividades esenciales.
Solo Viveros Campiñas mueve una media de 300 trabajadores al año, con picos como los 500 de julio y los 900 de octubre, cuando arranca la recogida de las plantas de fresa. Gustavo Herranz afirma que «la gente que quiere trabajar, trabaja; el campo es duro pero es digno y todos los contratos están sujetos a convenio, en esta zona por lo menos, a nadie se le ocurre tener gente sin contrato».
En ese mismo municipio segoviano de Chañe también se ubica Viveros El Pinar, que entre los meses de septiembre y octubre requerirá unos 1.200 trabajadores entre fijos y eventuales. «Este año, hace unos dos meses y medio, creo que nos pilló a todos un poco a trasmano aunque en nuestro caso teníamos grupos de gente en las plantaciones que no se pudieron ir y a los que tuvimos que organizar», comenta Mario Esteban, representante de la empresa, que apunta que «ha empezado a venir gente de Andalucía que estará hasta septiembre y octubre, y de Rumanía». Indica que la mayor parte de la mano de obra ya es extranjera porque no hay personal disponible en los pueblos; en su caso, «trabajamos de manera continua para tener el necesario para septiembre y octubre».
Esteban da una idea del volumen que se mueve entre los viveros de Segovia, Ávila y en menor medida Valladolid: «De Castilla y León salen cada año entre 350 y 400 millones de plantas de fresa». Entre los trabajadores extranjeros hay de todo, aquellos que vienen desde sus países a hacer una campaña o gente que enlaza hasta tres y cuatro. «Estamos en un momento de transición, los primeros que vinieron, hace 17 o 18 años, son gente que ahora supera los 50 y que en algunos casos ya no necesita trabajar tanto. Sus hijos ya tienen mejores oportunidades, como las hemos tenido nosotros con respecto a nuestros padres, y muchos estudian en Alemania o Reino Unido, ya no vienen con ellos», cuenta.
Patatas y viñedo
Mucha de esta mano de obra agraria alterna diferentes campañas, y por eso no es raro ver que las cuadrillas que trabajan en la poda o mantenimiento de los viñedos luego recogen patatas y vendimian. Eduardo Arroyo, productor de patata, confía en encontrar trabajadores. «Mucha de esa mano de obra está aquí, los que están en el viñedo no se han ido porque están con la poda en verde, retirando chupones y subiendo y bajando alambres». En su caso, no solo cultiva en varias zonas de Castilla y León, también lo hace en Madrid, «pero tampoco espero problemas porque llevaré a alguna de las cuadrillas de aquí y la gente que hace campaña de ajos en otros lugares luego recoge patatas, normalmente van entrelazando».
Arroyo observa que «muchas de esas cuadrillas de rumanos búlgaros o marroquíes ya no se van, el viñedo necesita mano de obra casi todo el año, lo que no quiere decir que cuando llega lo fuerte vengan algunos de fuera». Cada uno de esos operarios dedicados a la recolección de patatas puede ganar entre 60 y 80 euros diarios, dependiendo de las horas. El productor concluye, refiriéndose a los rumores que hablan de que se quedará patata en la tierra, que «si esto sucede no será porque no haya mano de obra para refiriéndose a los rumores que hablan de que se quedará patata en la tierra, que «si esto sucede no será porque no haya mano de obra para recogerla sino por el precio».
Las organizaciones agrarias crean bolsas
Desde hace más de 20 años la Unión de Campesinos en Segovia tiene una bolsa de empleo para poner en contacto a trabajadores y empresas del sector agrario. La situación desencadenada por la pandemia de coronavirus, con el cierre de fronteras y la paralización de muchos otros sectores, hizo que a primeros e abril se viviera un auténtico boom por parte de los demandantes de ocupación, pues no dejaban de oírse noticias relativas a que no habría mano de obra suficiente para las campañas.
«Lo de este año no lo habíamos visto nunca», manifiesta el responsable de la organización, José Manuel Palomares, que explica que «en cuanto abrimos la bolsa hemos tenido días de apuntarse entre 300 y 400 personas, por lo que luego hemos tenido que hacer un filtro». Las llamadas llegaron de toda la región, pero también de lugares más lejanos, como Castellón o Asturias. «Hay que tener en cuenta que sectores como el de la hostelería estaba cerrados y ante esta situación, la única oferta era la del campo», dice.
La primera opción a la hora de contratar es la mano de obra local, y a continuación la regional, nacional y extranjera, «porque los contingentes también necesitaban alojamiento y eso implicaba un riesgo». Posteriormente las cosas han ido evolucionando, y se ha facilitado el movimiento.
De las más de 1.500 personas que se dieron de alta en esta bolsa no se formalizó la solicitud de una 900, principalmente personas de fuera de España que no disponían de autorización de trabajo. «También hay un problema con la gente que no ha trabajado nunca en el campo y le resulta duro, pueden ir un día pero al final algunos abandonan», indica.
Asaja nacional también desarrolló una plataforma con este mismo objetivo, «juntar la oferta y la demanda», explica el presidente de Asaja Ávila, Joaquín Pino. «Hasta la fecha ha funcionado más en Andalucía y Levante, que es donde han estado las campañas. Alguna gente sí que nos ha llamado para septiembre con la fresa o recogida de patatas, para saber cómo funcionaba, pero sobre todo se ha apuntando gente como demandante».
Pino se muestra contundente: «Desgraciadamente los españoles no quieren ir a trabajar al campo, tenemos que tirar de fuera, esa es la realidad que podremos querer ver o no». Tampoco entiende que se ofreciera la posibilidad de compatibilizar un subsidio y el trabajo en el campo, «me parece la máxima locura, seguir pagando para que se vaya a trabajar; otra cosa sería la paralización de prestaciones».
La web nacional de COAG también tiene una pestaña dedicada a la covid-19 y el empleo agrario y UPA creó asimismo su bolsa.
La caída del 10% de la cifra de trabajadores en Ribera del Duero retrasa la poda en verde
En los viñedos de la región se está terminando estos días la poda en verde, que en el caso de la Ribera del Duero va ligeramente retrasada. «De momento el tema de la mano de obra en esta zona está solucionado», apunta José Manuel de las Heras, representante de UCCL, que admite que «habrá un 10% menos de mano de obra y por eso se está retrasando, pero la situación está más o menos bien».
Tampoco espera dificultades para encontrar trabajadores en vendimia, porque «hay cuadrillas asentadas, gente que ya solo se va a sus países un mes, y aunque es verdad que en esa época viene más gente porque los trabajos tienen que estar realizados en entre 15 y 20 días, no creo que haya problemas», si bien cree que «es muy pronto para hablar».
Si llegara a darse esa circunstancia de falta de mano de obra, «la gente lo tiene preparado para la cosechadora, pero no creo que el mayor problema que vaya a tener la uva vaya a ser la mano de obra», insiste De las Heras.
A nadie se le escapa que ante una producción que se prevé buena, el sector se la juega en cómo se recupere el consumo y el canal Horeca, el de la restauración. «Habrá que ver cómo evoluciona todo, si se reanima el consumo, y que haya más alegría porque la campaña se espera que sea buena», dice.
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